martes, 5 de enero de 2016

Los curas y la guerra

Enver Hoxha
Fernando Díaz-Plaja en 1980 escribió un artículo para El País donde hablaba de la persecución religiosa comunista. Al intelectual le enseñaron en Albania una fotografía de la Guerra Civil española donde aparecían curas con armas. . Queremos rescatar el fragmento que más no interesa:
Dios no existe, Hoxa sí
(...) «Y aquí, en esta vitrina, una prueba más de la alianza de la Iglesia y el fascismo. Los curas combatiendo en la guerra de España con los franquistas»...
Es una fotografía en la que varios frailes correctamente vestidos de sayal y pulcramente peinados apuntan con varios fusiles a la derecha del espectador, mientras rodean un cañón de artillería ligera.

Recuerdo perfectamente la foto, porque me causó una gran impresión cuando la vi, siendo adolescente, en la Barcelona republicana... El texto que la acompañaba era el siguiente: El Gobierno de la Generalidad había enviado al Vaticano unas fotografías de niños destrozados por las bombas de la aviación franquista; la respuesta del Vaticano, redactada en un catalán perfecto (¿por Vidal y Barraquer, entonces refugiado allí?) decía -cito de memoria-, más o menos, esto: "El Santo Padre se ha mostrado entristecido por los horrores causados a las víctimas inocentes en circunstancias que deplora vivamente. Sin embargo, para completar el cuadro, quizá sería conveniente que nos enviaran también fotografías de los sacerdotes catalanes asesinados por los heróicos (sic) combatientes de la libertad". El delegado de Propaganda de la Generalidad había mandado entonces, como prueba de la beligerancia de la Iglesia en la guerra civil, es decir, como justificación a las muertes que se imputaban a los republicanos, la «foto» que ahora me mostraban en Albania. Resulta asombroso que la enviara un hombre tan inteligente como Jaumes Miravitlles, porque ni siquiera era trucada. Era sencillamente el de un grupo de amiguetes del jefe reunidos con la misma imaginación que si se hubieran preparado para el pim-pam-pum de una feria.

Esta es la fotografía en cuestión. Siendo estrictos y críticos la fotografía suena a montaje, se nota a la legua que es un posado. ¿Quiere decir esto que los curas no cogieran armas? En absoluto, conocemos la historia del cura de Zafra que se paseaba vestido de legionario y armado con una pistola y que se jactaba de darle matarile a los rojos, o de abrir las puertas a los legias y a los moros de Yagüe en Badajoz.

Rescatamos unas palabras de Manuel de Santa Cruz, veterano militante de la Comunión Tradicionalista:


Fernando Diaz-Plaja es consciente de la implicación directa de la Iglesia en la Guerra Civil, cuando sigue escribiendo a propósito de la foto falsa:
Increíble. Podían haber sacado a los curas bendiciendo cañones y tanques franquistas, a obispos presenciando los desfiles marciales en Burgos o Sevilla, junto a generales y almirantes. Podían haber recordado los Te-Deum con que las iglesias nacionales celebraban las victorias contra los «enemigos de la fe» y los «mártires» de la Cruzada. Y van a sacar esa foto...
Y lamentable nos parece la respuesta del Vaticano:
"El Santo Padre se ha mostrado entristecido por los horrores causados a las víctimas inocentes en circunstancias que deplora vivamente. Sin embargo, para completar el cuadro, quizá sería conveniente que nos enviaran también fotografías de los sacerdotes catalanes asesinados por los heróicos (sic) combatientes de la libertad"
¿Qué pasa es que tan solo asesinaban a sacerdotes catalanes los "heroicos combatientes por la libertad"? ¿Acaso justificaría el asesinato de religiosos los bombardeos fascistas sobre Barcelona?

2 comentarios:

  1. Una de las críticas que hacen a la Iglesia española los que reconocen la tremenda persecución que sufrió durante la República y la Guerra Civil, es que, poco después, permaneció impasible ante la represión franquista. Sin embargo, un nuevo libro del historiador ,Vicente Cárcel Ortí, «Caídos, víctimas y mártires» (Ed. Espasa), en el que utiliza documentos inéditos del Archivo Vaticano, aporta nuevos datos sobre la posición de la Iglesia en aquellos años. Al acabar la guerra, «no todo fueron fusilamientos, represiones y depuraciones, hubo también indultos, revisiones de procesos, reducciones de penas, liberaciones de encarcelados, y otros gestos de clemencia gracias a la intervención directa de la Iglesia», afirmaba Cárcel esta semana a la agencia Avan.
    Uno de los casos más significativos es el del entonces obispo de Pamplona, Marcelino Olaechea. Poco después de iniciada la Guerra Civil, el 15 de noviembre de 1936, monseñor Olaechea ya pronunciaba una «alocución contra la durísima represión política de los nacionales», según Cárcel. «No más sangre que la decretada por los Tribunales de Justicia, serena, largamente pensada, escrupulosamente discutida, clara, que jamás será amarga fuente de remordimientos. Y no otra sangre», clamaba el prelado en la iglesia de San Agustín.
    Cárcel destaca que después Olaechea «centró su labor pastoral en la reconciliación del pueblo dividido por la guerra». Una tarea que desarrolló en dos frentes. En el primero, escribió la «Carta a los huerfanitos de Navarra» -los hijos de los fusilados durante la Guerra Civil- en la que hacía un llamamiento para que escuelas, parroquias y ciudadanos apoyaran a estos niños.
    Pero su principal labor de reconciliación consistió en la intercesión ante las autoridades, e incluso del mismo Franco, para salvar la vida de los condenados a muerte. Cerca de Pamplona, en el fuerte de San Cristóbal, se hacinaban al final de la guerra en torno a 2.500 presos políticos. Olaechea recibía en el obispado a los familiares de los presos de toda España.
    En diciembre de 1940 escribía a Franco una carta en la que denunciaba que «en el angosto patio y las estrechas galerías, en que se hacinan, viven dos mil hombres tan sin sol y sin aire, tan sin abrigo y tan sin alimento que casi una mitad se hallan enfermos, y enfermos de tubercolosis». Una situación que el obispo conocía de primera mano, pues había visitado el penal unos meses antes. En la misiva también le suplica clemencia para «centenares de hombres que ni tienen manos manchadas en sangre, ni han envenenado al pueblo».
    Estas actuaciones hicieron que el Gobierno de Franco lo considerara «como poco entusiasta del Régimen y apasionado por el ideal del separatismo vasco», según el testimonio del primo del dictador, Francisco Franco Salgado-Araujo, que también recoge Cárcel en su libro. Por esta razón, se promovió su ascenso a Valencia, para apartarlo de Navarra. Según el historiador, su discurso de ingreso en esta diócesis fue significativo porque «evitando prudentemente alusiones a la Cruzada de liberación» y a las grandezas del régimen, presentó su misión como la del verdadero pastor, abierto a todos: «a los ricos y a los pobres, a los sabios y a los ignorantes, a los patronos y obreros, a las derechas y a las izquierdas. Buscamos sólo a Cristo, dijo».
    José R. Navarro Pareja - ‘la razón’ esp. 2008-04-13 http://www.conocereisdeverdad.org/website/index.php?id=5638

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  2. Joder me pones un corta y pega del blog de Pío Moa. Contestar a este escrito me llevaría un tiempo que ahora no tengo, y que ni tan siquiera me apetece por proceder de donde procede.

    El cura Cárcel Ortí es quién dijo que la persecución religiosa fue "una persecución gubernamental", cuando esto es falso.

    Sabemos que obispos fieles a los golpistas pidieron alguna vez que otra clemencia, como sería el caso del obispo Alcaraz y Alenda que intercedió por los hermanos Pla. Pero la Iglesia fue lo que fue en el franquismo, parte de él.

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