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jueves, 12 de enero de 2012

Franco, Salazar y los propagandistas de la libertad (1936-1939)

Franco y salazar
Hemos hablado aquí muchas veces del libro LA MATANZA DE BADAJOZ ante los muros de la propaganda. Un fallido libro que nos intenta rebajar el drama de la escabechina que montó Yagüe al entrar con sus moros y legionarios en Badajoz. Y digo fallido porque para sostener sus teorías se basan en la prensa lusa. Todo el mundo sabe o debe de saber quién gobernaba la República portuguesa por aquellos días. Efectivamente lo han adivinado Antonio Salazar Oliveira, fiel aliado de Franco.

Para que vean la parcialidad de los periodistas portugueses tengo el placer de editar un artículo del doctor Alberto Pena Rodríguez de la universidad de Vigo. Experto conocedor de la prensa portuguesa.



Nunca un acontecimiento había movilizado a tantos informadores portugueses fuera de sus fronteras como la guerra civil española (1936 - 1939), que pasó a la historia de la comunicación social portuguesa como uno de los acontecimientos que más expectación causó en la opinión pública del país vecino. En España estuvieron más de un treintena de periodistas y fotógrafos de los más importantes periódicos lusos, que trabajaron durante todo la guerra en el territorio rebelde. Su visión del conflicto fue, por tanto, sesgada desde el principio. Los mayores diarios portugueses tuvieron en diferentes etapas del conflicto y en múltiples campos de batalla, uno o varios corresponsales o enviados especiales en la zona sublevada para informar sobre el trágico destino de los españoles. Pero todos eran conscientes que formaban parte del engranaje de una estrategia propagandística urdida por el gobierno del "estado novo" de Oliveira Salazar a favor de Franco. La consigna era que Rusia pretendía invadir España y Portugal. Su misión era luchar por la libertad de la península desde las trincheras periodísticas.
El 'Diário de Notícias' fue el que más se volcó con la guerra. Era un periódico saneado económicamente y pudo permitirse el dispendio de enviar a once periodistas y a dos fotógrafos. Estos eran: José Augusto, Mário Rosa, Aprígio Mafra, Mário Pires, Mário Lyster Franco, Armando Boaventura, Oldemiro César, Armando de Aguiar, Urbano Rodrigues, Maurício de Oliveira y "Losil", junto los informadores gráficos Teodoro Medel de Aquino, Firmino Marques da Costa y Ferreira da Cunha. 'O Século' desplazó a Leopoldo Nunes, Tomé Vieira, José Barão, Amadeu de Freitas y Arturo Ferreira da Costa (1). El 'Diário de Lisboa', cubrió el conflicto con Artur Portela, Norberto Lopes, Félix Correia, Mário Neves y Rogério Pérez, además de los fotógrafos Deniz Salgado y Afonso Pereira de Carvalho. José María da Costa Júnior y Jorge Simões trabajaron para el 'Diário da Manhã'. Eduardo dos Santos ("Edurisa") y Emilio Sari, para el 'Comércio do Porto'. César dos Santos ejerció de corresponsal para el Jornal de Notícias de Oporto. Lopes Vieira trabajó para O Primeiro de Janeiro. Carlos de Ornelas escribió varias crónicas para A Voz, Vieira Pinto realizó algunos reportajes para A Noite de Lisboa, y Eduardo Freitas da Costa recogió algunas impresiones en un viaje por la España rebelde para el semanario Acção.
La decisión soberana de enviar a tal o cual periodista a España correspondía, en última instancia, al secretariado de Propaganda Nacional, tras las propuestas de los diferentes periódicos, que necesitaban también el preceptivo salvoconducto de la Representación de la Junta de Burgos en Lisboa (2). Evidentemente, había demasiadas cosas en juego como para que el gobierno portugués se permitiese el desliz de dejar que un periodista sin el perfil adecuado al molde ideológico del estado novo pudiese escribir desde España con absoluta libertad. El papel de los corresponsales portugueses no era, ni mucho menos, insignificante. Formaban parte del engranaje propagandístico de la prensa portuguesa y su función podríamos calificarla de esencial. Sus crónicas representaban la parte sensacional y testimonial de los acontecimientos. Ejercían de notarios de una realidad que, para los que seguían las noticias radiofónicas o asistían a los mítines públicos en Portugal, podía resultar fantasiosa o increíble. Los corresponsales acercaron la tragedia española hasta la sociedad portuguesa de acuerdo con la misma descripción subjetiva que colocaba a los leales como verdugos y a los rebeldes como víctimas. Las informaciones de agencia o las diatribas de los intelectuales salazaristas eran demasiado frías o interesadas. Los relatos sensacionalistas de los periodistas portugueses y las entrevistas a los líderes de la revuelta desde tierras españolas eran un punzante mensaje para las conciencias portuguesas plagado de trampas propagandísticas que impedían a los lectores interpretar correctamente lo que estaba ocurriendo al otro lado de la raya fronteriza. La mayoría de los corresponsales lusos demostraron ser acérrimamente afectos al salazarismo y, en consecuencia, firmes apoyantes del franquismo. Los corresponsales eran fieles testigos, excelentes reproductores del ideario fascista de la Falange Española. Glorifican las victorias rebeldes como se enaltecen los mensajes del movimiento insurrecccional en favor de la revuelta; destacan la obra social de Franco al mismo tiempo que identifican a éste con la verdadera España...
Los ataques de los insurgentes no serán sino, para la mayoría de los periodistas lusos, operaciones de pacificación en zonas bajo domínio de la "barbarie vermelha", que deja tras de sí un rastro de muerte. La crueldad está siempre del lado del bando leal, que, en la defensa del gobierno legítimo, está entregado a sentimientos de odio y venganza. Los rebeldes son caracterizados como personas muy humanas, sensibles y con gran sentido de la justicia, mientras los republicanos son irracionales por naturaleza. Así, los leales son vistos como "monstros", "feras", "cobardes", "malvados", "assassinos", "moscovitas", "canalhas", "analfabetos", "selvagens", inhumanos", "ignorantes"... Los franquistas, en cambio, son, a los ojos de los informadores portugueses, "valentes", "patriotas", "salvadores", "justos", "sensiveis", "humanos", "herois", "vítimas", "mártires", "cristianos", "respeituosos", etc. Y, mientras los primeros huyen, se aterrorizan, traicionan y matan sin compasión, los segundos luchan ardientemente, combaten hasta la muerte, pacifican, dominan, liberan. Los "comunistas" forman "comités", se organizan en "hordas" y hacen propaganda comunista. Los sublevados, en contrapartida, constituyen un ejército, no necesitan convencer porque ya están en posesión de la verdad y, a su paso, todo el mundo los alienta y respeta.
En su estrategia mitificadora, los corresponsales portugueses magnifican y revisten de un sentido religioso la rebelión franquista. Describen las acciones rebeldes con un cargado lenguaje simbólico donde predominan los elementos divinizantes. Valores absolutos como la paz, la verdad, la justicia o el espíritu cristiano son atribuídos a los soldados sediciosos, confiriendo a su lucha un carácter semidivino que transforma el golpe del 18 de julio de 1936 en una auténtica cruzada contra el gobierno democrático español. Todo, en definitiva, para conseguir hacer del caudillo y su bando un mito indestructible frente a la anti-España nacida de la II República. En este sentido, el ideal de patria se convertirá en el gran ideal de la defensa nacional-franquista, connotada de un mesianismo que convierte a los "vermelhos" en individuos animalizados y a los falangistas en personas dispuestas a morir por España. Sobre los cimientos de la simbología propagandística que rodea a ese ideal patriótico, los periodistas portugueses enviados a la zona rebelde, siguen, esencialmente, tres consignas: la defensa del cristianismo y la latinidad frente a todo lo que es externo l); la protección del patrimonio artístico y arquitectónico nacional español (4) y el instinto protector de los rebeldes hacia la población civil (5).
2. La disciplina de la propaganda
A pesar de los inconvenientes ideológicos, la cobertura que realizaron los informadores portugueses fue una de las más completas entre las que periodistas de cualquier otro país realizaron en España (6). Su trabajo se concentró fundamentalmente, eso sí, entre julio y diciembre de 1936, aunque hasta el fin de la guerra hubo corresponsales lusos en España informando sobre las batallas más trascendentes. Además de estar presentes en las principales batallas de la guerra, desde la conquista de Badajoz o Toledo hasta Teruel y Barcelona, recorrieron infinitas zonas de la retaguardia facciosa, llegando incluso hasta Marruecos. Su labor periodística amplificó aún más su efecto propagandístico con la publicación de una veintena de obras que recogieron sus experiencias periodísticas sobre la guerra española y que tuvieron, en algunos casos, varias ediciones en España, Portugal y Brasil (7). Difusión bibliográfica que contó con el apoyo del estado novo luso y de la Parceria António Maria Pereira, editorial lisboeta que publicó numerosos libros de los corresponsales lusos en España.
Varela Gomes es implacable al afirmar que los corresponsales portugueses informaron sobre la guerra con un estilo ridículo e indigno (8). Aunque no le falta razón en esta aseveración si comparamos el periodismo moderno y ágil de los corresponsales norteamericanos frente a las descripciones rancias y ramplonas de algunos informadores lusos, creemos que sus palabras traslucen una pizca de resentimiento hacia el régimen al que estaban atados los profesionales portugueses, que les llevó a ejercer su profesión sólo desde el territorio de uno de los bandos. Su manera de hacer periodismo era inseparable, en algunos casos, de su condición de propagandistas y, en otros, llevaba la marca de la censura. Por lo tanto, no se puede emitir un juicio sobre la calidad periodística de las crónicas de los corresponsales portugueses sin tener en cuenta este hecho. La opinión retrospectiva del corresponsal Norberto Lopes, entonces jefe de redacción del Diário de Lisboa, coincide en afirmar que la actitud de la prensa lusa no fue "brilhante nem digna". Pero precisa que "(...) a informação, diga-se em abono da verdade, foi tão objectiva e neutral quanto possível, mas nunca desfavorável as tropas rebeldes (...)". A través de la tendenciosidad de las consideraciones ideológicas del Diário da Manhã, podemos conocer mejor la importancia y el celo del gobierno portugués sobre el papel propagandístico de los corresponsales, tal y como destacaba António Ferro, director del Secretariado de Propaganda Nacional (SPN) luso:
"(...) Os jornalistas portugueses enviados para a frente de batalha têm-se desempenhado da sua missão com escrúpulo, zelo, inteligência e patriotismo, que os deviam impor ao respeito de todos. E, fazendo esta afirmação terminante, não distinguimos os delegados dêste jornal dos do qualquer outros, porquanto todos êles têm sabido honrar a sua profissão e demostrando exuberantemente que, não sacrificando jamais, conscientemente, a verdade, se têm desempenhado da sua dificílima tarefa com os olhos fitos na sua Pátria, ao mesmo tempo que têm provado possuir qualidades e as faculdades necessárias para si próprios e libertos de quaisquer tutelas, corresponder á confiança que neles se depositou".
El embajador Nicolás Franco manifestaba a su llegada a Lisboa, en mayo de 1938, su admiración por los corresponsales portugueses, de los que se sentía orgulloso como español (sic) porque habían sabido cumplir con su "misión". Efectivamente, su tarea estaba encomendada a la patria, al "estado novo", y éste estuvo por encima de los principios más elementales del buen periodismo. Así, su trabajo fue reconocido por el gobierno de Salazar y sus estructuras corporativas. Cuando las tropas del general Varela entraron en la ciudad universitaria de Madrid a principios de noviembre del primer año de guerra acompañado de varios intrépidos periodistas portugueses, el Sindicato dos Jornalistas emitió un comunicado de reconocimiento público para los periodistas que viajaron a España, "(...) pelo alto espirito profissional demonstrado nas dificeis condições do momento, defendendo e honrando, com o maior brilhantismo, a categoria do jornalismo português (...)". También el Rotary Club de Lisboa se pronunció en el mismo sentido en marzo de 1937 en Lisboa. El presidente del Consejo de Administración de la Empresa Nacional de Publicidade, propietaria del Diário de Notícias, Adolfo Andrade, pronunció una conferencia en el club lisboeta en la que abrillantó la labor periodística de los corresponsales de su país:
"(...) É ver com quanta abnegação e espirito de sacrificio partem , no momento oportuno, para as missões mais arriscadas, não se poupando a sacrificio de nenhuma ordem, a fim de porém a seus jornal (sic) em condições de prestar as melhores e mais sensacionais informações ao publico!. A actuação recente, nas zonas de guerra de Espanha, de brilhantes profissionais como Aprigio Mafra, Artur Portela, Leopoldo Nunes, Norberto Lopes, José Augusto, Amadeu de Freitas, Felix Correia, Oldemiro César e tantos mais, cuja omissão involuntaria não reprensenta menor admiração pelo seu esforço, marca uma página na história do jornalismo, que indiscutivelemente honra e nobilita sobremaneira a Imprensa portuguesa (...)".
Andrade se fijó especialmente en las "excepcionais qualidades" del jefe de redacción de su periódico, Armando Boaventura, que estuvo en diferentes ocasiones en la zona facciosa escribiendo crónicas de guerra, sobre el ambiente de la retaguardia y realizando entrevistas a los más destacados jefes rebeldes. "(...) As recentes entrevistas com Hitler e o generalissimo Franco, que conquistou de entre uma legião de jornalistas especialmente categorizados da grande imprensa mundial, consagram Armando Boaventura como profissional de primeiro plano, cuja obra não teme confronto com a de outros nomes do jornalismo internacional (...)", señala. Sin embargo, el propietario del Diário de Notícias no oculta las críticas que reciben los profesionales que escriben sobre la guerra civil española. "(...) Censuras e críticas quasi sempre inmerecidas, quando não profundamente injustas! (...)", aseguraba. El Rotary Club, que entonces presidía José Maria Álvares, tampoco compartía aquellas censuras y el día 6 de abril de 1937 organizó una cena de confraternización entre socios y corresponsales.
El mismo sentimiento de justificación ante la opinión pública portuguesa, estupefacta ante los relatos de tanto crimen leal y tanta bondad rebelde, reflejó Félix Correia. Éste pide a sus lectores que reaccionen frente a la "leyenda negra" que mide por el mismo rasero a ambos bandos contrincantes. Según él, los criminales sólo son los que se definen como "marxistas"; los otros no. Pero los opositores al "estado novo" no acabaron de creerse las aclaraciones de los corresponsales lusos. Algunos fueron acosados y amenazados por su interpretación parcial del conflicto. Oldemiro César, del Diário de Notícias, que siguió, entre agosto y octubre de 1936, el avance del ejército rebelde por el norte de España, atestigua que mientras narraba las batallas en las montañas asturianas, recibió cartas anónimas de detractores con insultos y amenazas de muerte. Sus enemigos le acusaban de venderse a la causa franquista y de enriquecerse a costa de la guerra. Oldemiro César acusó a los reviralhistas que trabajaban para derrumbar la dictadura portuguesa de ser los verdaderos conspiradores contra los corresponsales. Indignado, César declara en el prefacio de su libro de reportajes que nunca había soportado "(...) o peso de cangas partidárias em vinte en tantos anos de trabalhos forçados nas galés do jornalismo, tão pobre hoje como no primeiro dia em que nelas empunhei o remo (...)". Y, a su vez, se deshace de las críticas autoelogiando su espíritu de sacrificio, profesionalidad y dedicación, que quedarán patentes, según él, cuando acepta la propuesta de su periódico de desplazarse a España "(...) em circunstancias bem dolorosas para mim, deixando a minha mulher no leito duro de um hospital para submeter-se a uma intervenção cirúrgica de gravidade (...)".
La popularidad alcanzada por los corresponsales portugueses y la influencia de sus escritos justifican el odio generado entre los reviralhistas, conscientes de la farsa propagandística que había detrás del trabajo periodístico de aquellos. La parcialidad de los informadores lusos era tan evidente que incluso Leopoldo Nunes no tuvo reparos en reconocer en una de sus informaciones sobre la "limpieza" rebelde entre los mineros de Ríotinto, en Huelva, su colaboración con los militares insurrectos. En un acción intrépida, Nunes cruzó las trincheras rebeldes y se pasó al frente leal. Una vez en el lado republicano, estableció contacto con los mineros que resistían los embates de Queipo de Llano en Jaramar. Entre ellos, se encontraba un portugués que, según él, no era simpatizante de los leales, sino que era un vulgar prisionero. Sin embargo, paradójicamente, aquel "prisionero", lo protege ante las peticiones de algunos que querían obligar a Nunes a declarar ante el comité. "(...) O português disse qualquer coisa mais alto e arranjou-se tudo (...)", narra el corresponsal luso. Su propaganda convirtió a su paisano aliado con los "marxistas" en una persona con sentido común y autoridad suficiente para imponer su criterio en medio de la "turba de criminales", a pesar de su supuesta condición de prisionero. Después de salir de la embarazosa situación, Nunes utilizará sus informaciones recogidas en el territorio en poder de los mineros para poner al tanto al general Queipo de Llano de la posición, número y el armamento del que disponían los resistentes: "(...) Quando cheguei a Sevilha e contei ao general o que tinha feito ouvi uma censura justa. Praticára uma temeridade estúpida. Mas eu insistia: - são muitos. Tem abundantes meios de defesa e de ataque. Pode haver uma surpreza. - Bah! - respondía-me o genereal a rir. Quando eu quiser; quando chegar o momento oportuno, há-se ver como rendem. Só sabem matar velhos, mulheres e crianças; e roubam tudo o que podem (...)", escribe el periodista del Diário de Notícias. Pero donde realmente puede comprobarse el facciosismo de Nunes es durante la campaña publicitaria que éste realiza de su libro 'Madrid trágica. Dos primeiros tiros à derrocada final'. En los carteles publicitarios aparecía con el brazo extendido, saludando al estilo fascista, al lado de un texto que hace todavía más rotunda nuestra conclusión:
"LEOPOLDO NUNES AFIRMA: que não foi movido por odio ou vingança que escreveu o seu libro MADRID TRAGICA. Tem apenas a preocupação de documentar uma das mais horrorosas tragédias de todos os tempos. Tão monstruosos, tão horriveis foram, porem, os factos que recolheu, que, em vez dum livro de impressões organizou um tremendo libelo acusatorio, para amarrar á ignonimia dos pseudo-idealistas que do crime á deshonra e á traição á sua pátria juntaram as suas vaidades e desejos inconfessaveis. MADRID TRAGICA será o ferrete com que ficarão marcados esses milicianos sedentos de sangue, que entregaram a Espanha ao internacionalismo vermelho, que o mesmo é dizer á escoria renegada e expulsa dos países civilizados. Não fez, portanto, politica, mas não teve receio de dizer a verdade. Os seus livros vendem-se e esgotam-se porque o autor não usa outra linguagem que não seja a da verdade. MADRID TRAGICA, nas suas 332 paginas, é o espelho fiel da vida miserável e sinistra a que as hostes acanalhadas do baditismo vermelho condenaram a capital de Espanha".
La mayoría de los corresponsales no fueron ajenos a la campaña de propaganda de su gobierno para favorecer las aspiraciones militares y políticas de los franquistas, ora engrandeciendo las victorias rebeldes, ora confirmando o desmientiendo informaciones de los medios de comunicación leales. La guerra española no concernía únicamente a España. En aquella cruzada contra la "barbarie comunista" Portugal debía prestar toda su ayuda porque peligraba su propia integridad territorial. Así lo hizo saber el general Franco, el 8 de agosto de 1936, a Félix Correia, en la primera entrevista que aquél concedió a un medio de comunicación tras el golpe, difundida por el Diário de Lisboa el 10 de agosto. Correia estaba plenamente de acuerdo con aquel parecer del caudillo español. La primicia informativa del corresponsal del Diário de Lisboa tuvo una repercusión mundial. La predilección de las autoridades fascistas españolas por los informadores portugueses se pone de manifiesto cuando, al principio de la entrevista, el generalísimo le expresa a Correia su placer por hablar con un periodista del país vecino y le hace constar sus disculpas por no haberle concedido la entrevista antes. La "primeira mensagem histórica de Franco á opinião mundial", según anunciaba el Diário de Lisboa en portada, fue difundida también en Inglaterra en la edición dominical de The News of the World. El hecho fue tan sensacional que The National Newspaper Services londinense, incapaz de entrar en contacto con Franco, intentó contratar a Correia para que le consiguiese una nueva entrevista en exclusiva con el líder rebelde. Para ello, la publicación inglesa envió una carta al editor del Diário de Lisboa el 19 de abril de 1937 en la que ofrecía un sustancioso negocio para el famoso Félix Correia. La petición del National Newspaper incluía una gratificación de 10.000 libras para el caudillo español si éste se convertía finalmente en jefe de estado y 5.000 libras más gastos de alojamiento en el caso de que sufriese un derrota y tuviese que huir de España. Si aceptaba el cometido y lo conseguía, Correia percibiría 1.000 libras en la primera hipótesis y 500 en la segunda. El informador luso no aceptó la propuesta. Su entrevista, no obstante, no fue la única que alcanzó resonancia internacional entre los corresponsales portugueses.
Armando Boaventura consiguió publicar el 31 de diciembre de 1936 otra entrevista con el general Franco. Para conseguir este histórico encuentro periodístico, Boaventura se sirvió de la influencia del director del SPN, António Ferro, que medió para que fructificasen los esfuerzos del jefe de redacción del Diário de Notícias. Al iniciar la entrevista, el caudillo subraya la excepcionalidad del recibimiento. "Por ser português e pela sua acção jornalística em pró da causa de Espanha, não de agora, mas antes do noso Movimento", le espeta Franco. Tras abandonar su puesto en el Diário de Notícias, Armando Boaventura volvió a conseguir una nueva entrevista con el jefe de estado rebelde publicada el 29 de mayo de 1938 en O Século e ilustrada con una foto del corresponsal acompañado del general Franco en portada.
Otros periodistas lusos tuvieron el privilegio de hablar con Franco de modo distendido y amistoso, teniendo aquel siempre palabras elogiosas para Salazar y el estado novo. "(...) Ao general interessa a experiencia corporativa de Portugal. Adivinha-se no calor que nos destaca da Itália e da Alemanha...", apuntaba en una crónica del 9 de agosto de 1936 José Augusto, después de mantener otra entrevista con el militar. Pero si Franco estaba al alcance de los corresponsales portugueses, muchos de sus inferiores jerárquicos platicaban e intercambiaban impresiones con ellos con frecuencia. Queipo de Llano, Castejón, Yagüe, Martínez Anido o Miguel Cabanellas, entre otros, concedieron numerosas entrevistas a la prensa lusa. Queipo, por ejemplo, recibió a Félix Correia nada más llegar éste a Sevilla el 6 de agosto de 1936. Y, al día siguiente, habló a través de Radio Sevilla. Augusto entrevistó también al general Varela el 22 de agosto de 1936 y a Luis Orgaz Yoldi el 8 de septiembre. Artur Portela publicó entrevistas con los generales facciosos Doval, Cabanellas, Ponte, Mola, Queipo de Llano, Millán Astray, etc. Los oficiales y los soldados rebeldes mostraron en todo momento una gran predisposición a ayudarles en lo que necesitasen. La simpatía hacia ellos era algo habitual, como refleja en uno de sus envíos desde León Tomé Vieira: "(...) O correio vai partir. É noite. Antes de terminar, porém, quero referir-me à manifestação que o público, que se encontra no "café", onde escrevo, fêz a Portugal, ao saber que estavam aqui jornalistas portugueses. Foi uma surprêsa. Tocaram o hino falangista e a "Portuguesa". De pé, toda a gente deu "vivas" a Portugal. E os portugueses agradeceram com um ."
Es evidente que, desde el comienzo de la guerra, los corresponsales portugueses contaron con muchas facilidades de las que no dispusieron periodistas de otros países. Reprodujeron en las páginas de sus periódicos, además, documentos que, en ocasiones, les eran cedidos en exclusiva por las autoridades rebeldes, como ocurrió con la carta que el general Franco remitió, poco antes de la revuelta, al ministro de la guerra Santiago Casares Quiroga en la que le expresaba el malestar existente dentro del ejército por la situación política y social del país. Los corresponsales lusos gozaban también de una gran libertad de movimientos. El Servicio de Prensa de Luis Bolín, con sede en Sevilla, que se ocupaba de controlar la actividad de los periodistas extranjeros en la zona sublevada, hizo la vista gorda con los portugueses. Éstos estuvieron presentes en los campos de batalla y fueron testigos de excepción de muchas de las "hazañas" rebeldes. Hay muchos ejemplos de la ayuda del gobierno rebelde a los periodistas portugueses para que desarrollasen su trabajo con el menor número de obstáculos y con la máxima inmediatez posible. Cuando la guerra estaba en sus primeras semanas y conseguir un coche para desplazarse por la meseta peninsular era un lujo, Bolín puso a disposición de Artur Portela un automóvil adornado con la bandera portuguesa advirtiéndole, eso sí, de que no dijese nada a los otros periodistas extranjeros. Gracias a ello, Portela fue el primer informador en llegar a Talavera de la Reina y el único que pudo relatar la conquista de esta localidad por los insurgentes a principios de septiembre de 1936. Relato que, por cierto, revela la dureza represiva con que se emplearon los rebeldes en sus conquistas. En una de sus crónicas titulada "Como foi tomada Talavera", se recrea describiendo naturalmente, como algo consustancial a la guerra, la extrema violencia empleada por los facciosos. La entrada en la ciudad nos la describe como una alameda de muertos: "(...) Ao lado dos bermas da estrada, em posições dramáticas, vêem-se duas filas de cadáveres. Uns morreram no último combate, outros após. Para que a putrefacção não se desenvolvesse, os corpos foram regados com gasolina e queimados depois. Mas o cheiro atroz anda no ar, como gangrena solta. Há que aliviar a visão e subjugar o arripio nervoso. É a guerra com todos os seus horrores (...)". En otro reportaje titulado "Os mortos das carreteras", ambientado en su viaje desde Talavera hasta Toledo, repite su sentido testimonio diciendo metafóricamente que tenía los ojos "encharcados de sangue". Crónicas que, sin embargo, pasaron inadvertidas para la historia de la represión fascista en España y que sirven para demostrar, una vez más, la dureza empleada por la columna de moros y legionarios del general Yagüe, que había arrasado dos semanas antes Badajoz.
Pero el favor de Bolín a Portela no fue el único durante sus estancias en España. En Tetuán, el corresponsal del Diário de Lisboa también disfrutó de un coche oficial para desplazarse por los dominios rebeldes en Marruecos. En Larache, además, como si se tratase de una ilustre personalidad, el estado mayor de la Falange Española, hizo desfilar ante Portela a sus diferentes unidades militares. Circunstancia que resucitaría la debilidad patriótica del periodista: "(...) Não é um português que esta ali, mas Portugal que em acaso de reportagem me obriga a representar conforme posso. Confesso que nunca me julguei Napoleão, mas sou bastante patriota para me sentir português! (...)", escribe. José Augusto también dispuso de la misma facilidad de movimientos, al contar con un automóvil y una escolta personal para desplazarse por Andalucía.
De este modo, los corresponsales portugueses estuvieron en todas partes. Rara fue la batalla importante donde no había algún periodista luso. Desde que estalló el alzamiento, acompañaron el avance de las tropas en los diversos frentes. La conquista de la parte occidental de Andalucía fue cubierta por José Augusto, Leopoldo Nunes, Félix Correia y Costa Júnior, que siguieron las evoluciones de las tropas de Yagüe hasta Mérida y Talavera de la Reina. A mediados de agosto de 1936, en Badajoz, adelantándose a estos cuatro periodistas, asistieron a la entrada en la ciudad de las tropas rebeldes, los enviados especiales Mário Neves, Mário Pires, Jorge Simões, José Barão y el fotógrafo Ferreira da Cunha. A Tánger y a las colonias españolas del norte de África viajaron Urbano Rodrigues, Portela y Augusto. Desde la retaguardia castellano-leonesa escribió Tomé Vieira. Maurício de Oliveira se especializó en las crónicas navales sobre los combates entre ambas escuadras, etc. Pero seríamos injustos si no hiciéramos distinciones. No todos demostraron unas singulares cualidades periodísticas ni defendían a los rebeldes con la misma pasión ni todos tenían la misma capacidad de trabajo durante sus viajes por la España sublevada ni tampoco todos estuvieron períodos de tiempo similares en la zona de guerra. Unos actuaron con gran dinamismo y profesionalidad, asumiendo riesgos y soportando ansiedades, y otros fueron más discretos y precavidos en sus andanzas por un país en guerra civil. Pero todos entendieron perfectamente los motivos ideológicos que había detrás de la guerra y sabían que sus informaciones podían servir de propaganda a uno u otro bando.








8 comentarios:

  1. Muy buen articulo. Fíjate las fuen
    tes tan creibles que se buscaron los tres autores. Hay un libro de
    Antonio Bahamonde que trabajó para
    Queipo de Llano, "Un año con Quei-
    po" que denuncia todas estas cosas.

    A ver si Carla nos visita esta no
    che ¿No? y nos da sus puntos de vis
    ta sobre la "imparcialidad de la
    prensa portuguesa". La verdad es
    que a la chica la ví muy puesta.Por
    momentos, parecía como si hubiera
    colaborado de alguna forma en el li
    bro La matanza de Badajoz ante los muros de la propaganda,¿No te dió
    a ti también esa impresión?

    A lo mejor va a resultar, que el
    libro lo escribieron más de tres personas.

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  2. Me estaban criticando por el de los "muertos Mataos" o por Enrique Santos. A ver si este doctor de historia les parece bien

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  3. Así que lo de las fuentes prima-
    rias tenia trampa. Curioso resulta
    que los tres autores le dan credibi
    lidad a los periodistas portugue-
    ses, en cambio las crónicas de Mar
    cel Dany, Berthet, y las que le atribuyeron a Packard las desacre
    ditan tachándolos de izquierdistas,
    pero los muy zorros no dicen nada de de la tendenciosidad pro-golpis
    ta de los cronistas lusos.

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  4. Estás senil, ¿Neves pro golpista? ¿Te has escapado del psiquiátrico? Tómate las pastillas por favor.

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  5. Aqui el único que está de psiquiatrico es usted zumbao. Es evidente que por mucho que Neves no simpatizara con los golpistas, tenía que trabajar sin apearse de la ferrea censura salazarista, siendo esta absolutamente favorecedora con el bando golpista. Esto no lo digo yo, esto lo reconoció el propio Neves bastantes años después. ¿Acaso cree usted que Neves pudo relatar todo lo que vió? Es decir tuvo que trabajar aunque no quisiera bajo ciertas consignas.

    de frente

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  6. Mario Neves, dijo en su crónica del 16 de Agosto que en la plaza de to-
    ros no se estaban cometiendo los fu
    silamiento de los que se hablaba.

    El visitó la plaza y se hace muy dí
    ficil de creer que no viera ningún
    rastro,de los fusilamientos que se
    venían produciendo desde la madruga
    da del 14 al 15 de Agosto. También
    cuesta de creer que no obtuviera la
    confirmación de estos hechos, a tra
    vés de la gente con las que habló en dicho lugar.

    Estaba claro que la consigna reci-
    bida era otra. Había que desmentir
    unos hechos que dejaban en mal lu-
    gar a los fascistas españoles.

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  7. Antonio Bahamonde colaboró con Quei
    po de Llano en el servicio de propa
    ganda,pero vió tantas barbaridades
    en la "zona nacional" que decidió
    salir de España hacia Bélgica en donde se exilió. Alegó razones de
    conciencia por su condición de ca-
    tólico.

    Después publicó el libro Un año con Queipo donde denunciaba todos
    los crímenes que presenció. En su
    huida hacia Bélgica pasó por Portu
    gal, donde tenía algunos contactos
    que le ayudaron. Allí pudo compro-
    bar el descarado apoyo que le pres
    tó el régimen salazarista a Franco.

    Cuenta en el libro que encontrándo
    se en Lisboa, logró enterarse que
    la policia secreta portuguesa inser
    taba unos anuncios en la prensa de
    la capital, donde se anunciaban pen
    siones y otros tipos de alojamien-
    tos a precios irrisorios. Los espa
    ñoles que habían logrado llegar a
    Lisboa huyendo de los fascistas y
    careciendo de suficientes recursos
    económicos, mordían el anzuelo ante
    tan golosas ofertas. De esta manera
    al hacer acto de presencia en las
    direcciones que figuraban en los
    periódicos, eran detenidos de inme
    diato por la policia portuguesa.

    Así de esta forma tan vil y cana-
    lla eran capturadas esta pobre gen
    te, que acababan siendo deportadas
    de inmediato a España. Es fácil ima
    ginar el fin que les aguardaba a
    muchas de esas personas.

    También logró la información, de
    que Salazar entregó a algunos iz-
    quierdistas portuguesas,aprovechan
    do las entregas de españoles a Fran
    co. De esta manera se aseguraba la
    eliminación de estos indiviudos, ya
    que la pena de muerte no existía en
    Portugal.

    DE FRENTE

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