ARTÍCULO POR ANTONIO ALFONSO HERNÁNDEZ
Muchas veces se nos echa en cara que en este blog no aportamos nada, que tan solo criticamos. Para acallar algunas voces críticas, hoy tengo el gusto de subir al blog una entrada de nuestro colaborador habitual Antonio Alfonso Hernández. Se trata de una entrevista que jamás encontraremos en ningún libro de historia.
María G. C. y Carmen G.C. son dos
hermanas que viven en Badajoz, ciudad en
la que nacieron y en donde siempre han residido. María contaba con doce años
cuando se inició la guerra civil y su hermana nueve.
Prefieren mantener el anonimato pues a pesar de que han pasado
casi ochenta años las huellas que les dejo la guerra civil provoca que a día de
hoy aún muestren cierta reticencia a
expresarse abiertamente con sus nombres correspondientes.
Las entrevistas las realicé los
pasados 24 de agosto y 8 de septiembre. Como dato llamativo quiero expresar que
ya en ocasiones anteriores y a lo largo
de los últimos años, había charlado con ellas sobre las vivencias que ahora
quieren compartir con nosotros, siendo sorprendente que todas las veces que hemos hablado, siempre
han contado exactamente lo mismo sin que sus relatos hayan variado un ápice
hasta en los más mínimos detalles. Es este hecho el que le confiere mayor
autenticidad si cabe, a las experiencias
que me contaron.
En primer lugar nos hablan de la
experiencia tan amarga que sufrieron a consecuencia de las bombardeos aéreos
que padeció la ciudad. No logran ninguna de ellas recordar con exactitud la
fecha, pero por los datos que hemos conseguido es más que probable que sean los que se produjeron en Badajoz el 12 de
agosto de 1936. Esto expresó al respecto, en su día, el investigador Moisés
Domínguez.
“Día 12 de Agosto de 1936 (Miércoles) – 4 trimotores italianos Savoia
aparecen en Badajoz, sobre las 8,15 (Diario de noticias), a las 8,30 horas
dejan caer sus bombas, unas 50 según el diario de noticias, una de las mismas
cae en el Nº 35 de calle Agúero,(según Neves el ataque
se produce sobre las 7 horas y dura 20 minuto (comentario de Moisés Domínguez,
1-7-2013:10;23 h. Blog, Guerra Civil en Badajoz. Bombardeos aéreos sobre
Badajoz)
Por error pone Agüero pero
indudablemente se refiere a la calle Arcoagüero. El número de la calle coincide
absolutamente con el de la vivienda de estas personas que he entrevistado, pues
he realizado las comprobaciones oportunas.
No obstante hay que decir que la
hora a la que se refiere una de nuestras protagonistas no coincide
con el que acabamos de leer, tal como veremos más tarde. Bien puede ser que María G.C. después de tantos años haya podido confundir
las horas y las circunstancias en las que ocurrieron los hechos, o bien podría
ser que ella esté realmente en lo cierto. Esto último no sería nada extraño si
tenemos en cuenta que cada investigador
aporta a veces datos diferentes de un
mismo acontecimiento. Sin ir más lejos, en el mismo comentario que dejó el Sr.
Domínguez, él sitúa el ataque aéreo
sobre el cuartel de Menacho el día 7 de agosto, en tanto que Francisco Espinosa en La columna de la
muerte, afirma que estos bombardeos se produjeron el 12 de agosto. Exactamente
igual puede ocurrir con los horarios.
No obstante tengo que decir que
este dato en este caso resulta irrelevante si tenemos en cuenta que no existe ninguna
duda de que el edificio bombardeado fue en el que habitaban nuestras
protagonistas. Por tanto se trata de los testimonios de los miembros de una
familia que padecieron, como otras muchas,
los bombardeos aéreos el 12 de agosto de 1936 en los que
murieron tres personas y en los que ellas mismas estuvieron a punto de perder
la vida.
Calle Arcoagúero en Badajoz. La vivienda de fachada
blanca que vemos en el centro de la imagen
es el número 35, donde vivían
nuestras protagonistas. Foto: Antonio Alfonso.
Como sabemos por distintas
fuentes, las incursiones de la aviación rebelde se realizaron entre el 7 y el
14 de agosto con el resultado de más de
once víctimas mortales. Francisco Espinosa aclara en el libro al que antes me
he referido, que los días 7 y 8 fallecieron 22 personas en Badajoz siendo la
mayoría de estas muertes como consecuencia de los tiroteos que se produjeron en
la sublevación que protagonizó la Guardia Civil el día 7. Por
tanto algunos de ellos fallecieron a resultas de estos ataques.
Aún así facilita los nombres de
las once personas de las que sí tiene constancia que murieron por este motivo.
Son, el día 10-8-36, Teodoro Villalba Carrasco, 50,
carabinero, el 11, Antonio Aunión Pilero, José Núñez Romero, Sofía Palo Martín, Eulalia Pérez Rodríguez y Teodoro
Villalba, el 12, Gonzalo Barriga Cabrera, Manuel
Nogales Rodríguez, 18, militar(víctima del ataque al cuartel de Menacho) y Teresa Rodríguez Aragón, 24, y el 13,
Rafaela Besco Antúnez(Murió el 13 de agosto a
consecuencia del hundimiento- por bombardeo de la aviación sublevada- de dos
pisos del Asilo Provincial, que se
encontraba en el Hospital Civil y Maximino
Barrio Olivero, 20, jornalero.(La
columna de la muerte. Francisco Espinosa Maestre, pag. 340 y 514)
Vaya por nuestra parte el
recuerdo y nuestro pequeño homenaje a estas personas víctimas como otras muchas
de una guerra sin sentido.
A continuación reproduzco el
resultado de las entrevistas que mantuve con estas agradables y cariñosas
señoras. Habla en primer lugar María. G.C.
Nosotros vivamos en la calle Arcoagúero, en la
parte que está entre Martín Cansado y Doctor Lobato, como a
la mitad de las dos calles. Yo estaba jugando con unas niñas. Sería la una o la una y media de la tarde. En
aquel entonces los niños pasábamos todo el día en la calle. De repente vimos
como sobrevolaba un avión a baja altura muy cerca de donde nos encontrábamos.
Mi madre se asomó de inmediato al balcón y
nos pidió que subiéramos a la casa tanto mi hermana Carmen como yo Mis
otros hermanos eran aún muy pequeños y estaban en casa. Enseguida subimos. A mí
el zumbido de los aviones me tenía descompuesta y al parecer según me contó mi
madre, yo no me acuerdo bien de este detalle, me entró tal pánico que me asomé
a una de las ventanas de mi casa chillando y haciendo como que me quería tirar,
del miedo que me entró. El caso es que cayó una bomba en la vivienda de la
vecina que daba pared con pared con la nuestra. Esta mujer vivía con sus dos
hijos mayores. Por unos pocos metros no nos mató a todos nosotros.
-¿Les pasó algo a los vecinos?
Les pregunto.
- No. Tanto la mujer como sus
hijos se encontraban en otra parte de la casa y no sufrieron daños. Nosotros,
mis hermanos , mi madre y yo, presos del pánico salimos hacia la calle al igual
que hicieron todos los vecinos. Aquello se llenó de gente. Al menos es el
recuerdo que yo tengo. El edificio quedó muy dañado.
- ¿Y vuestra casa?
- Pues apenas les afectaron las
bombas pero el caso es que la estructura del edificio quedó muy mal, los tejados
sobre todo, y lógicamente allí no podíamos estar pues se podía derrumbar de un
momento a otro. La casa nos la tenían alquilada los Pla que vivían si mal no
recuerdo muy cerca de en doctor Lobato.
Como también sabrás el garaje lo tenían también cerca, en la calle Zurbarán.
Fíjate lo que son las cosas. Mi madre me contó después que unos días antes del
bombardeo los Pla habían estado hablando con ella informándole de que tenían la
intención de derribar el edificio para construir otro. Por cierto, una hija de Carlos Pla, Mari
Carmen, fue muchos años después una buena clienta mía en el negocio de ropa que tuve. Ella no
tenía ni dos meses cuando mataron a su padre. Así que el pobre apenas le dio
tiempo de conocer a su hija.
- ¿Y vuestro padre?
- Mi padre trabajaba de mayoral en una finca y
el pobre cuando llegó a la hora de comer se llevó el susto de su vida.
Imagínate cuando se encontró aquello. Al no vernos se pensó que habíamos muerto
todos. Al pobre le afectó mucho lo de la guerra . Perdió toda la dentadura en
aquella época de cómo se le pusieron los nervios y desde luego padeció mucho el pobre.
- Nosotros nos fuimos todos a
casa de una vecina que vivía enfrente, María Borrachero se llamaba, añade
Carmen.
- No, no, estás equivocada. Nos
fuimos a casa de la vecina de abajo. Allí estuvimos bastante rato. El caso es
que mi madre avisó a un tío mío que vivía en San Roque que era taxista. Nos
metimos todos en el coche, ya con mi padre, y nos llevaron a un cortijo que
estaba muy cerca del Cerro Gordo. Allí estuvimos ocho días desde el día de los
bombardeos. Según nos contó mi madre la
calle más afectada por las bombas fue
Martín Cansado en la parte que está cerca de Ronda del Pilar.
- Como te decía mi hermana, -nos
cuenta Carmen- nosotros nos quedamos en un cortijo que estaba cerca del Cerro
Gordo y también de la carretera de Madrid. Una mañana-se refiere sin duda al 14
de agosto del 36- yo estaba jugando, era por la mañana, con los niños en mitad
del campo, cuando de repente empezamos a oír los ruidos de unos tanques y vimos pasar a los militares que venían por
la carretera con los moros y todos ellos. Nosotros nos asustamos y salimos
corriendo hacia el cortijo.
- Allí se presentaron –dice María-
un montón de legionarios, moros… y claro, a todos nos entró el miedo en el
cuerpo. Ten en cuenta que habíamos oído que estaban matando a la gente por allí
por donde pasaban. Desde luego se les veía como muy nerviosos y nosotros nos
asustamos. Una de las dueñas del cortijo salió a recibirlos enseñando un trapo
blanco atado a un palo y bueno… El caso es que al cabo de un tiempo la cosa se
calmó un poco, y bueno, pues entraron en la casa y cogieron todo lo que
entallaron de comida y otras cosas. Se
les veía con hambre. Los moros rechazaron los chorizos y otros embutidos. No los querían. Luego ya supimos que esto lo
hicieron por cuestiones de su religión. Me acuerdo perfectamente que sólo
comieron queso.
- ¿Estuvieron mucho tiempo en el
cortijo?
- Sí. La verdad es que estuvieron
un buen rato. Ya cuando la cosa se calmó, mi madre les contó a unos legionarios
que estaban con nosotros en la casa lo que nos había pasado con los bombardeos.
Uno de ellos, muy joven, se interesó bastante por nuestra situación. A mi madre
le preocupaba lo que pudiera pasar con los muebles y demás enseres que habíamos
dejado en la casa. Sobre todo le preocupaba que se llevaran la máquina de coser
. Ten en cuenta que como quien dice de allí salimos prácticamente con lo puesto.
Entonces le dijo este militar a mi madre.” Mire señora no se preocupe. Si
nosotros entramos en Badajoz le prometo que ya me encargo de que no entren en
su casa. Pongo una advertencia o lo que sea”. Esto lo decía porque los moros estaban saqueando las casas por
donde pasaban . El caso es que después de la guerra cuando volvimos a nuestra casa, nos
encontramos con un letrero que había puesto este militar donde avisaba que bajo
ningún concepto se podía entrar en la vivienda. La verdad es la encontramos tal y como la dejamos. No
faltaba nada. Después mi madre con el paso del tiempo, de vez en cuando, se preguntaba qué habría pasado con aquel legionario. Le preocupaba que hubiera podido
morir en la guerra pues se portó bien con nosotros.
-Entonces, después del cortijo ,
¿Dónde os fuisteis?- le pregunto a la
hermana mayor.
-En el cortijo nos quedamos
provisionalmente unos días. Ya después nos fuimos a la finca donde trabajaba mi
padre. La finca Campofrío, que estaba en la carretera de Sevilla. Allí pasamos
toda la guerra. Estábamos dentro de lo
que cabe, bien. La comida no nos faltó.
Eso sí estuvimos yo y mis
hermanos tres años sin poder ir a la escuela. Pero vamos, dentro de lo que fue
la guerra y de las desgracias que les pasó a muchas familias, nosotros no nos
podemos quejar. Ya al regresar aquí como la cosa estaba que no se podía habitar
en ella nos dieron una casa en San Roque.
Para finalizar les pregunto por
el espinoso y controvertido asunto de los fusilamientos en la plaza de toros
-Sí, claro que se fusiló en la
plaza de toros aunque también fusilaron en otras partes de la ciudad. Pero lo
de la plaza de toros se comentó mucho, desde luego. Cuando regresamos a Badajoz
después de la guerra , todavía fusilaban. Los sentíamos algunas mañanas como se
llevaban a la gente al cementerio para fusilarlas.
Su hermana no está de acuerdo con
lo de la plaza de toros.
-Según lo que se decía, a la
gente las llevaban a la plaza de toros, pero allí los tenían presos y luego se
los llevaban al cementerio donde los mataban.
Como podemos ver incluso
personas que vivieron los mismos hechos y de la misma familia pueden
tener distintos puntos de vista en los temas de la guerra civil.
Me despido de estas simpáticas
mujeres después de agradecerles su colaboración y quedamos en charlar en otra ocasión sobre otros
asuntos de la guerra civil.
ANTONIO ALFONSO HERNÁNDEZ. 12
de septiembre de 2013