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Algo asombroso para quien tiene un doctorado en Economía y Empresa: para construir una mayoría prefiere a los 40 diputados de Ciudadanos que a los 71 de Podemos+IU(UP). Y, como le gustaría “un gobierno de izquierda”, cierra unos acuerdos con ese partido derechista que son considerados inaceptables por todas las formaciones izquierdistas. Y lo hace “discretamente” al margen de esas últimas y mientras está negociando con ellas un “Gobierno de progreso”. Tan “discretamente” que su cumbre bilateral con Albert Rivera para cerrar su pacto se celebraba en secreto y simultáneamente a la negociación “a cuatro” del PSOE con el resto de la izquierda en la que él había declinado participar. Sin duda, por problemas de agenda.
Por mucho que Sánchez insista ahora en que el programa de gobierno pactado con Ciudadanos es “progresista y de cambio”, no sólo es que no convenza a Podemos de ello sino que esa tesis es rechazada de plano tanto por los otros partidos de las izquierdas como por los sindicatos, las mareas y los movimientos cívicos y sociales. Además, pretender que votar contra ese pacto PSOE-C’s es apoyar a Rajoy es un sofisma: como hago una inferencia falsa –que si no se aprueba esa investidura de Sánchez se le entregará el poder a Rajoy– llego a una conclusión viciada.
Para empezar, el anunciado fracaso de la investidura del líder socialista se produce porque
tras su pacto con Rivera se queda sólo con el apoyo de Ciudadanos y el voto en contra de todos los demás, cuando en la otra alternativa contaba con los votos de varias formaciones (Podemos, Compromís, IU y PNV) y la abstención de otras dos (ERC y DiL). Pero el escollo insuperable de esa opción consistía en que había que dejar a Podemos entrar en el Gobierno –demanda comprensible cuando está casi igualado con el PSOE en número de votos– y eso es anatema para los poderes fácticos en España y en Europa: ni la Troika ni las grandes corporaciones y entidades financieras van a permitir que llegue al Ejecutivo de la cuarta potencia europea un movimiento dispuesto a tirar de la manta del expolio de fondos públicos y a acabar de golpe con las destructivas políticas de austeridad económica.
Sea o no cierto, lo innegable es que el ascenso de Podemos causa auténtico pánico entre las tradicionales clases dirigentes, sobre todo donde puedan levantarse alfombras que tapan corruptelas y cosas peores… una vez visto el efecto del ascenso de los movimientos del cambio en las comunidades y ayuntamientos donde está aflorando el lodazal de la corrupción enquistada durante décadas de gobiernos impunes. Y la pretensión de Iglesias de llegar, a través de la vicepresidencia, a conocer los monstruos que se esconden en las alcantarillas del espionaje y de Interior –jamás saneadas tras el fin de la dictadura–, provocó reacciones horrorizadas. ¿Qué será lo que hay ahí que no se puede saber?
En cualquier caso, el empeño de Sánchez en dejar en evidencia a Iglesias en una investidura en la que supuestamente debería darle un cheque en blanco para que gobierne mediante pactos de “centroderecha” –como él mismo define ahora su alianza con Rivera– corresponde a una evidencia demoscópica que la serie de los últimos sondeos dejan bien clara: unas nuevas elecciones pintan muy mal para los dos grandes del bipartidismo.
Porque, y ya para terminar, el sofisma de que no apoyar el acuerdo PSOE-C’s es darle el poder a Rajoy falla también por la aritmética electoral (y no sólo la parlamentaria). En vista de todos estos órdagos, lo más probable es que vayamos a unas nuevas elecciones en las que el PP puede llegar a perder más de un millón de votos –según la última encuesta de Invymark para La Sexta–, el PSOE se quedará estancado en su nivel electoral más bajo de la democracia y Podemos seguirá subiendo para empatar con los socialistas. Entonces sí que no quedaría más remedio que hacer un Gobierno de coalición PSOE-Podemos.
Como eso causa pavor a los que de verdad mandan en España y en Europa, las presiones para que se alcance una Gran Coalición –siempre excluyendo a Podemos del poder– van a ser frenéticas. Incluidas las que busquen descabalgar de La Moncloa al propio Rajoy, a quien (según Sigma-2) el 72% de los electores piden que dimita por la corrupción y al que el 48% de los propios votantes del PP no quieren como candidato a la Presidencia.
Es precisamente Rajoy el que tiene muy poco futuro político en 2016.
Carlos Enrique Bayo.
A partir de ahora nos tenemos que acostumbrar al nuevo PsoE.
ResponderEliminarAhora ya son de Centro-Izquierda. ¿Y eso, qué significa? Pues es muy fácil: como Susana Díaz o Felipe González = 68,869% de derechas y 31,13% de izquierdas. Si ellos no entienden de sumar, ¿quién va a entender?
El PSOE con el IBEX 35 parece que sí suman.
ResponderEliminarEn algunos lugares el PSOE no es ni catalogable...¿centroizquierda?. Peor que el PP, vamossss,vamosss.
ResponderEliminarProbablemente haya elecciones generales..., en las anteriores voté al Psoe...y en mi casa votamos varios..Gracias a las políticas del PSOE en el ayuntamiento de Quintanar de la Orden (Toledo), que ni en Madrid el PP ha hecho lo que han hecho estos, votaré y espero me secunden los mios a cualquier otro partido. No hemos salido de la crisis, no se puede exigir al ciudadano lo que no se exige ni en la capital de España...pa tener el pueblo ¿más bonito?. Ni socialista ni obrero, no merecen ni las minúsculas..
Y en una de las Comunidades Autónomas peor paradas en relación a trabajo, paro, renta per cápita...
Falsos, mas que falsos.
Hay gente que no se explica porque algunas personas deciden en un momento acciones tremendas contra algo externo o contra sí mismas..., muchas veces se ha creado un cúmulo de problemas que, como las cartas de un castillo de naipes, se mantienen en una estabilidad muy limitada y llega alguien y pone otra carta y sanseacabó,...luego hacen un minuto de silencio pa la foto.