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miércoles, 19 de octubre de 2016

Granada 1936

Granada durante la Guerra Civil
20 de julio. A primera hora de la tarde los fascistas entran en acción.  El comandante militar de Granada,  Miguel Campins y Aura,  ha creído ingénuamente que los oficiales se mantendrán  fieles a la República.   El  pueblo ha pedido armas que nunca han llegado y las consecuencias no tardan en llegar. En pocas horas se hacen los golpistas  con el control de  los puntos estratégicos de la ciudad. Sólo resiste  El Albaicín, donde los obreros aprovechando la orografía sinuosa del barrio defienden heroicamente y con escasos medios la legalidad republicana.  Se enfrentan a un ejército con todos los medios a su disposición,  incluso, parten aviones de la cercana población de Armilla para bombardear el barrio. Tres días después cae a sangre y fuego el último  punto de resistencia existente en la ciudad.

Campins es finalmente detenido y juzgado en Sevilla siendo  condenado a muerte a pesar de la petición de clemencia que le hace llegar Franco a Queipo de Llano. Posteriormente, el dictador, que ya tiene todos los poderes,  se vengará desoyendo la petición del virrey de Andalucía para intentar salvar al general Batet.

La mayoría de los  principales cargos públicos han sido encarcelados y aguardan su incierto destino.  Otros han sido o serán  vilmente asesinados. Es el caso del cuñado de Lorca, Manuel Fernández Montesinos.  Elegido alcalde de la ciudad, es detenido el 20 de julio y asesinado el 16 de agosto como represalia por unos bombardeos efectuados por fuerzas republicanas. También asesinan a Constantino Ruiz Carnero, director del periódico El Defensor de Granada y primer teniente de alcalde de la ciudad. Se ha significado a través de sus mordaces e irónicas críticas contrarias a la derecha local, y claro, esto no se lo perdonan.

Han elegido al comandante José Valdés Guzmán, gobernador civil de Granada. Despiadado y cruel es también nombrado jefe de milicias de Falange Española. Por tanto, no puede estar en peores manos el control represivo de la ciudad.   Distintos investigadores lo consideran principal responsable del asesinato de García Lorca y de centenares de crímenes más.

Los que matan en nombre de Dios y de la patria actúan sin la más mínima conmiseración cristiana. Están enloquecidamente sedientos de sangre. Matan en cualquier parte de la ciudad pero especialmente en las tapias del cementerio, detrás de La Alhambra o en Viznar.  Cuentan que el enterrador del cementerio de Granada enloqueció tras ser testigo de innumerables escenas desgarradoramente  dramáticas durante las interminables ejecuciones.  El capitán Nestares, jefe de puesto de Viznar, ha salvado de la muerte a algunos catedráticos que ahora emplea en los enterramientos efectuados en dicho lugar hasta que se entera el insaciable Valdés y ordena sean ejecutados.

Los miembros pertenecientes a las Escuadras Negras, de infausto recuerdo para los granadinos, recorren todas las noches la ciudad en busca de personas que consideran sospechosas de simpatizar con la República o puedan pertenecer a algún partido o sindicato de izquierda con el fin de encarcelarlos o darles muerte sobre la marcha.

Los vecinos de Granada viven aterrorizados pendientes de cualquier detalle, por insignificante que sea, que haga que se enciendan las alarmas.

A Lorca lo detienen el 16 de agosto en casa de unos falangistas que lo han protegido, la familia Rosales, y es asesinado en Viznar el 17 o el 18 de agosto, no se ponen de acuerdo aún los investigadores en la fecha exacta, junto al maestro de escuela, Dióscoro Galindo y los banderilleros anarquistas, Francisco Galadí y Joaquín Arcollas.

Los Rosales , conscientes del peligro que se cierne  sobre uno de sus hijos, Luis, poeta y acusado  de haber dado refugio a García Lorca ,se movilizan pues creen que Valdés ahora va a por él.  Finalmente, el asunto se resuelve con una fuerte multa.

Como en otros muchos lugares, no disponemos de la cifra exactas de personas que fueron ejecutadas en Granada durante la guerra. Algunos investigadores hablan de unas 5.000 ejecuciones.

Los fascistas justificaron en su momento la terrible carnicería perpetrada, asociándola al hecho de que la ciudad estaba sitiada por fuerzas republicanas que controlaban poblaciones cercanas, y  que  a través de la implantación del terror estrangulaban cualquier posibilidad de resistencia en el interior. Lo cual suena a mentira y de las gordas pues la realidad es que siguieron fusilando después de la guerra, como en tantos y tantos otros sitios.


ANTONIO ALFONSO HERNÁNDEZ , 19 de octubre de 2016

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