¡Se sienten coño!

Todo el mundo conoce el intento de golpe de estado ocurrido en el año 1981, concretamente el 23 de febrero, incluso hasta tenemos una película. Todavía no la he visto así que no puedo hablar de ella. Lo que sí puedo decir, es que el 23-F se gestó con toda facilidad y con la connivencia del CSID. No olvidemos que la transición “modélica” no cortó con el franquismo, los cuerpos de seguridad estaban infestados de personajes de la ultraderecha y el CSID no era un caso aparte. Hasta los americanos sabían que algo gordo se estaba gestando, y puso en estado de alarma las bases que gracias a Franco habían conseguido introducir en la península Ibérica.

La operación Galaxia fue un claro aviso de los acontecimientos que estaban por llegar. Gracias a un chivatazo que puso en conocimiento del estado la intentona golpista, lograron detener a los ultra-fascistas Tejero e Ynestrillas que fueron condenados a 7 y 6 meses de prisión. Para colmo Ynestrillas fue ascendido posteriormente a comandante. El franquismo seguía premiando a sus héroes con total descaro.

Tejero no cejaba en su empeño de volver a reivindicar el 18 de Julio de volver a enarbolar la bandera del “Glorioso Alzamiento Nacional”, de la “Santa Cruzada”, de la “España una grande y libre”. Se le podía ver los días previos al golpe frecuentando las cafeterías con oficiales simpatizantes de Fuerza Nueva de Blas Piñar, oficiales estos  que habían sido vistos en las manifestaciones filofascistas convocadas por los partidos de la reacción antidemocrática franquista. Al grito de  ¡Quieto todo el mundo! Y. ¡Se sienten coño! Tejero, intentó retrotraernos al pasado de la vergüenza española.

Los golpistas no contaron con los suficientes apoyos y el acto de rebeldía se convirtió en una Sanjurjada. Puede parecer que aquí acabó la cosa y que los militares antidemocráticos habían comprendido que en el viaje de la democracia no había billete de vuelta. Lo cierto es que algunos seguían obcecados en su empeño de mantener el gobierno bajo la bota militar.

Parece ser que esta vez los Servicios de Desinformación hicieron bien su trabajo. En un restaurante en Biarritz donde se celebraba una cena homenaje a Blas Piñar y se encontraba lo más granado del fascismo español. Los servicios de inteligencia lograron hacerse con un maletín a cargo del coronel Muñoz, fotocopiaron su contenido y volvieron a dejar el maletín donde el coronel  lo había guardado, en el maletero de su coche. A la mañana siguiente detuvieron al militar traidor y lo interrogaron. La documentación intervenida podría poner los pelos de punta hasta a un calvo y, revelaba una trama golpista al estilo del general Mola. El General Milans del Bosch organizaba todo el “cotarro” y había fijado la fecha del golpe al 27-O la jornada de reflexión previa a las elecciones donde el PSOE conseguiría la mayoría absoluta el 28 de octubre de 1982. El plan consistía en provocar un gran atentado en Madrid y atribuírselo a ETA o al GRAPO. La gran alarma social que produciría el atentado unido al enfrentamiento político entre los distintos partidos durante la campaña electoral justificaría sobradamente la actuación de los “salvadores” de la patria para evitar el desastre de la disgregación política y territorial.

El golpe contaría con el apoyo de la masa franquista y con la acción violenta de los grupos organizados que militaban en la ultraderecha que, se encargarían de “anular” a los líderes políticos más significados en cada región. Serían arrestados y eliminados (asesinados) según conveniencia por elementos militares con la ayuda de civiles organizados y respondiendo a la contraseña “Chispazo”. El nuevo Alzamiento Nacional al más puro estilo del 18 de julio respondía al nombre de: “Golpe militar-civil algo cruento".

Volvían estos salvapatrias del tres al cuarto con la misma cantinela: “España se deshace, se desmorona. Los anti-España quieren desmembrar el estado Español. Los comunistas y los socialistas han vuelto. Peligro para las gentes de orden”. Esta vez no había peligro Bolchevique, había peligro democrático, lo mismo que en el 36 no existía ninguna amenaza rusa de convertir España en un satélite del gobierno ruso. Había peligro para la iglesia, los caciques y el ejército acomodado en sus privilegios ancestrales. Peligro que supieron bien hacerlo desaparecer y ya ven, todavía tenemos que seguir soportando a la iglesia y a sus salidas de tono; eso, sin contar con el perjuicio económico al que somete a las arcas del estado.