Artículo por Francisco Espinosa Maestre
Constituye un lugar común que de todo
libro es posible sacar alguna enseñanza o provecho, incluso de los malos. Pues
bien, con el libro de Héctor Alonso García El
coronel Puigdengolas y la batalla de Badajoz (Publicaciones de la
Universidad de Valencia, 2014), estamos ante uno de estos casos. Por diversos
motivos creo conveniente hacer algunos comentarios sobre él antes de olvidarlo,
comentarios que en modo alguno quieren ser una reseña.
La terminología denota la
ideología del autor, que, en este caso, por más que se disimule a veces, se percibe
claramente. En numerosos ocasiones H. Alonso escribe de lo que ignora. No ya
porque dé por muerta durante los sucesos de Casas Viejas a “La Libertaria”,
cosa totalmente incierta, sino porque incluso recoge la vieja leyenda de
“¡Tiros a la barriga!” de Manuel Azaña, al que también se culpa de haber
tratado en el 36 a Puigdengolas como “cabeza de turco”, tal como según cree ya hizo
en el 1933 con Rojas. Habrá que ver de dónde ha cogido lo de los “tiros a la
barriga”, porque este es otro misterio del libro: de numerosas afirmaciones no
se dice la procedencia. Supongo que a veces es porque las toma directamente de
Arrarás o de cualquier otra fuente de
parte. Por otro lado, un libro en que se alude a la “Benemérita” y a los
“nacionales” ya de entrada choca.
Pero la ignorancia de H. Alonso
no solo abarca la República sino también el golpe militar y la represión que le
acompañó. No le basta con decir que el alcalde de Badajoz, Sinforiano
Madroñero, era socialista, sino que fue un “socialista radical”. ¿De dónde lo
saca? Sin embargo, el guardia civil Carracedo, un fascista manifiesto, no era
un golpista radical. Quizás H. Alonso piensa que por eso Madroñero fue asesinado
a los pocos días de la ocupación de la ciudad y el otro sobrevivió hasta hace
poco. Una afirmación como la de que desde febrero la oficialidad del regimiento
de Infantería de Badajoz “había sido profundamente depurada, consiguiendo
dividirla y enemistarla”, parece escrita por Ricardo de la Cierva o simplemente
por una persona que lamenta el fracaso del golpe en Badajoz. Y el general
Matallana, ¿qué pinta ahí? ¿Su marcha a Madrid con el general Castelló Pantoja descabeza
la sublevación en Badajoz? En el enorme sumario que se abrió al regimiento no
hay la más mínima alusión a dicho general y sí a quienes realmente estaban
intentando preparar la guarnición para el golpe, caso de García Pumariño. Sería
interesante conocer la fuente que le permite afirmar tal cosa.
Por su parte el comandante Vega Cornejo,
“cuyo carácter cobarde e indeciso le había impedido apoyar la sublevación”, recibe
el mismo trato que la historiografía franquista y neofranquista le han dado
siempre. Si hubiera colaborado con el golpe no dirían eso de él. Y es que H.
Alonso se cree todo lo que pone en ciertos documentos, sobre todo si estos son
de los golpistas vencedores. Es de temer la lectura que hace de ese cúmulo de
calumnias llamado Causa General. ¿Y qué decir de los informes de la Policía
Municipal tras el golpe? Y sobre las víctimas habidas en Badajoz uno de los que
cita es Moa, un conocido experto en la materia como todos sabemos. Se permite
decir que fue en algunos pueblos donde se produjeron los primeros actos
represivos, olvidando que la violencia y el terror fueron consustanciales al
golpe del 18 de julio. De hecho salva a la Guardia Civil, avanzadilla del golpe
en buena parte del país. Para ello uno de los ejemplos que cita es Azuaga. No
resulta a estas alturas muy complicado saber que fue el guardia civil fascista
Miranda Vega el que en fecha tan temprana como el domingo 19 de julio, con
motivo de una manifestación pacífica, ordenó disparar sobre la gente causando
la muerte de 17 vecinos (cayó también un guardia civil). La primera víctima de
derechas se produjo el 31 de dicho mes.
Para H. Alonso los milicianos que
para la defensa de la ciudad se instalaron en la torre de la catedral
“estuvieron importunando” y causaron algunas bajas a los legionarios. Ahora
resulta que los defensores de la ciudad, en este caso civiles, “importunaban” a
los atacantes, las fuerzas de choque de los sublevados. Y por si fuera poco, se
nos dice que los oficiales de dichas fuerzas frenaban la insaciable violencia
de la tropa legionaria. ¡Gran novedad esta! Va a ser como la de que Franco acabó
con la represión en cuanto supo de ella… El colmo ya es que justifique la
represión efectuada por las columnas en su ignorancia de lo ocurrido en los diferentes
lugares, “sobrepasando sin duda las instrucciones que habían recibido”. Esto lo
podría haber escrito hace décadas Martínez Bande.
¿Y qué hemos de pensar cuando se
califica a un individuo como el guardia civil Gómez Cantos de “personaje
polémico y de un gran carácter [que] demostró su gran valor y decisión al
sublevarse y hacer frente a los milicianos, a los que causó bastantes bajas”? Añade además que el temible Gómez Cantos “sufrió
persecuciones…”. Olvida que nadie quería tener un sujeto semejante, un sádico
violento, en su pueblo, porque allá donde iba creaba problemas de todo tipo.
Evidentemente era el hombre ideal para un golpe brutal y sangriento como el de
julio del 36 (para desgracia de Villanueva de la Serena). Era de los elementos
que hacía ya mucho tiempo que debían haber estado fuera de la Guardia Civil. No
obstante, no es el único. De otro ex militar fascista y propietario, Luis
Alarcón de la Lastra, se nos habla de su “brillante participación en la
guerra”. Un individuo que desde Sevilla fue bombardeando los pueblos de la ruta
hacia Madrid y a H. Alonso solo se le ocurre comentar la brillantez de su
participación. Hacía tiempo que no veíamos tanto despropósito junto. Creíamos
ingenuamente superadas ciertas cuestiones.
Las citas merecerían un capítulo
aparte: no ya solo por las menciones de Arrarás. También vemos, y no pocas
veces, entre otros, al Tebib Arrumi (seudónimo de Ruiz Albéniz), Martínez
Bande, Sánchez del Arco, Luis Suárez, H. Thomas, Ortiz de Villajos, Moa, Leopoldo
Nunes (un periodista portugués mentiroso compulsivo), Calleja (el “biógrafo” de
Yagüe), Martín Rubio… Por citar cita, tomándolo de otro libro, incluso al
fascista Agustín Carande, un alto cargo de la Falange pacense, diciendo que la
represión no fue tanta. Además, respecto a la documentación, no existe una
manera coherente de citar: unas veces se hace de un modo y otras de forma
diferente. Otras citas (Vila, Reig Tapia, Chaves o yo mismo) merecerían otro
análisis.
H. Alonso muestra gran habilidad
en tergiversar lo que hemos escrito los demás. Sería tedioso y absurdo enumerar
una por una estas tergiversaciones. Comentaré
solamente una para que se vea el estilo. Dice que el comunicado de Yagüe
a Franco en el que se leía: “No tengo nada ocupado de la muralla. Al sur…” fue
enviado a las 11.45 y no, como yo digo, a las 10.45 del día 14 de agosto. Esto
le permite decir en nota a pie de página “Espinosa confundió la hora…”. Pues
no, no la confundí. En el documento original se lee claramente que fue enviado
a las 10 h. 45 minutos del 14-8-36. Mi duda es: ¿realmente ha visto el
documento? Lo cita mal: “AHMA, DN, Leg. 344”. La verdadera cita es “AHMA, DN, Leg.
344, carpeta 5, documento 63”. Es solo un ejemplo.
¿De dónde saca los datos? En
Villafranca no fueron detenidas 80 personas, sino más de cien. Tampoco el
convento de las monjas se convirtió en hospital de sangre. Según parece, no ha
investigado este pueblo pero sabe mucho de él. Por cierto se le ha olvidado
que, antes de marcharse, el capitán Meléndez llevó a cabo una pantomima de
consejo de guerra por la que fueron asesinadas 56 personas, número equivalente
a los encerrados en la sacristía. En Villafranca no fue asesinado ningún
derechista. ¿No le parece esto algo digno de reseñar a H. Alonso? Sobre
Villafranca le aconsejo mi libro Masacre
(Aconcagua, Sevilla, 2011). Así podríamos seguir con otros pueblos de los que
el autor, sin saber nada, se permite, opinar: Mérida, La Nava, Lobón (donde
diga lo que diga no fue asesinado nadie de derechas)...
Las notas de Puigdengolas
plantean numerosas dudas. Todo va orientado a justificar su huida. Podemos
entender que huyera, pero no por eso hay que tomar al pie de la letra todo lo
que escribió. Estamos ante la versión de Puigdengolas. Cayó el Comité de
Defensa de la ciudad (Almarza, De Miguel, Trejo, Terrón de la Cámara, Sempere,
Madroñero, Fatuarte y Flecha) y los máximos responsables militares (Cantero,
Vega y Pastor). H. Alonso olvida esto, lanza basura sobre algunos, y más bien
parece “el defensor del coronel”. Otras veces el autor raya en la ingenuidad,
como eso de creer que los “fusilamientos” lo realizaba “personal civil
militarizado”. Para él, que en el caso del alcalde Madroñero la tarea la
llevasen a cabo militares, constituye una excepción. H. Alonso debe saber que en
la represión, en los asesinatos, intervinieron militares, guardias civiles,
legionarios y regulares, soldados, policía municipal y personal paramilitar, es
decir, todos. Hasta curas.
Finalmente, en dos ocasiones, H.
Alonso alude a que yo dispuse de una copia de los “manuscritos” de
Puigdengolas, que me llegaron por un amigo de la familia. Se extraña de que no
hiciese gestión alguna para contactar con la familia. Esto es lo que se llama
“descubrir el Mediterráneo”. Llama la atención que el autor ignore que en 2012
y en la misma editorial valenciana, dentro de mi libro Guerra
y represión en el sur de España
(Publicaciones de la Universidad de Valencia, 2012, pp. 177-193), se
publicó un artículo titulado “Badajoz, 1936. Crónica del general Puigdengolas.
Comentarios”. Yo tuve acceso a las notas
de Puigdengolas tres meses después de la publicación de La columna de la muerte (Crítica, Barcelona, 2003) por medio de
Rafael Suay Artal, compañero de trabajo de un nieto del coronel, que me entregó
una copia con permiso de la familia. El nieto y Suay también me hicieron llegar
copia del nombramiento del coronel por el ministro de guerra como comandante militar
de todas las fuerzas leales de la República en la provincia de Badajoz. Para
cuando me llegó dicho documento ya habían salido tres ediciones de La columna de la muerte. En las
siguientes ediciones también resultó muy difícil integrarlo, de forma que lo
reserve para otra ocasión. Como el objetivo de mi trabajo no era Puigdengolas
no tuve nunca ningún interés en hablar con la familia, que bastante había hecho
proporcionándome las notas que el militar dejó sobre el desastre de Badajoz.
Todo esto fue contado con detalle en el libro antes aludido de la PUV, cosa que
el autor, pese a estar hablando de la misma editorial, parece ignorar. Por otra
parte, como bien sabrá H. Alonso García, los escritos de Puigdengolas, no son
inéditos desde que en 2006 alguien los hizo públicos en Internet. Quizás todo eso
explique que en esta ocasión, sorprendentemente, las notas de Puigdendolas no
se incluyan en documento aparte. Si ya pasaron por Internet hace unos diez años
y yo las publiqué en 2012, ¿para qué repetirlas ahora?
Vuelvo al principio y matizo más.
Cualquier libro puede aportarnos algo por uno u otro motivo, pero en este caso no
solo no avanzamos sino que volvemos atrás, a cuestiones que creíamos ya
superadas. Desde luego hay cosas mucho más interesantes que leer.
Gracias Paco por tus opiniones,que comparto.
ResponderEliminarEs agradable tener noticias tuyas
Rafael B.Vega
Ya le escribi a esta individuo hace unos meses , no me ha contesdo, sobre sus crtterios que los que se sublevaban eran unos hombres valeroso y los que no lo hacian unos cobardes.
ResponderEliminarLo sosprendente es que el libro es una Tesis Doctoral, me gustaria saber que opinaron los cinco del tribunal de la Universidad de Valencia
Rafael B.Vega
Agradecemos a Francisco Espinosa que haya compartido con los lectores del blog este interesante y esclarecedor artículo. También es de agradecer la presencia en el blog de Rafael Barrientos Vega, nieto del Comandante de la Guardia civil, José Vega Cornejo, asesinado por los golpistas que entraron en Badajoz el 14 de agosto de 1936.
ResponderEliminarGracias Juan Antonio
ResponderEliminarAhora voy ha tratar de trabajar en quienes fueron los miembros del tribunal que aceptaron este texto en Tesis Doctoral y ademas le publican un libro.
Como tu sabes le escribi alñ al autor y no me contesto.
RB Vega
Excelente y esclarecedora entrada del maestro Francisco Espinosa que nos honra con su presencia en el blog. Gracias.
ResponderEliminar¡excelente por el profesor francisco Espinosa!,no soy experto en la guerra civil española, pero si puedo decir que hace años que no leo un historiador de derechas que no sea un vulgar mixtificador, el caso es que también ocurre con los historiadores extranjeros que leo como Stanley payne ó roger moorhuse.No sé creo que el último historiador de derechas escrupuloso y riguroso con las fuentes que leí es Carlos Seco Serrano; aunque no sé si Seco era de derechas ó .socialdemócrata.
ResponderEliminarEn su.entrada de hoy,angel viñas .también le da un buen puntapíe al nuevo duo neofranquista Payne y Palacios en lo que promete ser una buena paliza en las próxismas semanas.
http://www.angelvinas.es/?p=404
Rafael granados.Madrid
Javier Tusell, también era de derechas, pero no era un pro-franquista.
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