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jueves, 26 de marzo de 2015

ENIGMAS EN EL ASESINATO DE GARCÍA LORCA. (2)

Artículo por Antonio Alfonso Hernández

La casa de la familia Rosales es un edificio de tres plantas  con un inmenso patio de estilo andaluz rodeado de muchas habitaciones.  En la última planta, se decide  alojar a Lorca. En ella vive “la tía Luisa”, Luisa Camacho, hermana de la madre de los Rosales, Esperanza.

Es importante que tengamos en cuenta bajo qué circunstancias aceptan alojarlo allí.  Luis Rosales le comentó al investigador Agustín Penón, a mitad de los años cincuenta, que en ningún momento la familia de Lorca pensó que la vida de éste corriera peligro.  Tampoco Rosales vislumbró esa posibilidad. Se trataba de darle cobijo para evitarle las molestias de los registros. Por esa razón se acordó acogerlo en la inmensa casa.  No obstante, como ya expliqué en el capítulo anterior, Luis se ofreció para pasarlo a zona republicana,  pero Federico no estuvo de acuerdo.

Se siente a gusto desde el principio, rodeado de las atenciones de las mujeres de la casa; Esperanza Camacho, su hija, Esperanza, al que el poeta llama, “mi divina carcelera”, tía Luisa y Basilisa, la criada. Los varones, por sus muchas ocupaciones lo ven menos, excepto Luis, quien habla con él con cierta frecuencia y Gerardo, el pequeño.

El día 15, se produce un nuevo registro en la Huerta de San Vicente. Esta vez vienen a detenerlo. Encabeza el grupo  Francisco Estévez. Lo revuelven todo buscando tal vez algo que pueda  comprometer al poeta. Parece ser que amenazan con llevarse al padre si no  les dicen dónde se encuentra.

Durante mucho tiempo ha existido la creencia de que, probablemente fuera su hermana Concha, quien  ante la posibilidad de que prendieran al padre habría confesado aterrorizada el lugar donde estaba su hermano.  Sin embargo, en los últimos años han aparecido otros trabajos donde se apunta a otras posibilidades, que veremos después,  creando ciertas dudas de si realmente fue ella la que habría cedido ante las amenazas que sufrieron.
Luis Rosales, en el escrito exculpatorio que envió a las distintas autoridades, se habla que mandó siete, donde tenía que defenderse de la acusación de haber protegido al poeta, comentó que en el último registro efectuado en La Huerta de San Vicente, el del día 15 de agosto, siguiendo su mandato, la familia notificó que estaba en su casa.

También que Federico estuvo  en calidad de invitado, no oculto, como lo demuestra el hecho de que lo hubieran visto muchas personas, nombrando a algunas de las mismas. Igualmente, trató de aclarar que en el tiempo en que estuvo alojado no  fue requerido  en ningún momento por parte de las autoridades, y que ahora, al existir ese requerimiento,  se cumplían las órdenes dadas por él a la familia en el sentido de que fuera puesto a disposición de la justicia en el primer requerimiento que se produjera. Además, puntualiza que en los días transcurridos mientras permanece en la vivienda no ha habido ninguna actuación contra él y que tan pronto como ésta se ha producido, ha obrado dándole cumplimiento de inmediato.

Como podemos ver, es justo lo contrario de lo que le dijo a la familia García Lorca. Que bajo ningún concepto dijeran dónde estaba. Hay que entender que Luís Rosales trataba de salvar el pellejo. Sabía perfectamente cómo se las gastaban.  Es humanamente comprensible que en aquellas circunstancias, decidiera cambiar la historia para intentar salvarse.  No podemos tener ninguna clase de dudas, a nivel humano, del comportamiento ejemplar de aquella familia, que asumieron en aquellos momentos  un riesgo importante al proteger a Lorca. En general, podríamos calificarlo de intachable aunque algunos de sus miembros pudieran no estar de acuerdo con la decisión tomada.
Aunque en esta ocasión no nombró  a nadie concreto en relación con la presunta delación, en cambio, casi veinte años después, Luis, le contaría a  Penón, investigador norteamericano de origen hispano que investigó durante 1955-56 el caso de Lorca, que probablemente fuera su hermana Concha la que les dijo que Federico estaba pasando unos días en la casa de los Rosales, remarcando que estaba invitado por esta familia.

No obstante, la aparición de trabajos relativamente recientes nos ofrecen otras posibilidades.
Es el caso de El silencio de los Rosales. Última huella de Federico García Lorca, 2002. El autor, Gerardo Rosales, hijo del  más pequeño de los varones, Gerardo, narró de manera novelada los detalles que le ofrecieron sobre las últimas semanas de Lorca, tanto su padre como su tío Luis. Según la información aparecida en el libro,  fue Antonio, su tío y también falangista, el que fue “interrogado” por  Rojas, (supongo que se refiere al militar que encabezó uno de los registros a La Huerta) , viéndose obligado a desvelarle el paradero del poeta.  Antonio, le comentó a su padre que Rojas  ya lo sabía y sólo buscaba que él se lo confirmara.

En el libro, Lorca, el último paseo, de Gabriel Pozo, 2009, se da a conocer el contenido de una carta manuscrita que le envió la actriz Enma Penella, hija de Ruiz Alonso, al autor del libro,  donde explica la confesión que le hizo su padre sobre estos hechos antes de morir. La actriz puso la condición de que no se publicara hasta que ella falleciera. Cosa que ocurrió en agosto de 2007.
Alonso le habría dicho a su hija  que fue el mayor de los Rosales (Miguel), el que le dijo en un desfile falangista, que Lorca estaba en su casa y que no estaba de acuerdo con  que estuviera invitado y quería que se fuera. El padre de la actriz informó a sus jefes de la CEDA y prepararon la denuncia contra Lorca.

También dijo en el escrito, que Queipo estaba al corriente del asunto de Lorca. Llamó al Gobierno Civil, ya lo habían llamado antes a él desde allí para consultarle, y ordenó que le dieran un gran susto a Lorca para que confesara lo que sabía sobre Fernando de los Ríos y, además, firmara una denuncia contra él. Según esta versión, De los Ríos sería realmente el objetivo que buscaban.
Ruiz Alonso le habría contado a su hija, además,  que el hijo mayor de los Rosales le entregó a Lorca sin esposar y así fue llevado.
Estos datos vendrían  a refrendar la sospecha que siempre existió, de que Ruiz Alonso estaba detrás de la denuncia.

 Seguimos con el relato de los hechos. La madrugada del  16 de agosto, domingo, es asesinado Manuel Fernández Montesinos, cuñado de Lorca. Es de suponer que éste  se entera de la notica  a través de su familia, y a partir de ese momento  es previsible que comenzara a temer seriamente por su vida. Se da la circunstancia, según lo que  declaró  Esperanza Rosales a Agustín Penón  en 1956, que precisamente ese día habían hablado de la posibilidad de trasladarlo a otro lugar más seguro.
A primera hora de la tarde,  15.30 a 4 de la tarde, aproximadamente, de aquel fatídico día, 16 de agosto, un coche, marca Oukland, para en las inmediaciones del domicilio de los Rosales. En el citado vehículo viajan, Ruiz Alonso, Juan Luis Trescastro Medina, abogado, también de la CEDA y emparentado familiarmente con el padre de Lorca y al menos una persona más. Existe cierta controversia  aún sobre el nombre de esta tercera persona, por lo que omitiré los nombres que se barajan. En cualquier caso la participación de este individuo y la de Trescastro se limitó a la de meros acompañantes. Es decir, no intervinieron en la detención y posterior entrega del poeta, algo que recayó únicamente en Ruiz Alonso, como el mismo reconoció en diferentes ocasiones.
Esté  se apea del coche y se dirige solo a la casa de la familia Rosales para proceder a la detención del poeta granadino. Es fácil imaginarse los momentos de tensión  que debió vivir éste, cuando avisado por Esperanza Rosales, “mi divina carcelera”, se entera del motivo de aquella inesperada visita. Según parece, al tratarse de una persona con escasa presencia de ánimo, muy posiblemente afrontara con evidentes signos de nerviosismo y angustia aquellos dramáticos minutos.
Parece confirmado que el despliegue que organizan  en los accesos a Angulo, 1, es enorme, con innumerables policías y guardias civiles apostados en la calle y hombres armados en los tejados,  lo cual demuestra claramente que la detención de Federico García Lorca debió  ser un asunto de especial trascendencia para sus perseguidores.
Los miembros varones de la familia se encuentran todos fuera del hogar. Luis Rosales, en la zona de Motril, de la que es jefe de sector. Su hermano, José, “Pepiniqui”, se ha desplazado para intentar salvar la vida de una persona llevando consigo el preceptivo indulto.  Miguel, jefe de una escuadra falangista, está en el Cuartel de Falange, y parece ser que el pequeño, Gerardo, se encuentra en esos momentos en el cine. Por tanto, las mujeres de la casa deben afrontar solas aquella dificilísima situación.

La madre,  intenta comunicar con su marido o alguno de sus hijos, logrando  finalmente contactar por teléfono con Miguel, el mayor.  Se llega al acuerdo de que Ruiz Alonso se persone en el Cuartel, cosa que hace, para explicarle a Miguel los detalles de la detención. Éste, queda conforme, qué remedio, y juntos se dirigen a  casa de los Rosales.
Sin embargo, el ex diputado  que concedió escasas entrevistas para relatar su experiencia en aquellos días, siempre mantuvo  que primero se dirigió al Cuartel de Falange para informar a Miguel Rosales sobre la orden de detención que le habían dado. Es decir, según él,  no estuvo previamente en el domicilio de la familia. La razón que esgrimió fue que yendo en dirección a Angulo, 1,  se encontró en la puerta de la Comisaria de Policía con Julio Romero Funes, policía y persona próxima al Gobernador Civil, José Valdés. Al enterarse de hacia dónde se dirigía, le informó que allí vivía la familia Rosales, extremo que al parecer desconocía Alonso. Por esa razón consideró mejor informar antes a Miguel.

Cabe preguntarse cómo es posible que una persona como él, bien relacionada, que llevaba varios años en Granada, pudiera desconocer el domicilio de una familia tan popular en la ciudad. ¿Cómo es posible que ninguno de sus acompañantes, ni el gobernador civil, que según él, le dio la orden, le advirtieran de la situación?

Siempre nos quedará la duda. En la entrevista que le hizo Molina Fajardo se quejó de que los Rosales sabían que se puso en contacto con Miguel antes de proceder a la detención.
Al periodista granadino también le contó, que fue Queipo de Llano el que llamó a Valdés para notificarle el lugar en que se encontraba García Lorca, pero al parecer, desconociendo que fuera la casa de los falangistas Rosales. Que  Valdés fue el que le dio la orden para conducirlo al Gobierno Civil.  Desmintió que hubiera gran movilización de fuerzas cuando detuvieron a Lorca  y aclaró que aunque éste fue conducido al Gobierno Civil en el vehículo de Trescastro, éste no les acompañó.
En el trayecto hacia la casa, Miguel le preguntó a Ruiz Alonso por los motivos de la detención. Le respondió entre otras cosas, que el poeta hacía más daño con sus escritos que algunos con las pistolas.
Al llegar, según lo que Rosales le comentó a Penón, se encuentran a  Federico tomando café en el patio , en compañía de algunos miembros de su familia, no recuerda quienes, protegidos  bajo un inmenso toldo que cubría toda la estancia y que la familia instalaba todos los veranos. Nada más llegar, el poeta se da cuenta de la situación al ver el semblante de Miguel. Le dijo que se tenía que venir con él al Gobierno Civil y trató de tranquilizarlo. Ruiz Alonso le indicó que serían sólo unas preguntas. Subió a cambiarse, estaba medio en pijama,  bajó las escaleras y salió a la calle junto a Ruiz Alonso y Miguel Rosales. Ya fuera, se agarró al brazo de éste mientras se dirigen al coche que les conduciría al Gobierno Civil no parándole de repetir que localizara a su hermano Pepe.
Pepe, “Pepiniqui”, era sin duda, el único de los hermanos que podía a través de su influencia resolver el problema. Esa tarde, como decía antes, intentó salvar la vida de un hombre a través de un indulto que ha conseguido, pero llegar tarde cuando ya la ejecución se ha consumado. Esto es lo que le contó Miguel Rosales a Agustín Penón.

Cuando llegan al Gobierno Civil, algo después de las 6 de la tarde, Rosales tiene la preocupación lógica de que puedan torturar a Lorca. Habla con unos amigos del Gobierno y estos le dan su palabra de que tal hecho no se producirá.  Esa tarde, ejerce de Gobernador Civil, supongo que con todos los poderes, el teniente coronel de la Guardia Civil, retirado, Nicolás Velasco Simarro, debido a que Valdés lleva toda la tarde supervisando unas posiciones en La Alpujarra no llegando hasta a eso de las diez de la noche al Gobierno Civil. Rosales logra hablar con Velasco, el cual le asegura  igualmente que no le harán nada.

Miguel y Federico se dan un fuerte abrazo de despedida, será la última vez que se vean, y según declaró a Penón,  intenta localizar lo más rápidamente posible a  su hermano José. Es consciente que el tiempo corre en su contra y no puede perder ni un segundo.

Es conveniente que haga un alto en el camino para hacer la siguiente puntualización. El relato  de las actuaciones de Miguel Rosales aquella tarde, las hago basándome principalmente en lo que éste le  contó a Penón. Obviamente, si  se tuviera en cuenta el escrito de Enma Penella sobre la confesión que le hizo su padre antes de morir, donde éste implica en la delación del poeta a Miguel, el relato naturalmente sufriría importantes cambios.  No obstante, hay que decir, que esta presunta implicación de uno de los Rosales en los hechos, no está ni mucho menos demostrada ya que no podemos tener la certeza absoluta de que Ruiz Alonso dijera  la verdad a su hija, o que debido a los muchos años transcurridos, no pudiera equivocar algunos datos. Podemos tener la certeza, además, de que este hombre nunca contó toda la verdad en las distintas entrevistas que concedió, e incurrió en diferentes contradicciones. El contenido del escrito que mandó la actriz a Pozo,  se publicó en su momento y me limito simplemente a exponerlo aquí. Después, que cada cual saque sus conclusiones.

Sigamos pues. Miguel Rosales abandona el Gobierno Civil e intenta de manera infructuosa localizar a algunos de sus hermanos, especialmente a “Pepiniqui” Algunas horas después, ya de noche, José, Miguel y  Luis Rosales, acompañados de un falangista amigo de la familia, Cecilio Cirre, van al Gobierno Civil para procurar la liberación de Lorca. Velasco Simarro les dice que Valdés aún no ha llegado, lo cual probablemente sea cierto, y tiene lugar un encontronazo entre Luis Rosales y Ruiz Alonso en una sala bastante grande. Rosales le preguntó gritando por qué se ha presentado en casa de un superior suyo y ha detenido a un amigo, a lo que Alonso le responde:
"Bajo mi única responsabilidad".
Según explicó Rosales, fueron tres las veces que se lo preguntó, tantas como se produjo la misma respuesta. Después, Cirre lo zarandeó y le ordenó que se retirara
Ruiz Alonso, negó a Ian  Gibson haber participado en aquella escena, mientras que Cirre confirmó que la escena ocurrió tal y como se ha descrito.

No consta que ninguno de los Rosales viera en aquella ocasión a Federico García Lorca.
Más tarde, aquella misma noche, suponemos que después de las diez, José Rosales vuelve al Gobierno Civil donde intenta nuevamente conseguir que suelten al poeta.  Con cierta furia llega hasta el despacho de Valdés que se encuentra en compañía de algunos de sus colaboradores. Tienen una discusión muy subida de tono, donde José Valdés le explica que existen  unas acusaciones contra  García Lorca. Le  enseña la denuncia, y después de que José la haya leído le dice:
         "Si no fuera por esta denuncia, yo dejaría que te lo llevaras, pero no puede ser porque mira todo lo que dice".
Antes de irse, Pepiniqui ve a Lorca unos momentos  y le da su palabra que irá pronto a sacarlo de allí.

OBRAS CONSULTADAS

VIDA, PASIÓN Y MUERTE DE FEDERICO GARCÍA LORCA. Ian Gibson. 1998. Plaza & Janés. Editores, S.A. 2003, para esta edición. Ediciones Folio, S.A. Edita ABC, S.L.
LOS ÚLTIMOS DÍAS DE GARCÍA LORCA. El libro-documental fundamental sobre el caso Lorca. Eduardo Molina Fajardo, 2011. Editorial Almuzara, S.L.
EL SILENCIO DE LOS ROSALES. Última huella de Federico García Lorca. Gerardo Rosales. Editorial Planeta, 2002.
LAS TRECE ÚLTIMAS HORAS EN LA VIDA DE GARCÍA LORCA. Miguel Caballero Pérez. La esfera de los libros, S.L, 2011.
LORCA, EL ÚLTIMO PASEO. Gabriel Pozo, 2009. Información aparecida en El País, 10-12-2009, con información sobre el libro citado.









1 comentario:

  1. Se me ha olvidado citar entre las obras consultadas, la siguiente: AGUSTÍN PENÓN. Diario de una busqueda lorquiana. Edición a cargo de Ian Gibson, Plaza & Janés. 1990.

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