Fuera de Euskadi, cuando dices Otegi, la respuesta automática mayoritaria es: un etarra. Hace décadas que dejó la banda pero como le condenaron por pertenencia, sigue siendo ETA, sentenciaban ayer la derecha, de la AVT a Albert Rivera. La simplificación evita muchos quebraderos de cabeza. Así son las cosas y así se las hemos contado, que decía Buroaga. Pero las cosas no son nunca como las cuenta el discurso oficial. La verdad es que Otegi ha estado seis años encarcelado injustamente por sus ideas. Es un preso político.
Desde un juez del Supremo al experto del CNI interrogado y las pruebas presentadas en el juicio, evidencian que Otegi no sólo no seguía las órdenes de ETA sino que las contradecía, como explica
un esclarecedor artículo de Iker Armentia. Hay muchas lagunas en la sentencia de la Audiencia pero sobre todo es incontrovertible que ya no pertenecía a la banda terrorista quien encabezó desde dentro de la izquierda abertzale el enfrentamiento contra su lucha armada. En el mismo alegato del juicio que le condenó expresó su rechazo al uso de las armas.
En el resto de España, es anatema y te convierte en filoetarra recordar que Otegi fue uno de los dirigentes que no sólo abogó por la vía pacífica sino que defendió que la violencia etarra era contraria a los intereses políticos del independentismo vasco porque cargaba de razones al Estado español. Fue una decisión estratégica, no un gesto de bondad, eso tampoco puede ocultarse, pero los jueces no deben juzgar la moral sino los hechos. Tampoco pueden juzgar que no condenase ni haya condenado el terrorismo porque eso no es delito aunque sea éticamente reprobable.
En su caso y el de sus cinco compañeros encarcelados, sin embargo, lo que se juzgaron fueron su ética y pensamiento. En aquellos años oscuros en los que todo lo que giraba alrededor del independentismo vasco era ETA, no convenía permitir que se legitimara la vía política. La única tesis admisible para el discurso hegemónico, entonces y ahora, es que la derrota de la banda es obra del Estado y la policía. Por eso (
lo ha contado estupendamente Arturo Lapuente) había que quitar de en medio a las voces como las de Otegi que también ayudaron a arrinconar a los terroristas.
En el relato oficial no cabe que la izquierda abertzale también haya contribuido al fin del terrorismo. Sigue siendo ETA y lo será hasta el final de los tiempos aunque esté dentro de la legalidad y de las instituciones. En el relato también interesado del otro lado, tampoco gusta reconocer que Otegi y la izquierda abertzale justificaron los asesinatos durante mucho tiempo y que no es heroicidad cambiar de parecer y perdonar la vida a quienes no piensan igual que tú, sino simple y llana humanidad,
como bien ha escrito Igor Marín. Otegi no es Mandela ni el héroe nacional que algunos quieren ver, pero sí es un preso político al que un encarcelamiento injusto ha hecho mártir.
Nunca tendrá la biografía de resistencia de Madiba pero podría imitarle ayudando a la reconciliación de su pueblo si ahora encabeza el reconocimiento de la responsabilidad en el daño a las víctimas y a toda la sociedad. También el Estado debería reconocer sus torturas, represión y asesinatos que fueron la gasolina del radicalismo vasco. No justifican los asesinatos de ETA pero explican silencios y complicidades que en otro contexto serían inexplicables. Una sociedad enferma sólo se cura cuando pasa de justificarse a comprenderse y asumir sus faltas. Las de todos. La misma encarcelación de Otegi es otro de los excesos cometidos contra independentistas vascos. Ningún verdadero demócrata puede respaldar esa violación del Estado de derecho por más que rechace sus ideas.
Hasta Odón Elorza o Eduardo Madina han defendido que no tendría que haber estado en la cárcel. Les honra esa defensa de la justicia por encima de sus heridas. Nos muestran el único camino hacia la reconciliación. De ellos no podrán decir que son ETA. No tengo más preguntas, señoría.
¿Qué pasa con Otegi? Opinión de Iñaki Gabilondo (6 may. 2014)
Una visión alternativa de la excarcelación de Otegi : Columna | Transición; por Fernando Savater http://elpais.com/elpais/2016/03/04/opinion/1457107621_854517.html vía @el_pais
ResponderEliminarBuuuuf Fernando Savater: con los filósofos no puedo. Disculpa que no entre en el enlace, pero como ya he señalado he leído muchos comentarios sobre Otegi; a favor y en contra. Pero a estos izquierdosos de "postureo" prefiero ignorarlos. Me acuerdo de cuando justificaba la tauromaquía. Huy, solo de acordarme de las chifladerías que decía me dan arcadas.
ResponderEliminarEs curioso que te caigan mal Fernando Savater y Fernando Sánchez Dragó. De los poquísimo intelectuales españoles que conocieron la cárcel bajo el franquismo. Es posible que después de todo no seas tan antifranquista como dices; elogias el antifranquismo pero sólo cuando es de tu cuerda política.
ResponderEliminarDragó antifranquista. Jajaja. Eso sería cuando Franco era cabo. Ahora Dragó dice que con el sátrapa vivíamos mejor. Claro que ofrece datos del año 1975, que dicen que en España no había paro, mientras 4.000.000 de Españoles habían emigrado. 2.000.000 con contrato y otros 2.000.000 sin papeles.
ResponderEliminarLo que os gusta mezclar las cosas. Merkel en anti-nazi, yo soy anti-nazi ¿Por eso me va a caer bien Merkel?
Fernando Sánchez Dragó nació postumamente de un republicano asesinado, pasó su infancia en el barrio de Salamanca con su madre viuda -su padre, periodista republicano fue asesinado por los franquistas, al parecer instigados por un diputado cedista-, estuvo 17 meses en la cárcel de Carabanchel en 1956 por ser miembro del PCE y participar en las revueltas estudiantiles de ese año, Mugica lo cuenta muy bien : "No supe que era judío hasta los 14 ó 15 años", por @mariano_alonsof http://www.libertaddigital.com/espana/2014-01-14/enrique-mugica-no-supe-que-era-judio-hasta-los-14-o-15-anos-1276508129/ vía @libertaddigital
ResponderEliminar