jueves, 6 de diciembre de 2018

Yo no celebro nada, sin república no hay democracia


El Régimen del 78 ha demostrado una cosa, ser tan corrupto como los regímenes anteriores, o incluso más si cabe. De la II República poco podemos hablar puesto que duró muy poco tiempo; entonces pues, sería muy injusto comparar el periodo de la II República, para bien o para mal, con la monarquía de Alfonso XIII, la dictadura de Franco o la monarquía del 78. En estos regímenes de larga duración la corrupción parecía ser una de sus señas de identidad.

Muchos ciudadanos borbónicos podrán pensar que hoy hay que celebrar la Constitución porque nos ha deparado "el periodo más largo en libertad de la historia de España", o incluso el periodo más largo de paz. ¿Estos logros son gracias a la Constitución del "consenso"? o sencillamente al contexto histórico.

Alemania, por poner un ejemplo, o Italia, también están celebrando el periodo más largo en libertad de su historia. Hay que recordar que en España han habido muchos periodos constitucionales, y que la verdadera democracia en gran parte de Europa no se estableció hasta después de la II Guerra Mundial:
Antes de 1914 la democracia y la presencia de una cultura popular cívica, de respeto por la ley y la defensa de los derechos civiles, eran bienes escasos, presentes en algunos paises como Francia y Gran Bretaña y ausente en en la mayor parte del resto de Europa. Julián Casanova. Europa contra Europa... Pag. 9.


Que muchos ciudadanos borbónicos tengan esta concepción mirífica de la Transición y de sus consecuencias, se debe tan solo a la propaganda con la que nos bombardean desde todos los lados de los mass media, y gracias a la dictadura franquista.

Hoy más que nunca quiero traer a colación dos artículos de eldiario.es

Ciudadano borbónico y adicto al Régimen del 78, es esencial que leas estos dos escritos, son más interesantes de lo que a priori os pueda parecer:




La buena mala conciencia de la Constitución
[Tengo el conocimiento de este artículo gracias al blog De Re Historiographica]
  • Nuestra Constitución contiene lapsus, incongruencias, lastres y momentos fallidos debidos a la mala conciencia de sus autores



  • Pero la mala conciencia tiene, a veces, buenas consecuencias: Constitución tan insegura no podía dejarlo todo atado



  • Dos ejemplos de esta huella ambivalente se dan en el capítulo territorial, con su definición y apertura, y en el de la reforma, con su posibilidad de revisión total
Por Bartolomé Clavero (2015)


El proceso constituyente español de 1976-1978 transcurrió condicionado por el peso de una dictadura institucionalizada que dejó alguna impronta en la Constitución resultante. Se tenía conciencia, aunque intentara disimularse, particularmente entre el sector no cómplice de la dictadura y partícipe en el proceso constituyente. Esto también dejó su huella en la Constitución, una huella no necesariamente negativa. La mala conciencia a veces produce alguna que otra buena consecuencia.


La herencia más evidente de la dictadura en la Constitución fue la monarquía, tanto por sí misma, por su naturaleza antidemocrática, como por lo que representaba. Una monarquía instaurada por el dictador servía de paraguas para una masiva impunidad no solo penal y política, sino también económica, de las empresas y otras corporaciones que habían hecho su agosto con la proscripción de libertades durante cuatro largas décadas. Para quienes habían luchado contra la dictadura o, al menos, no habían sido colaboracionistas y ahora, en 1978, aceptaban esa herencia, la mala conciencia estaba servida. Y motivos había más.


Late la mala conciencia en la Constitución misma. Contiene lapsus, descuidos, incongruencias, lastres, momentos fallidos o toda una serie de quiero-y-no-puedo que como mejor se explican es por el juego no del todo controlado de la mala conciencia. El capítulo más ilustrativo es el de la estructura compuesta del Estado. Comienza por una mención de la existencia de “nacionalidades” que se agota en sí misma, sin siquiera identificárseles ni extraerse efectos. Sigue con una definición completamente fallida, sin plasmación consecuente, de una instancia parlamentaria, el Senado, como “cámara de representación territorial”. Prosigue con un título sobre “organización territorial del Estado” que contempla un mapa virtual de Comunidades Autónomas, virtual porque lo deja prácticamente en blanco, apenas perfilado. Concluye con un reconocimiento de “derechos históricos” de “territorios forales” que no se relaciona con las nacionalidades ni se concreta tampoco a efecto alguno. Remite casi todo a Estatutos de Autonomía sin participarles su propio valor constitucional.

La incógnita es la regla. La dialéctica entre las malas artes de quienes procedían de la dictadura y la mala conciencia de quienes aceptaban el trágala es la explicación. ¿Cómo oso decir que de tamaño embrollo pudiera resultar alguna buena consecuencia? Así es. Con todo ello, la Constitución quedaba abierta. Como faltaron condiciones para sustituir un Estado dictatorial por un Estado democrático que comenzase por componer democráticamente la pluralidad constitutiva de España, ahí que quedaban posibilidades insinuadas y disponibles, fallidas de momento, pero activables para un futuro. A estas alturas, tal y como ha transcurrido el desarrollo de las autonomías territoriales, puede decirse que un horizonte inicial de esperanzas fundadas ha deriva. Leer más...



El (falso) mito de la Transición incruenta
  • En el 40º aniversario de la aprobación de la Constitución española el Estado no reconoce a un número indefinido de víctimas de la violencia política durante los años que llevaron a España de la dictadura a la democracia.

Por Aitor Rivero

Este jueves se celebra el cuadragésimo aniversario de la aprobación en referéndum de la Constitución Española. El 6 de diciembre de 1978 los ciudadanos ratificaron en las urnas una Carta Magna negociada y respaldada por la mayoría de los partidos políticos en medio de un clima de violencia política y amenazas de golpe de Estado militar. Una violencia que no solo no cesó, sino que se recrudeció hasta el final de una Transición que está muy lejos de ser pacífica e incruenta.

Es imposible reconstruir con precisión el relato violento de aquellos años en los que murieron cientos de personas, y muchas miles resultaron heridas, a consecuencia de la violencia política. Al menos, el relato completo. El Estado ha reconocido, en ocasiones muchos años después, a las víctimas del terrorismo izquierdista o separatista (ETA, GRAPO, FRAP). En 2012, el Ministerio del Interior reconoció a la primera víctima de ETA: María Begoña Urroz Ibarrola, un bebé asesinado en 1960 por una bomba en una estación de tren cuya autoría los terroristas vascos nunca han reconocido


Desde aquél 1960, el terrorismo separatista vasco ha asesinado oficialmente a 853 personas y herido a otras 6.389 hasta su disolución en mayo de este mismo año. El Grapo causó, según el Gobierno español, 191 víctimas en su corta existencia. Todos con nombre y apellidos. Y homenajeados por el Estado, aunque sea de forma colectiva.

Pero entre el 20 de noviembre de 1975 y el triunfo del PSOE en las elecciones de octubre de 1982 hubo más muertos por violencia política. Muchos más. Centenares. Y muchos heridos. Miles. Leer más...






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