Ayer fui a ver la película, Mientras dure la Guerra. Me gustó bastante. Reconozco que iba con un poco de recelo; había oído que era algo equidistante y que veladamente nos venía a decir que la guerra fue un hecho ineluctable. Ni lo huno ni lo hotro -permítanme la licencia unamuniana-. No es equidistante y refleja perfectamente la brutalidad -aunque no gráfica- del golpe de Estado del 17 de julio -sí ha leído bien-. Franco prefirió alargar la Guerra Civil que hacerse con Madrid y acabar con la II República en poco tiempo.
Existen otros historiadores que dicen lo contrarío, que no se podía tomar Madrid con 20.000 hombres una ciudad de 1.000.000 de habitantes. Estos historiadores están armando a bebés, ancianos, niños, adolescentes, y a personas con discapacidades físicas, a la vez que a miles de ciudadanos que estaban con los franquistas en la capital de España. Y dan por hecho que en Madrid todo el mundo podía ser armado, es decir que había armas para 1.000.000 de personas. Tonterías las justas por favor.
Amenábar no es riguroso con la historia, nadie lo ha sido jamás en una película, ni en ninguna novela histórica. Esto el espectador debe de saberlo.
En el diario reaccionario ABC, cargan contra Amenábar porque se inventa una secuencia en el palacio de los Golfines de Cáceres:
La ficción muestra al bando nacional cambiando la bandera republicana por la monárquica, la rojigualda, como algo improvisado cuando Franco tenía su cuartel establecido en Cáceres. En realidad, la elección de este símbolo no fue en la localidad extremeña ni fruto de la casualidad. En un acto celebrado el 15 de agosto en Sevilla, con objeto de la festividad de la Virgen de los Reyes, el gallego dio un breve discurso y arrió la bandera republicana, sustituyéndola por la rojigualda (usada, por cierto, en tiempos de la Primera República) al son de la Marcha Real.
En realidad, esto es una licencia que se toma el autor del film, y a mi modo de ver genialmente. Franco y el histrión de Astray salen al balcón del palacio de los Golfines y enseñan la bandera del régimen anterior, mientras tanto un legionario empieza a cantar la marcha Real de Granaderos, a lo que el resto de militares allí congregados se van adhiriendo poco a poco. La escena concluye con un primer plano de la bandera tricolor de la II República instalada en una fachada -ver imagen- y al fondo la bandera del Régimen de Alfonso XIII colgada del balcón de la fachada del palacio. Esto está cargado de simbolismo y nos viene a premonizar la guerra de los militares golpistas contra el Gobierno de la II República. De todas formas en la película dicen que ese mismo acto lo van a repetir "mañana en Sevilla". En el ABC, como siempre sin enterarse de nada. Como he dicho anteriormente, es una película y su director usa todos los elementos dramáticos disponibles a su alcance para contarnos su versión de lo que sucedió en Salamanca aquellos días.
Amenábar nos muestra, magistralmente a un Unamuno egocéntrico, engreído, más que endiosado a la vez que irritante, al que le va cambiando el semblante y que va poniendo los pies en la tierra a la par que ve como están asesinando a todas sus amistades y conocidos. Por fin se baja de esa nube de intelectual adulado por todos. Se da cuenta de que se ha equivocado y que ya es muy tarde para rectificar. La vida de sus hijos corre peligro. Franco aparece como una caricatura, pero que sabía muy bien lo que se traía entre manos.
Despacha el acto del paraninfo con la versión que dio José Mª Pemán en el ABC en el año 1963. Una versión que suena a justificación:
No podemos extrañarnos de que Astray gritara ¡Viva la Muerte!, el necrófilo grito legionario y que deseara la muerte de la intelectualidad -la inteligencia-. Alberto Reig Tapia nos lo confirma. Durante los últimos meses de su vida y en los que Unamuno estuvo recluido en su hogar, el afamado intelectual fue reuniendo ideas y apuntes con intención de escribir un posible libro sobre la Guerra Civil, pensaba titularlo El resentimiento trágico de la vida. En esas notas, dice Unamuno sobre el resentimiento la revolución y la guerra:
"Viva la muerte!", grita Millán Astray. Lo que quiere decir "¡muera la vida!", poder magnetizador de los locos (lisiados) [?] "Muera la intelectualidad y viva la muerte", Millán Astray. La cruzada de 1936. pag. 305.
En El Mundo también tenían su visión de Franco sobre la película de Amenábar:
Este texto lo firma Román Piña Homs. La Guerra Civil, claro que fue una guerra entre buenos y malos. Del lado de los buenos estaba Azaña y otros tantos que jamás alentaron ningún asesinato, y del bando de los malos estaban Franco y toda esa camarilla de militares reaccionarios que alentaron los crímenes en todo momento. ¿Qué película ha visto Piña Homs? ¿Franco comedido e inteligente?...Por esto la guerra civil no fue simplemente una historia de buenos y de malos, y Francisco Franco pudo ser un general comedido e inteligente. Temo que nuestros maestros doctrinarios de colegios e institutos no se lo perdonen. Veremos en cuántas de sus aulas proyectan la película...
Y hoy vamos a ver como a Franco lo sacan de Cuelgamuros: Bienvenido, Amenabar; goog bye, Franco.
Muy buena película y muy buen artículo, amigo. Sobre la no equidistancia de esta obra de Amenábar lo ha expresado muy bien Arturo Pérez Reverte, cuando ha dejado escrito en fechas recientes que el cineasta no es en esta obra equidistante sino ecuánime, que no es lo mismo, claro. Y estoy de acuerdo con ese punto de vista.
ResponderEliminarComo bien dices, eso no quita para que en determinadas escenas muestre la brutalidad con que actuaron los fascistas.