Cuando Franco murió se continuó como si la dictadura no hubiera existido, es decir no se desmantelaron ciertas estructuras estatales, pero la Constitución derogaba la mayoría de las leyes franquistas, y se recuperaban libertades políticas, aunque es cierto que algunas leyes firmadas por el sátrapa quedaron vigentes.
Según El Salto, en 2019: "[todavía existían]169 leyes y normas vigentes aprobadas durante el franquismo. 66 de ellas no han sido nunca modificadas y 43 están firmadas por el dictador" (ver enlace...👈). A la Policía Armada le cambiaron el uniforme y el nombre por Policía Nacional, de los grises pasaron a conocerse popularmente como los maderos por el color marrón de sus uniformes. Del Ejército no se tocó nada. El Tribunal de Orden Público, el temido TOP, pasó a llamarse la Audiencia Nacional. El aparato coercitivo franquista seguía intacto.
En Portugal fue distinto, la dictadura se fue al traste por el golpe de Estado que los militares protagonizaron el 25 de abril de 1974, conocido como la Revolución de los Claveles. Allí si pudieron cortar con el régimen dictatorial, gracias al Ejército. Lo mismo que en Alemania o en Italia con la muerte de Hitler y de Mussolini. En España se murió el perro pero no la rabia, y la rabia fue el franquismo sociológico que partidos como Vox y en demasiadas ocasiones el PP no ocultan hacer gala de el.
Ahora bien, sería injusto asegurar, como algunos desinformados hacen, decir que se continuó con el franquismo. Y es injusto porque cualquiera que conozca lo que fue el franquismo, con la llegada del PSOE y el fin de la transición, el franquismo desapareció. Por mucho franquista que todavía pululara por las administraciones. Y sería injusto pensar que la transición se pudiera haber hecho de otra forma, cuando los encargados de organizarla eran Adolfo Suárez, el secretario del Movimiento de la dictadura y Juan Carlos I, el sucesor nombrado por Franco. Estos dos elementos eran los que tenían que legalizar a los partidos que se presentaron a las elecciones de 1977, las primeras desde 1936.
A Felipe González le vamos a reprochar su giro al otanismo y al neoliberalismo privatizador, y sobre todo, el terrorismo de Estado contra ETA. También, que no quiso mirar a las fosas del franquismo y la memoria histórica, pero no se le puede acusar de seguir perpetuando el franquismo.
Y mucho menos podemos decir en 2025, que el sistema español hoy es una continuación del franquismo. Ya no queda nadie de aquel Ejército franquista, de los grises que se mudaron a los maderos, y de aquel TOP que perdió su nombre por el de Audiencia Nacional. O se murieron o ya están jubilados.
Decir que la monarquía parlamentaria es un franquismo light es banalizar la dictadura de Franco, un régimen que no admite otros adjetivos que dictadura, sin paliativos y sin otros apellidos. La democracia en el planeta capitalista brilla por su ausencia y hemos visto que personajes como Trump pueden cargársela (todavía más si cabe) en un cerrar y abrir de ojos. Pero tenemos suerte de vivir en un sistema muy alejado del franquismo. Tanto social como políticamente.
Desgraciadamente en España la justicia es de derechas (muy de derechas) y los medios que más se leen y se ven también son de derechas. Los libros más vendidos de historia contemporánea sobre la II República y la Guerra Civil han sido los de Pío Moa. El libro roslegendario de Roca Barea, Imperofobia y Leyenda Negra, ha tenido 42 ediciones vendiendo más de 150.000 copias.
La derecha del Partido Popular ha conseguido que los jueces elegidos en los altos tribunales tengan sesgo conservador...
... La Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, encargada de investigar los casos de corrupción que afectan al poder político, lleva al menos 20 años en manos de la derecha judicial. El Partido Popular aprovechó los dos mandatos de José María Aznar en el Gobierno para imponer desde el Consejo General del Poder Judicial una mayoría de magistrados de tendencia conservadora en esa Sala Segunda del Tribunal Supremo. Cinco de esos magistrados propuestos en su día por vocales elegidos por el PP firmarán la sentencia que condena al fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, por un delito de revelación de datos reservados.
La Sala de lo Penal del Supremo está integrada hoy por cuatro jueces progresistas y 11 conservadores. Eso hace que en ninguno de los tribunales (de cinco o siete miembros) que se forman para admitir o juzgar las distintas causas haya una mayoría progresista que pueda imponer su criterio. Por eso se producen fracturas del tribunal en asuntos de enorme trascendencia política que la opinión pública no acaba de entender. Ante los mismos hechos y con las mismas pruebas, las dos magistradas progresistas que integraron el tribunal encargado de juzgar al fiscal general lo consideran inocente mientras los cinco magistrados conservadores han optado por la condena. elDiario.es...👈
Dice el fiscal Carlos Castresana, que "La Justicia española nunca ha sido transparente, desde los tiempos de Felipe II. Era una Justicia autoritaria que pasa por el filtro de la transición y que debe convertirse de la noche a la mañana, como Cenicienta, en una Justicia democrática. Pero no ocurre. No se ha hecho una reforma integral del Poder Judicial como debería haberse hecho y por eso todavía tenemos una Justicia que tiene muchos tics autoritarios y que es muy refractaria a la transparencia y a la crítica. En España se puede criticar a los entrenadores de fútbol, a los políticos o a los médicos, pero parece que no se puede criticar a los jueces. Pues sí se debe poder" (ver enlace...👈 )
La justicia desde tiempos de Felipe II ha sido autoritaria. Ya desde la II República los jueces se opusieron a las reformas republicanas (ver enlace...👈). Es muy común en la izquierda española llamar a lo que no le gusta franquista y fascista. A un servidor una podemita por enfrentarme a una lideresa de Podemos en Badajoz me llamó franquista. Si voto al Podemos pacense es por IU.
Como esta publicación de Facebook de un anarquista de la CNT, que da a entender que el antiguo TOP pervive en la Audiencia Nacional, cuando el problema es otro. El problema se llama PP y que los líderes del PSOE timoratamente no han sabido neutralizar a la derecha togada en estos 50 años. La condena al FGE, es solo el aperitivo, todavía quedan los juicios a su mujer y a su hermano. Cundo la víctima eran los independentistas, Podemos, los sindicalistas de la CNT, los antifascistas de Zaragoza o los raperos, el PSOE, ergo Pedro Sánchez, miraba para otro lado. Hoy cuando le ha tocado a él mismo sufrirlo en sus propias carnes, ya no le gusta tanto.
Aquí tenemos a Manuel Marchena en 2011 en la Fundación Codere de juegos on-line, uno de los jueces del TS que ha condenado al FGE, con su gran amigo Rafael Catalá, que entre otros cargos en los gobiernos del PP, fue ministro de Justicia con M. Rajoy. Lo terrible es que ni se esconden.










