La Wikipedia es muy útil, porque con solo un click te informa de infinidad de temas de toda índole. Para obtener datos de fechas históricas, resultados electorales o datos biográficos, es muy eficaz, pero hay que andar con cuidado. El que esto escribe ha tenido que corregir algunas entradas de la Wikipedia porque ofrecía información sesgada de la Guerra Civil.
Sobre Jay Allen vamos a desmontar dos pequeños renglones: "... el propio Primo [de Rivera] negó las declaraciones que se le atribuyen". Y también "Poco antes de morir, Primo se distanció de numerosas declaraciones que Allen le atribuyó". En la Wikipedia se basan en las memorias testamentarias que Primo de Rivera escribió desde la prisión...
... al leerlos ahora, declaro que entre los distintos párrafos [de mi entrevista con Jay Allen] que se dan como míos, desigualmente fieles en la interpretación de mi pensamiento, hay uno que rechazo del todo: el que afea a mis camaradas de la Falange el cooperar con el movimiento insurreccional con "mercenarios traídos de fuera". Jamás he dicho semejante cosa y ayer lo declaré rotundamente en el tribunal, aunque el declararlo me favoreciese. Yo no puedo injuriar a unas fuerzas militares que han prestado a España en África heroicos servicios. José Antonio, Realidad y mito, Pág. 328. Y Wikipedia nota 31...👈
Jay Allen el 3 de octubre entrevistó en la prisión de Alicante a José Antonio Primo de Rivera. En la zona golpista lo habían dado ya por muerto, pero no, estaba incomunicado esperando el juicio que tristemente acabaría con su vida. Los escritos de Primo de Rivera realizados desde la prisión de Alicante, hay que cogerlos con pinzas porque pueden ser exculpatorios. Lo que hay que hacer es ir al artículo original de la entrevista de Jay Allen a Primo de Rivera. En la prensa española se publicaron extractos que no hacen una realidad de la entrevista completa.
Ian Gibson en su obra En busca de José Antonio publicó la versión original del artículo sin censurar.
JAY ALLEN ENTREVISTA AL HIJO DE PRIMORepublicanos armados le vigilanPrisionero retador en vísperas del juicioDe JAY ALLENCorresponsal especial del News Chronicle en España
(Sin censura)
Cuando los militares se sublevaron contra la República española, sus aliados, los 80 000 jóvenes fascistas de la Falange Española, se encontraban sin líder.Ello es que su jefe y fundador, el agresivo José Antonio Primo de Rivera, de 30 años de edad —hijo mayor del general que fue dictador de España durante los «siete ignominiosos años», como decían antes los republicanos— estaba encarcelado en Alicante desde marzo.Muchas veces ha sido detenido, encarcelado, puesto en libertad, condenado a muerte y dado por muerto.En la confusión de las primeras semanas se nos dijo en Gibraltar, fuente de las más disparatadas habladurías de la guerra, que se había escapado del leal Alicante y que capitaneaba una columna rebelde cerca de Albacete, en la llanura de La Mancha.
Abofeteó a Llano
El mismo general Franco me dijo en Tetuán el 27 de julio que esto noera verdad, añadiendo, preocupado, que no tenía noticias de José Antonio.A un periodista francés simpatizante le confesó el general Mola en Burgos que creía que Primo había muerto, y añadió que todo se hacía para mantener en la ignorancia a los muchachos de la Falange.Luego, una noche le oí al general Queipo de Llano proclamar en Radio Sevilla qué el hijo del finado dictador (quien, entre paréntesis, le dio una paliza en un café madrileño) estaba herido pero bien escondido, aparentemente en territorio republicano. Cuando los rebeldes entrasen en Madrid sería llevado triunfalmente a hombros en la camilla.No se cree en la palabra de Queipo: nadie que le conozca, por lo menos, ni a decir verdad nadie que escuche cada noche esas extravagantes emisiones.A lo mejor tenía razón Mola. Parecía lógico que los republicanos de Alicante, donde, según nos dicen, los anarquistas son fuertes, le hubiesen ajustado desde el primer momento las cuentas al archienemigo de la República.La familia en la cárcelYo lo sentía, pues a mí me caía bastante simpático José Antonio como persona por frívolas, equivocadas y peligrosas que considerase sus ideas políticas. Acabo de tener una conversación con José Antonio... con él José Antonio de carne y hueso, que sigue igual, aparte los cinco kilos que ha ganado. Está donde estaba —donde ha estado siempre— en la cárcel provincial de Alicante. Acabo de regresar de allí. Le encontré con su hermano Miguel. Hacía con él su diaria hora de ejercicio en el patio de la cárcel. Suhermana Carmen y su tía María están en la cercana cárcel de mujeres.Cuando regresé al hotel Palace, que está lleno de los diplomáticos de Italia, de Alemania y de Portugal, que se encuentran establecidos aquí —a causa del clima, se supone (entre paréntesis, las autoridades locales les llaman «la Santa Trinidad»)—, unos amigos que me vieron llegar en un coche erizado de fusiles me preguntaron dónde había estado.«A ver al joven Primo».Y todos rieron, pensando que era un buen chiste, aunque un tanto macabro, puesto que el joven Pruno (como todo el mundo «sabía») había sido matado hacía ya mucho tiempo.Era en Madrid donde oí por casualidad cierta conversación. Me volví y pregunté: «¿Tengo que darme por aludido, o qué?».«Si no se lo cree, vaya a comprobarlo usted mismo», dijo Rodolfo Llopis, subsecretario de la Presidencia del Consejo.APASIONADO ATAQUE CONTRA GIL ROBLESFui a Alicante.En la bahía se hallaban buques de guerra, muchos buques de guerra de
«la Santa Trinidad».En los hoteles, los refugiados, como era natural, dramatizaban sobre sus experiencias, especialmente en los problemas que tenían con las autoridades locales, que controlaban rigurosamente a todos los que salían de España.El hecho de que ciertas Embajadas extranjeras estén facilitando pasaportes a españoles de la derecha no ha ayudado a mejorar la situación.Todo el mundo refería cómo el gobernador civil, D. Francisco Valdés[7], no tenía ninguna autoridad, cómo los anarquistas eran los jefes, cómo Valdés apenas se atrevía a salir de su oficina por temor a que le pegasen un tiro.De eso no sé nada; pero vino a comer. Y cuando daba órdenes la gente obedecía.«No te dejarán nunca ver a Primo, porque está muerto», me dijeron conocidos míos de «La Santa Trinidad». Algunos decían en voz baja: «¡O mutilado!»[8].Es verdad que había dificultades. Valdés dijo que podía verle. El camarada José Prieto, un ciudadano delgado y fuerte, en camisa azul, con una estrella roja en el pecho, y una pistola a su lado, dijo: «No».Él es presidente de una famosa Comisión de Orden Público, y sugiere respetuosamente al gobernador, que es un asunto muy delicado, demasiado.«Pero Madrid está de acuerdo», dijo el gobernador«Incomunicado»Se convocó una reunión de la Comisión, y me invitaron a conocerla. Era una sesión plenaria, y estaban presentes dos representantes de todos los partidos del Frente Popular. Pronuncié un discurso en mal castellano.Pensé cuan desagradable podría ser tener que hacer frente a estos hombres de ojos agudos, totalmente imbuidos de ideales de la justicia y acción revolucionaria, con mi vida en peligro y con un sentimiento de culpabilidad.Vuelve el Comité.El camarada Prieto dice: «Primo está preso a disposición de nuestro Gobierno en Madrid. No es anormal que esté preso con toda garantía de seguridad e… ¡incomunicado!»A pesar de ello, si usted puede organizar que alguien en Madrid autorice esta entrevista, desde luego la puede celebrar. Perdónenos: en un asunto de este tipo, todas las precauciones son pocas».Sabía lo que pensaba. Muchas personas querrían combinar la huida de José Antonio, aunque dudo que entre ellas se encuentre Franco.A la cárcelA las nueve de la mañana llega la delegación: los camaradas Prieto, Carmelo Alberola, Martín Bautista y comisario José Cases, periodista hasta hace poco.Me llevan a un coche. Otros huéspedes se miran y se muestran manifiestamente contentos de que vaya yo y no ellos.Las puertas de la cárcel se abren. La gente mira. Probablemente están deseando que el prisionero bajo guardia sea portugués. El director de la cárcel se inclina.Avanzamos delante de puertas de celda en fila. «Los prisioneros están haciendo ejercicio en el patio», dice el guardia.Se consigue hacer funcionar el viejo cerrojo. Pasamos a la fuerte luz del sol. Dos hombres jóvenes, morenos y de buen aspecto, con sucios pantalones blancos, camisas de cuello abierto y con alpargatas raídas, se aproximan rápidos. Es la primera visita que reciben desde hace meses.Pistolas en las celdasJosé Antonio, el más delgado de los dos, me da la mano cortésmente. Le es difícil disimular su desilusión al ver que se trata únicamente de mí. Los cuatro camaradas del Comité se retiran algunos pasos.«Vamos a ver, ¿no fue hace dos años, cuando comimos en el Savoy, en Madrid, con el Príncipe?».Los camaradas aguzaron el oído. Dije muy profesionalmente: «¿Empezamos con la interviú?». Dijo con una sonrisa encantadora, mirando a los camaradas que pueden ser mañana sus verdugos: «Con mucho gusto, pero la cosa es que yo no sé nada. Estoy aquí desde marzo».[Los camaradas se miran. Ya me habían dicho que encontraron dos pistolas y cien cartuchos en las celdas de los hermanos después de estallado el alzamiento y, en fecha tan avanzada como agosto, unos mapas que indicaban la situación militar en las Islas Baleares.Los camaradas sonrieron maliciosamente. Primo es abogado, un abogado agudo. Pero va a defenderse a sí mismo, solo. No me incumbía agravar aún más su difícil tarea.Dije: «A ver si hablamos de lo que pasó antes; de Gil Robles, por ejemplo».Gil Robles culpable
«Gil Robles tiene la culpa de todo —dijo apasionadamente—. Durante dos años, cuando hubiera podido hacerlo todo, no hizo nada.»Y Casares Quiroga, por su política de provocación».Tenía los ojos clavados en mí. Quería noticias, se desvivía por tener noticias. ¿Qué le podía decir? Se me adelantó, diciendo: «Pero, ¿qué pasa ahora? No sé nada».Dije: «Estoy seguro de que nuestros amigos no me han traído aquí para que le informe, pero vamos a ver si le hago unas hipotéticas preguntas a las cuales usted puede contestar o no». «De acuerdo».«¿Qué diría usted si le dijese que, a mi juicio, el movimiento del general Franco se hubiera desmandado y que, fuera cual fuera su propósito inicial, representa ahora sencillamente a la Vieja España que lucha por sus privilegios perdidos?». « Yo no sé nada. Espero que no sea verdad, pero si lo es, es un error»No podrán controlar a España«¿Y si yo le dijese que sus muchachos están combatiendo codo a codo con mercenarios al servicio de los terratenientes?». «Diría que no es verdad».Me clavó una mirada penetrante y dijo: «¿Usted se acuerda de mi actitud firme, y de mis discursos, en las Cortes? Usted sabe que dije que si la derecha, después de octubre[11], seguía con su política represiva negativa, Azaña volvería al poder en poquísimo tiempo.»Pasa lo mismo ahora. Si lo que hacen es simplemente para retrasar el reloj, están equivocados. No podrán controlar a España.»Yo representaba otra cosa, algo positivo. Usted ha leído mi programa de sindicalismo nacional, reforma agraria y todo aquello».Dije: «Por lo visto el pueblo español nunca creyó en su sinceridad». Dijo: «Yo era sincero. Yo hubiera podido hacerme comunista y conseguir la popularidad».Dije: «Pero sus muchachos ahora…». «Yo espero y pienso que lo que usted dice no es verdad. Pero no olvide usted que ellos no tenían líder después de mi encarcelamiento, y no olvide usted que también otras muchas personas eran empujadas a la violencia por la política de provocación de Casares»La política de FrancoLos camaradas miraron ceñudos. Dije: «Pero a mí me parece recordar que fue usted quien introdujo los
pistoleros políticos en Madrid».«Nadie lo probó nunca. Mis muchachos habrán podido matar, pero después de haber sido atacados por ellos».Yo quería aducir casos que probaban lo contrario, pero era demasiado consciente de que los camaradas tenían los ojos clavados en este joven aristócrata de tan buen aspecto y tan seguro de sí, que había traído, según ellos, tantos horrores a España, y me frenéLA FORMA EN QUE FRANCO PUEDE FRACASARJosé dice que no basta la reacciónDije: «¿Qué diría usted si le dijese que Franco, el patriota nacionalista, había traído aquí a alemanes e italianos, prometiendo entregar territorio español —Mallorca a los italianos, las Islas Canarias a los alemanes— y que había llevado a Europa más cerca que nunca de la guerra?». «¡Diría que no es verdad!», contestó bruscamente. Y continuó: «Yo no sé nada. Ni sé si estaré incluido en el nuevo Gobierno, si ganamos». Todos contuvimos la respiración. Continuó: «Yo sí sé que, si este movimiento gana y resulta que no es más que reacción, entonces retiraré a mi Falange y yo… ¡volveré probablemente a estar aquí, o en otra cárcel, dentro de pocos meses!».ReacciónParecía espléndidamente seguro de sí mismo. Si se trataba de un farol, era un farol magnífico.Dije: «Pero José Antonio, por Dios, usted habla sobre España más inteligentemente que nadie que yo conozca. ¿Cómo podría ser de otra forma un movimiento así? Esta gente lucha por recobrarse, no por
reformarse».«Si eso es así, están equivocados. Provocarán una reacción aún peor. Precipitarán a España en más horrores.»Tendrán que cargar conmigo. Usted sabe que yo siempre he luchado contra ellos. Me llamaban hereje y bolchevique. Yo…».No me gustaba la expresión en los ojos del Comité. Se habían apartado y no decían nada, pero miraban, yo sé lo que pensaban de los jóvenes que antes alquilaban a pistoleros o jugaban a pistoleros, y que ahora merodean por la España rebelde «liquidando» no sólo a marxistas, sino a todos los elementos liberales a quienes pueden echar mano.Será juzgadoDije: «Franco me dijo que el Fascismo Español no se puede comparar con otros fascismos, y que es simplemente una defensa de la Iglesia».José Antonio pareció molesto. «El problema con todos los españoles —dijo— es que no dedicarán diez minutos de su tiempo a hacer una estimación objetiva de las personas o de las cosas. Yo probaré…».La atmósfera se estaba cargando demasiado. Dije: «Tengo que coger un avión. Me voy a despedir». Nos dimos la mano.Mientras regresábamos, uno de los camaradas rompió el silencio y dijo: «¿Notó usted qué había engordado?».Era cierto. Me miraron furtivamente para ver hasta qué punto había sido conquistado por la magnífica presencia de su prisionero y por la brillante representación que nos había ofrecido.Pero eso era secreto mío. Se veía que estaban molestos, pero tuvieron la sensatez de no entremeterse. Pregunté: «¿Qué van a hacer ustedes con él?». «Habrá un juicio». Cambiaron entre sí unas miradas.Será un juicio no sólo del hombre sino del fascismo español. Me es imposible imaginar cualquier circunstancia que salve a este joven. Su situación es muy seria. Lo menos que puedo hacer es no agravarla. Ian Gibson En busca de José Antonio. Edición digital, Págs. de 207 hasta 2014.
Primo de Rivera se quejaba porque Allen escribió que el líder de Falange había afeado a sus "camaradas" que cooperaran con mercenarios traídos de fuera. Primo de Rivera no estaba de acuerdo con lo que dijo Allen en la parte de la entrevista "que afea a mis camaradas de la Falange el cooperar con el movimiento insurreccional con "mercenarios traídos de fuera". Jamás he dicho semejante cosa y ayer lo declaré rotundamente en el tribunal, aunque el declararlo me favoreciese. Yo no puedo injuriar a unas fuerzas militares que han prestado a España en África heroicos servicios".
¿Qué es lo que escribió Jay Allen?:«¿Y si yo le dijese que sus muchachos están combatiendo codo a codo con mercenarios al servicio de los terratenientes?». «Diría que no es verdad». En ningún momento de la entrevista Allen dice que Primo de Rivera afee a sus "chicos" de la Falange cooperar con mercenarios traído de fuera. La respuesta del líder falangista es rotunda: "Diría que no es verdad".
Lo que hace el autor de la biografía de la Wikipedia de Jay Allen, es no investigar a fondo para comprobar si era cierto que el periodista norteamericano en realidad había tergiversado las palabras de Primo de Rivera. Esto puede ser un detalle sin malicia, o todo lo contrario, un ataque para minar la figura de Jay Allen. Como hemos observado no es complicado saber que pasó. Solo hay que leer el artículo original de Allen. La Wikipedia no mentía, pero tampoco contaba toda la verdad, con lo cual nos ofrecía un visión distorsionada.