Peio H. Riaño para El Confidencial
Uno era un notable orador que recorría medio mundo deleitando al respetable con conferencias magistrales y el otro un delicado aficionado a la ebanistería que se brindó a hacer los muebles de su casa. Es parte del retrato que la Real Academia de la Historia hace de José Millán Astray y Terreros (1879-1954) y Emilio Mola (1887-1937) en los nuevos quince tomos del cuestionado Diccionario Biográfico Histórico Español. En ambas reseñas biográficas se resalta la amabilidad y la humanidad de las vidas de dos de los militares más violentos del ejército español en el siglo XX.
De Millán Astray, el autor de la entrada destaca los esfuerzos diplomáticos que tuvo que encarar para lograr la firma del Rey en el decreto que alumbrara la creación del Tercio de Extranjeros, que, “con algunas variantes, hoy perdura con el nombre de Legión española”. La principal diferencia reside en que aquellas eran fuerzas extranjeras. El credo del legionario tampoco es el bushido, el código moral de los samuráis, en el que se inspiró Millán Astray para la nueva unidad.
“Los políticos, ante la presión social, estaban predispuestos a admitir las iniciativas que ahorrasen enviar soldados de quinta a África”, apunta el autor, pero no aclara el porqué de ese malestar de la sociedad. En el camino queda aparcada la explicación que habría aclarado el clima de injusticia que creció por el método de alistamiento, que en su versión más democrática ofrecía elegir destino a los que podían pagárselo.
Manuel del Barrio Jala, comandante de Infantería y diplomado de Estado Mayor y autor del retrato, también añade en el perfil de Astray que llevó una “incansable actividad profesional e intelectual” en Madrid durante los años de su formación. No se refiere, en cambio, a que abandona, como él mismo recuerda, la academia militar en dos ocasiones, hasta que en una tercera consigue finalizar sus estudios y “obtiene el diploma de Estado Mayor”.
Del Barrio Jala recorre cada una de sus heridas de bala y las condecoraciones, habla de la fama que amasó dentro y fuera de España, y de la publicación de un manifiesto contra las Juntas de Defensa como reacción a su destitución como jefe del Tercio. El Golpe de Estado militar del 18 de julio de 1936 es un “alzamiento militar” para el comandante que escribe, siguiendo la jerga franquista que han criticado y denunciado las asociaciones de historiadores españoles desde la aparición de los primeros 25 tomos de este diccionario, en mayo de 2011. Millán Astray impulsó la creación del Tercio de extranjeros, que “con algunas variantes hoy perdura con el nombre de Legión española
No hay nada más allá de la revisión de la hoja de méritos de Millán Astray, porque considera el autor que del biografiado “se cuentan múltiples anécdotas, unas favorables y otras no”. Estas últimas parecen no haber sido investigadas.
Para el historiador y profesor Fernando Hernández, el creador del Tercio “es el ejemplo de la brutalización del Ejército, el perfecto ejemplo de militar brutal”. Hernández es autor del ensayo El desplome de la República (Editorial Crítica), en el que desmonta la lectura de la Guerra Civil como una “cruzada anticomunista”. “Millán Astray es la exaltación de la violencia. Con figuras como esta, el Ejército se convierte en una fuerza reaccionaria y se pierde la referencia del talante del Ejército del siglo XIX”, añade.
El enfrentamiento con Unamuno
Para el final, Del Barrio Jala se reserva el acontecimiento que ha dado la talla del personaje para los anales de la Historia, el enfrentamiento con Miguel Unamuno, en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, el 12 de octubre de 1936, hoy día de la Hispanidad, antes “día de la raza”, tras el cual, el autor de Niebla, La tía Tula y San Manuel Bueno, Mártir quedó arrestado y confinado en su domicilio hasta su muerte.
El autor del Diccionario explica así el suceso: “En el famoso enfrentamiento que tuvo con Unamuno en la Universidad de Salamanca, la frase “¡Muera la inteligencia!” es criticada por muchos historiadores pero matizada por otros”. Entonces, acude a los que la matizan, como José María Gárate Córdoba (curiosamente, el encargado de la biografía de Mola), quien arguye que atacó el término inteligencia porque Unamuno “lo hipotecaba en uso exclusivo suyo y los de su línea”. “Pemán, presente aquel día en el incidente, intentó aclararlo diciendo que fue “¡Mueran los intelectuales! ¡Los falsos intelectuales, traidores!”. Fuera como fuese, no parece haber contradicción en que el personaje dibujado como intelectual pida la muerte de otros intelectuales.
El 'prusiano' Mola
El recorrido vital de Emilio Mola recoge su infancia con especial atención: “De pequeño acabó el bachillerato en Málaga con matrículas de honor en casi todas las asignaturas y con especial disposición en las matemáticas”. Gárate Córdoba aclara, como dato esencial para comprender la verdadera cualidad del militar, que “desde niño estudiaba hasta altas horas de la noche, le atraía lo complicado, componía relojes y era muy aficionado a la relojería”. Añade que era un gran lector y que “aprovechaba las vacaciones para estudiar y evitaba distraerse con diversiones”. Sus compañeros le llamaban 'el Prusiano'.
“Si Millán Astray representa la brutalización del Ejército, Mola lo es en la política”, replica el historiador Fernando Hernández al retrato elaborado en el Diccionario Biográfico. “Es un antiliberal a ultranza. Su entronque no es con el fascismo, simplemente es un autoritario. Desde luego, no le veo como intelectual. Tampoco era monárquico, pensaba en una dictadura en sentido estrictamente reaccionario”.Sobre el General Mola pasa por alto su papel en la sublevación de Sanjurjo, pero destaca su afición por la ebanisteríaGárate Córdoba no advierte el encono que crece en Mola contra la República cuando el Gobierno provisional le destituye como director general de Seguridad, ni se detiene en contextualizar su participación en la sublevación de Sanjurjo, en 1932. Curiosamente, sí se centra en que era aficionado a la ebanistería y que se dedicó a hacer los muebles de su casa, mientras estuvo destinado en Cantabria. O que una vez fuera de su cargo al frente del control del orden público quedó sin recursos y entonces “fabricó juguetes, escribió cuentos para niños y un tratado de ajedrez sin ser jugador”.
La ‘interpretación’ de la Historia
El eufemismo es un arte cargado de posibilidades contra el relato de la Historia: lo que fue una conspiración, se convierte en “reunión”; y los golpistas en “militares descontentos”. Así, “el día 7 [de abril de 1936] con la destitución del presidente Alcalá-Zamora y las manifestaciones en varias provincias, se intensificaron las reuniones de militares descontentos y Mola acabó decidiéndose a dirigir el movimiento insurreccional”. Lamentablemente, el historiador pasa por alto que ya Franco movía ficha desde febrero en la trama contra el Gobierno legítimamente constituido.
Fernando Hernández también lamenta que no se aclare que las instrucciones de Mola, ya en primavera de 1936, fomentaban el exterminio de los contrarios, como por otra parte confirmó Maldonado de Guevara en el dichoso paraninfo de Salamanca: “El fascismo, que es el sanador de España, sabrá cómo exterminarlos”, en referencia a vascos y catalanes. Hernández recuerda cómo Mola fijó los bandos que se leían en las plazas de cada localidad, a tambor batiente, anunciando que el poder quedaba a partir de ese momento bajo la autoridad militar, que prohibía huelgas, partidos y sindicatos, e informaba de la eliminación de los individuos más significados del Frente Popular. “Fue una limpieza a fondo”, añade. Pero de eso tampoco se dice nada en la vida de Mola que recoge el Diccionario de la Academia de la Historia.
Ahora es el momento.
ResponderEliminarhttps://www.change.org/es/peticiones/referendum-sobre-la-monarquia?utm_campaign=share_button_modal&utm_medium=facebook&utm_source=share_petition
Es difícil que quien dijo !Muera la inteligencia! se pueda considerar intelectual. Yo creo que el mismo se autoexcluyó.
ResponderEliminarEn cuanto a Mola, según los que han tenido estómago para leerse lo que escribió, lo consideran un escritor mediocre.Por tanto, mediocre también casa mal con intelectual.
Yo creo que el intelectual de verdad fue Franco.
Sí, Franco era un gran intelectual, experto en masonería,además de un insuperable economista y un lince político. como estratega no tenía parangón y su calidad humana es insoslayable. Franco puso a España en el sitio que le correspondía. Desde los reyes Católicos o Carlos V la patria española no tenía un gobernante de talla divina.
ResponderEliminarEsto puede resultar cómico, y lo es, lo terrible es que hay gente que piensa así.
¿Cómo puedes decir que Franco no fue un intelectual?,jejeje. Acuérdate de su famosa frase. "Todo obedece a una conspiración judeo masónica e izquierdista en lo social, que si a nosostros nos honra a ellos les envilece"
ResponderEliminarQué capacidad analítica tenía el tío. Esta perla sólo puede ser obra de un intelectual de primera clase,jejejeje.
Rectifico. Franco no mencionó a los judios en este dicurso. Acabo de ver el video y a judeomasónico le sobra judeo.
ResponderEliminarAl Paco lo que es del Paco.
Leches, he estado viendo el vídeo. Año 1975 y todo quisqui saludando a lo fascista.
ResponderEliminarJuan Antonio,
ResponderEliminarEl pueblo español merece un estudio sociológico. Yo estoy convencido de que algunos del más de millón de personas que estaban en la Plaza de Oriente con el brazo en alto, cantando el Cara al Sol, años después votaron PSOE. Hay mucho "arrimado al poder", eso sí, "demócratas de toda la vida", aunque ni estuvieran ni se les esperase en la lucha contra la dictadura.
De Frente, no olvides la expresión "en contubernio", que desde Munich dio mucho juego.
Comentaros que donde me alojé en Tentudía (siempre según el que alquilaba la casita), lo hacían maquis y estraperlistas, jeje.