lunes, 20 de abril de 2015

El franquismo, las fotografías y el revisionismo


Esta es la última cabecera de la web de la Fundación Nacional Francisco Franco: una fotografía de una manifestación donde visionamos, sin ninguna dificultad, un cartel donde reza ¡Viva Rusia!; más abajo, un rótulo que dice 14 de Abril: II República. De esta forma tan sencilla la FNFF asocia a la II República con el comunismo bolchevique. Simplista ¿no?

Claro que, primero tendríamos que saber la procedencia de la fotografía y a que era debida esa multitudinaria manifestación. No, eso no se nos dice. Como en Internet te puedes encontrar de todo, basta buscar un poco, indagamos durante un breve espacio de tiempo y ¡eureka!


Víctor Caballero había compartido la instantánea en la red social Pinterest. Según Victor Caballero, la fotografía corresponde a un manifestación con motivo del 1º de mayo en Madrid, pero la fotografía fue tomada en la calle Alcalá en 1918: faltaban todavía 18 años para la llegada de la II República.

La revolución rusa se produjo entre febrero y octubre de 1917, el zar de Rusia se vio obligado a abdicar, de ahí que las izquierdas tanto comunistas, republicanas o socialistas vieran con esperanza la revolución rusa y de ahí las loas a Rusia.

El franquismo ha intentado justificar el Golpe de Estado del 17/18 de julio de todas las formas posibles, un es esta, pero tienen más.

El franquismo siempre ha usado la mentira, la manipulación y la tergiversación como armas de control, pero ese control solo les sirvió, y muy eficazmente, durante la dictadura franquista. Una vez que los historiadores no franquistas pudieron salir del anonimato el relato que descubrieron los españoles fue muy distinto al relato controlado por el franquismo.

Ahora el neofranquismo se defiende, pero los revisionistas tipo Pío Moa han perdido el fuelle que han tenido desde el año 2000. Moa ya no vende tanto, sin embargo, la lucha por la historia no ha desaparecido.

En esa lucha siguen los historiadores. Recientemente Julián Casanova ha coordinado un libro sobre los cuarenta nefastos años de la dictadura franquista. Desde la FNFF se defienden:
Cuando se cumplen 40 años de la muerte del Generalísimo Francisco Franco, un grupo de historiadores, encabezado por Julián Casanova, deconstruye con toda la carga ideológica, falseamiento de la realidad, tendenciosidad habitual y desprecio por la historia. Autores como Paul Preston, Ángel Viñas, Borja de Riquer, José Carlos Mainer, Mary Nash o Agustín Sánchez Vidal acreditan desde sus mal ganadas cátedras de una historia contemporánea que ignoran, la importancia que tiene en la formación de la conciencia colectiva el relato univoco, ideologizado, político y propagandístico de la historia que comenzara Tuñón de Lara y continúan estos aventajados discípulos de un relato histórico al servicio de la mentira

En la FNFF quieren poner a la altura de Paul Preston, Ángel Viñas, Borja de Riquer, José Carlos Mainer, Mary Nash o Agustín Sánchez Vidal, a historiadores y publicistas claramente neofranquistas: "Su relato irreal y tendencioso no admite el debate con el rigor intelectual, documental e histórico de Pio Moa, Luis Suarez o Ricardo de la Cierva". En este tipo de autores se basa el neofranquismo para fundamentar sus arcaicas tesis. Quien no se consuela es porque no quiere.

Este tipo de publicistas del franquismo tienen la credibilidad cero, y solo son válidos para los más extremistas. La RAE, según el País, rectificará la definición del franquismo redactada por Luis Suárez:
La biografía más controvertida fue la de Franco, redactada por Luis Suárez, académico e historiador especializado en la Edad Media, muy cercano a la Fundación Francisco Franco. Pero el escaso rigor científico salpicó a muchas otras.
 La nueva directora de la RAH no tiene dudas sobre la naturaleza del régimen franquista. Lo dejó claro el pasado diciembre en su primera rueda de prensa, nada más salir elegida para sustituir a Gonzalo Anes, fallecido en marzo de 2014: “¿Que el franquismo es una dictadura? Todo el tiempo. Cuando yo entré en la Universidad sabías que te la jugabas si te metías en política”
Una de cal y otra de arena, para la nueva directora de la RAE, Franco no fue totalitario:
  “Con lo de Franco, yo creo que hubo un momento de crispación exagerada, pero que es una dictadura no hay ninguna duda, es una dictadura autoritaria, pero hay que distinguir siempre entre las dictaduras y los totalitarismos”.
A pesar de la decadencia de los autores claramente profranquistas, el relevo del revisionismo viene de la mano de verdaderos historiadores. Al menos sus diplomas así lo acreditan. En la entrada anterior Espinosa nos hablaba de la supuesta izquierda que se ampara en la literatura para revisar torticeramente la historia, y de paso embuchetarse algunos euros "con el negocio de la memoria histórica". En otro artículo Ricardo Robledo nos alerta del actual revisionismo, mucho más dañino que el de los moas y cia.


Diez puntos que explican cómo el revisionismo manipula la historia de la II República.



Ricardo Robledo


Universidad de Salamanca y Universitat Pompeu Fabra


La celebración del 14 de abril no tiene el mismo significado que hace unos años. Si la salida de la crisis no nos devolverá el mundo anterior a 2007 tampoco se recuperará, al paso que vamos, la historia del siglo XX. En menos de una década se ha debilitado seriamente el consenso que existía en la historiografía académica de la Segunda República española. Obviamente no había unanimidades, pero el oficio de historiador se atenía a las normas que configuran la profesión: exploración y crítica de fuentes, hipótesis de partida, contrastación, etc.

Estaban claras las fronteras entre el revisionismo filofranquista, liderado por Pío Moa y adláteres, y lo que se investigaba o se explicaba en la mayoría de departamentos universitarios. Los viejos planteamientos de historiadores como Carlos Seco estaban bastante sepultados en el desván del pasado franquista.

En pocos años, sin embargo, se ha quitado el polvo a estos recuerdos que se han reciclado de diversa forma y ha ido cogiendo fuerza una literatura emergente que ha tratado de dar respuesta a una pregunta inteligente efectuada por estudiosos europeos en otro contexto: ¿qué pasó para que vecinos de toda la vida se convirtieran en enemigos irreconciliables durante la Segunda República? Los nuevos historiadores revisionistas, avalados, entre otros, por la autoridad de S. Payne, manifiestan su querencia por una “tercera vía” (pero esta vez “científica”) a salvo de los partidistas de izquierda y derecha.

Sin embargo, el justo medio, aureola de la imparcialidad, arrastra también el pasivo de la ambigüedad. No creo equivocarme mucho si afirmo que la mayoría de los presupuestos de la nueva historia revisionista (que se documentan en el último número de Studia Historica. Historia Contemporánea coordinado por A. Viñas) serán los dominantes en España dentro de no mucho tiempo.

De hecho está ocurriendo ya, como se observa en bastantes de los artículos clave del Diccionario Biográfico de la RAH. Se estaría cumpliendo el pronóstico de Orwell: “Quien controla el pasado controla el futuro; quien controla el presente, controla el pasado”

Las ideas fuerza de esta nueva-vieja corriente historiográfica están condensadas en el siguiente decálogo del historiador revisionista:

1. Neutralidad científica frente la historia de combate: una cosa es la “verdad científica” -“los objetivos estrictamente académicos que persiguen el conocimiento en sí mismo”- y otra la historia de los activistas políticos, la historia militante. Reiteración de la necesidad de distanciarse, apelación a lo empírico y condena de la ideología porque, ya se sabe, los historiadores no deben tenerla.

2. Desprestigio de la ‘historia estructural y de clase’. Las condiciones materiales pasan a segundo plano y se da más importancia al discurso que crea realidades, a los factores políticos y al liderazgo. Las determinaciones estructurales son “coartada exculpatoria para difuminar la responsabilidad concreta de los protagonistas”. Relevancia del contexto internacional para comprender los enfrentamientos políticos internos pero no para explicar el golpe de julio del 36. Domina la creencia de cultivar una corriente innovadora -los historiadores “somos científicos del pasado”- frente a la “historia tradicional, miope y de corte marxista”.

3. Desidealización de la República. Objeto de mitificación, comprensible solo en la lucha antifranquista. Aquella experiencia no puede constituir antecedente de la democracia actual que es plural. Esa filiación es un disparate. Mirada relativamente benévola sobre el régimen de la Restauración borbónica (hay incluso quien lo exalta) mientras que la República llegó con promesas democráticas pero dio paso “al período más siniestro de la historia contemporánea de España”. “La Segunda República no fue Caperucita Roja”.

4. Políticas de exclusión. Con la Segunda República se inauguró un proceso revolucionario. Las izquierdas, especialmente, los socialistas, la consideraron patrimonio suyo y practicaron políticas de intransigencia que no permitieron la alternancia. La República no fue democrática. Los sindicatos eran “agencias delegadas del gobierno”. El sistema electoral fue ideado por socialistas y republicanos para marginar a los adversarios conservadores. La Constitución no buscó fórmulas de transacción con la Iglesia.

5. Radicalismo revolucionario, nada retórico, de la izquierda, que no defendía una democracia pluralista “sino una democracia concebida como revolución por sus fundadores”. El régimen republicano, antes de la guerra, fue extremadamente violento. Entre 2.500-3.500 víctimas. La izquierda pudo ser más culpable que la derecha y el descontrol del Frente Popular facilitó el golpe de Estado. El caos del Frente Popular fue “el primer ensayo de democracia popular” o un «pequeño golpe de Estado”.

6. La CEDA, por su carácter heterogéneo, no fue el caballo del Troya del fascismo. Ni la CEDA ni la JAP  utilizaron la violencia en las elecciones de 1936 como sí hicieron los socialistas y comunistas. Aunque hubo excesos verbales, la CEDA no vulneró la legalidad, salvo a fines de junio y principios de julio de 1936 y solo por parte de algunos cedistas. (Claro, ya no tenían más remedio). No hubo ningún cedista que participara en la conspiración relanzada en marzo.

7. El “Bienio negro” no fue tan negro: “fue un periodo de rectificación, no de reacción”. Hasta bien entrado 1935 ni los salarios ni la legislación laboral cambiaron mucho. Octubre del 34, “si no fue el comienzo de la Guerra civil, sí fue su más importante premisa y, de alguna forma, su ensayo general”. Crítica desigual a la represión de octubre del 34 (sólo hubo dos sentencias de muerte) es decir, bondad del gobierno. (Como si las derechas no hubieran exigido más y mucha mano dura). La Guardia Civil no era hostil a los obreros o a la izquierda ni era instrumento de los propietarios conservadores; cumplía órdenes de los gobernadores civiles.

8. Equiviolencia. No hubo planificación de la violencia azul. Inadecuación (o desatino) de términos como holocausto o genocidio. Los crímenes republicanos obedecieron a la lógica revolucionaria de socialistas y comunistas. “La izquierda” tenía un proyecto represivo bien definido, mientras que en la represión franquista no hubo planificación del exterminio y solo una parte minoritaria de las causas de la posguerra culminaron en condenas a muerte. Las raíces de la violencia en ambos bandos están en la demonización del contrario durante la democracia republicana.

9. Menosprecio de la memoria histórica. Una cosa es la historia y otra la memoria a quien se asigna como mucho un papel secundario aunque más bien se la descalifica como “involución intelectual”. “Nefasto papel” de la memoria, que ha derivado en disputas ideológicas “históricamente absurdas”. Hay que pasar página. No ha habido ningún pacto por el olvido y se ha podido investigar todo lo que se ha querido desde 1976. “Debe renunciarse expresamente a una memoria histórica que conduzca nuevamente al enfrentamiento civil entre los españoles”. Por lo tanto: no hay tanta necesidad de indagar en los tiempos oscuros. Solo el “nuevo” enfoque “científico” es el adecuado.

10. Idealización del “espíritu de la transición”, que puede peligrar si se da cancha a la memoria histórica. Si la guerra fue el final irremediable de la República, sobre todo  por la violencia del Frente Popular, la democracia, en la versión dura revisionista,  habría venido impulsada por el desarrollo del franquismo, régimen que nunca fue fascista sino autoritario. Franco fue “un oligarca astuto”, no un fascista .

En definitiva: ¿qué fue la República? Una anomalía histórica.

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