Recomiendo el interesantísimo
libro, General Mola, el ególatra que provocó la Guerra Civil, de Carlos Blanco
Escolá, licenciado en Historia y coronel de Caballería.
En este trabajo, el autor logra demostrar,
entre otras cosas, como los principales protagonistas del golpe de Estado del
36 actuaron primordialmente motivados por cuestiones e intereses profesionales
y particulares.
Vayamos a los antecedentes.
Es en 1918 cuando las Juntas de
Defensa promueven en España la adopción de medidas que de alguna forma frenen
el favoritismo existente en la concesión de los ascensos que se están
produciendo en las guerras coloniales en África, logrando que estos se regulen de la siguiente forma; “ Tras la propuesta del general en jefe, se
instruirá un expediente contradictorio, que debería ser favorablemente
informado por el Consejo Supremo de Guerra y Marina, siendo finalmente
conferido el ascenso mediante una ley votado en Cortes.; este último requisito
sería sustituido cuatro años más tarde por la decisión del Consejo de Ministros
( páginas 119 y 120 de, General Mola, el ególatra que provocó la Guerra Civil,
de Carlos Blanco Escolá)
Es evidente que estas medias
estaban justificadas por el hartazgo de la mayoría de la
población con las guerras coloniales y la consiguiente sangría, tanto económica,
como sobre todo, de vidas humanas. Es por ello que los ascensos por méritos de
guerra en medio de las constantes carnicerías que se estaban produciendo en
Marruecos no contaban precisamente con las simpatías del pueblo español y por
ello se decidió actuar en consecuencia.
Hay que resaltar el dato de que
en los años en que se aplicó esta ley no se aprobó ni un solo ascenso por
méritos de guerra.
Sin embargo, la llegada al poder
del dictador, Miguel Primo de Rivera, en 1923, conllevaría la modificación de
esta ley. Sabido es que al general le interesaba tener de su parte a los
llamados africanistas; es decir, Franco, Mola, Goded y Sanjurjo entre otros
muchos. El decreto de 11 de mayo de 1924 estableció que las propuestas de los
ascensos se pasaran al gobierno aún cuando el informe del Consejo Supremo de
Guerra no fuera favorable. Por otra
parte, aquellas que con anterioridad no habían llegado al gobierno debido al informe desfavorable del Consejo
Supremo, pasarían a ser deliberadas por el Consejo de Ministros que encabezaba
el dictador. Es decir, el decreto se aplicó retroactivamente en este apartado.
La aprobación de otras medidas y
reglamentos buscaron recompensar sobradamente entre otros a los africanistas.
La arbitrariedad estaba servida.
Esto permitió que estos fueran compensados sin el más mínimo problema. En los
casos de Mola y Franco, por citar sólo dos ejemplos, se beneficiaron de dos
ascensos.
La llegada de Azaña al Ministerio
de la Guerra en 1931, supuso la aprobación de un decreto que restablecía la
legalidad. Esto decía su único artículo.
“Los ascensos que por circunstancias y servicios en campaña se
concedieron a generales, jefes, oficiales, clases y soldados del Ejército desde
el 13 de septiembre de 1923, se clasificarán y calificarán como sigue: a) Los
que fueron denegados por los gobiernos anteriores a esa fecha (..) se
declararán nulos; b) Los que fueron precedidos de todos los requisitos exigidos
por las leyes (..) podrán ser convalidados; c) Los que fueron obtenidos a
propuesta de la Junta de Generales, sin previa instrucción de expediente o en
contra del informe del Consejo Supremo
en general, con falta de algunos de los requisitos esenciales señalados
por la leyes, se declararán nulos” ( General Mola, el ególatra que provocó la
Guerra Civil, de Carlos Blanco Escolá,
páginas 120 y 121)
No obstante, Azaña cometería un
gravísimo error al no llevar a cabo hasta las últimas consecuencias su propio
decreto. De haberlo aplicado a rajatabla, en el caso de Franco, por poner sólo
un ejemplo, habría pasado en 1931 de general de brigada a teniente coronel y
así podríamos seguir mencionando otros casos que afectaba a los africanistas.
Se vieron afectados, eso sí, en una
reducción en el escalafón. Franco pasó del 1 al 15, entre 43 generales de brigada,
aunque insisto en que se les respetó el rango militar que ostentaban en aquel
momento.
Es innegable la importancia que
hubiera tenido ante los trágicos acontecimientos que se producirían cinco años
después, el hecho de que determinados militares no hubieran tenido tropas a su
mando de haber sido degradados en su momento.
Azaña a través de distintos
decretos llevó a cabo una importante reforma militar donde entre otras cosas se
aprobó:
- -
La desaparición de las capitanías generales
siendo sustituidas por divisiones orgánicas.
- -
Reducción considerable del número de oficiales.
(pasaron de 21000 a 8000)
- -
Creación del Cuerpo de Suboficiales
- -
Supresión del rango de teniente general
- -
Los ascensos se obtendrían por antigüedad y a
través de cursos de aptitud.
- -
Cierre de la Academia General militar de
Zaragoza.
- -
Reducción del servicio militar obligatorio.
Ni que decir tiene que estas
medidas sembraron el descontento en ciertos sectores del ejército, especialmente
en los más reaccionarios que veían así frenadas sus aspiraciones.
Se trataba de modernizar el
ejército español según el modelo que se había llevado a cabo en los países de
nuestro entorno. Azaña tuvo como referencia principal el modelo francés.
Además, supondría un fuerte ahorro económico.
El caso es que unos trescientos
militares perdieron un rango o dos tras la revisión de los ascensos de Azaña.
Ya hemos visto que otros bajaron en el escalafón.
Es innegable que las
consecuencias de la reforma militar de Azaña no se hicieron esperar. Así, por
citar sólo dos ejemplos; López Ochoa, pasó de capitán general de Cataluña a
general de la cuarta división, mientras Barrera, su antecesor en la capitanía
general de Cataluña, pasa directamente a la reserva.
Son el propio Barrera, Sanjurjo,
destituido por Azaña como director general de la Guardia Civil y nombrado para
un cargo bastante menos relevante, director del Cuerpo de Carabineros, y
Fernández Pérez, cesado como capitán general de Burgos, algunos de los
principales conspiradores del golpe de Estado en el verano de 1932. Esgrimieron como razón justificadora lo de
siempre, es decir, el caos reinante, la anarquía…. Pero la verdad es que pesó
especialmente la situación en que habían quedado algunos tras la reforma
militar de Azaña. Es más, el mismísimo Franco quedó dicho que en aquella época
no había razones aún para sublevarse.
Sobra decir que, tras la llegada
de la derecha al poder, en 1933, algunos de ellos fueron nuevamente
recompensados. “Así pues, los seis
militares especialmente premiados por el dictador (Sanjurjo, Goded, Franco,
Fanjul, Mola y Varela) a los que Azaña no fue capaz de retirar los ascensos
ilegalmente obtenidos, se hallaban, en el verano de 1935, plenamente
rehabilitados y en disposición de apoyar a quienes se proponían terminar con la
República democrática, un año más tarde protagonizarían el alzamiento que dio
al traste con ella” ( General Mola, el ególatra que provocó la Guerra Civil, de
Carlos Blanco Escolá . Páginas 178 y 179)
A este descontento que se había
producido entre los africanistas por la revisión de los ascensos y la reforma
militar, le tenemos que añadir un asunto de especial trascendencia. Existía
entre varios de ellos el temor de las responsabilidades penales que se les
pudiera exigir como
consecuencia de sus actuaciones
en el pasado. Este era el caso de Franco y Juan Yagüe, por la represión llevada
a cabo en la Huelga General en octubre de 1934.
De Mola, por su actuación al frente de la Dirección General de Seguridad
o de Sanjurjo por el golpe de Estado que protagonizó en 1932, pues, aunque la
derecha tendía a taparlos y premiarlos, sin embargo, el triunfo del Frente
Popular en febrero del 36 sin duda provocaría en muchos de ellos el temor de
que estos asuntos pudieran revisarse y exigírseles responsabilidades.
La confluencia de estos
intereses, como vemos nada patrióticos, con los de los sectores más
reaccionarios de la sociedad, que apoyaron la sublevación y veían en la segunda
república un peligro permanente que ponía en riesgo sus intereses, conforman a
mi entender los ingredientes principales que verdaderamente los animó a
protagonizar el golpe de estado que derivó en la sangrienta guerra civil que
asoló España durante varios años.
En esta ocasión, la cortina de
humo que crearon para justificar su comportamiento fue el peligro rojo o la
inminente sovietización del país. Asunto
que a día de hoy está suficientemente desmontado y desacreditado.
Por cierto, siempre nos quedará la
duda de qué habría pasado si Manuel Azaña se hubiera atrevido a degradar en
1931 y con arreglo a la legalidad a aquellos que luego tendrían un papel tan
destacado en la conspiración. Nunca lo sabremos.
ANTONIO ALFONSO HERNÁNDEZ, 14 de
octubre de 2018
Muy buen trabajo. Si a todo estos felones militares le añadimos la trama civil donde toda la derecha -menos la derecha republicana- estaba confabulada para derrocar el régimen republicano tal cual estaba configurado, tenemos el cóctel perfecto.
ResponderEliminarPor eso tanto afán de la actual derecha de culpar a la izquierda de provocar a los militares para que dieran un golpe de Estado. Son unos sinvergüenzas.
Fíjate, que en realidad los que provocaron fueron ellos. Está más que claro que el pistolerismo de la extrema derecha con diversos atentados mortales que buscaban la desestabilización que "justificara" el golpe, estaba previsto para provocar a ciertos sectores de la izquierda que cayó en la provocación Es lo mismo que hicieron en plena transición, recordemos el atentado de los abogados laboralistas de Atocha en Enero de 1977, lo que pasa es que en esta ocasión la izquierda no cayó en la provocación.
ResponderEliminarEn efecto. La Falange era un partido terrorista encargado de crear la atmósfera necesaria para justificar la reacción militar. Resulta hasta grotesco, los monárquicos de Calvo Sotelo financiaban a los falangistas. ¿Te imaginas que el PP financiara a Vox?
ResponderEliminarTengo un amigo que le han comido tanto el coco (es amigo de Pilo) que cuando le digo que la Falange era un partido terrorista me frunce el ceño, y me responde: "pero si era un partido legal"; a lo que yo le respondo: "cierto pero tuvieron que ilegalizarlo". La reacción de mi amigo sigue siendo de extrañeza: "anda ya".
Me he leído dos biografías de José Antonio Primo de Rivera (Gibson y Thomas) y otro más sobre los fascismos españoles, a parte de infinidad de artículos, y aún así mi amigo sigue sin creerme. Es prueba clara de la fuerza que tiene el pseudorevisionismo.
Ellos siempre han manejado unas cuantas mentiras de las que han sacado mucho provecho.Ahí tenemos, por poner otro ejemplo, el asesinato de Calvo Sotelo. Han repetido hasta la saciedad y algunos lo siguen haciendo, que aquello fue un crimen de Estado o incluso que fue cosa de los socialistas, cuando sabemos, porque los datos que lo demuestra son apabullantes, que se trató en realidad de una acción de unos incontrolados. Es más, también sostienen que el asesinato de Calvo Sotelo provocó la sublevación, cuando existen pruebas bastante contundentes de que esta se llevaba preparando desde unos meses antes del crimen .
ResponderEliminarDatos tienen más que de sobra para saber que todo esto está muy desmontado, lo cual me lleva a la conclusión de que si persisten es porque mienten a conciencia. Bueno, alguno habrá, no lo niego, que sigan creyendo estas cosas a pesar de las evidencias en sentido contrario.
López Ochoa era masón y un militar constitucionalista que se negó a colaborar con cualquier forma de golpismo, el hecho de compararlo con Franco demuestra que el supuesto republicanismo de algunos no es más que una excusa y tapadera del izquierdismo.
ResponderEliminarAlfonso, en ningún momento he querido comparar a López Ochoa con Franco. De hecho lo nombro junto a él y Yagüe en la parte en la que hablo de los militares que podían temer las consecuencias por su participación en la represión de Asturias. Y lo menciono también entre los militares afectados por el decreto de Azaña.
ResponderEliminarLópez Ochoa, colaboró con la dictadura de Primo de Rivera e intervino en el golpe que protagonizó el dictador. Más adelante, es verdad, se deslizó hacía el republicanismo y es verdad también que fue masón.
López Ochoa fue procesado por lo de Asturias y encarcelado meses antes de la sublevación de 1936. Por tanto, sobra decir que no tuvo nada que ver con el golpe de Estado. Además, fue salvajemente asesinado el 17 de agosto de ese año.
De todas formas, tienes parte de razón y creo que su inclusión en la entrada puede dar lugar a equívocos y a malas interpretaciones, pues cuando la escribí, en esos momentos, no caí en la cuenta de que López Ochoa no tuvo nada que ver con el golpe de Estado de 1936. Es decir, cometí un error. No obstante, le mandaré nuevamente a Juan Antonio la entrada con la supresión del nombre de López Ochoa,que como bien dices no tuvo nada que ver con Franco ni yo he pretendido darlo a entender.
No obstante, entono el mea culpa.
ANTONIO ALFONSO HERNÁNDEZ
Aquí nuestro amigo Alfonso alega que López Ochoa era masón (como si ser masón fuese prueba evidente de algo izquierdista y/o pérfido). Es natural que piense así cuando existe -todavía hoy- una fijación conservadora contra la masonería.
ResponderEliminarHubo masones de derechas hasta en el bando franquista:
"...De entre los nobles titulados, hay que destacar a un Grande de España; Salvador Samá Sarriera, marqués de Marianao, monárquico y de derechas, perseguido por el Frente Popular, refugiado en Francia, colaborador del Bando Nacional y luego condenado por las autoridades franquistas a 20 años y un día de cárcel por delito de masonería (ver su biografía en este Museo)..."
"...Algunos de estos masones y políticos de derechas, desempeñarían un papel activo en apoyo de los sublevados del llamado Bando “Nacional”, como el farmacéutico masón Federico Molini que, alistado en las Milicias Nacionales, puso gratuitamente su farmacia y laboratorio al servicio de las tropas sublevadas. También hubo masones falangistas como José Lira Pacheco, empleado del Ayuntamiento de Constantina, o el médico falangista, masón y diputado provincial de Unión Republicana, Manuel Muñoz Conde, que se alistó en el Bando Nacional y falleció en noviembre de 1936 en el frente de Madrid..."
https://www2.uned.es/dpto-hdi/museovirtualhistoriamasoneria/5historia_masoneria_espana/erroneaidentificacionconizquierdismo.htm
.
Ya se ha suprimido el párrafo en el que mencionaba a López Ochoa junto a Yagüe y Franco. Nuevamente, muchas gracias, Juan Antonio.
ResponderEliminarPor cierto, puestos a corregir párrafos que contienen errores, a lo mejor nuestro amigo Alfonso tendría que corregir el suyo en el que ha puesto que López Ochoa,"se negó a colaborar con cualquier forma de golpismo" Lo digo porque aparte de participar en el golpe de Estado de Primo de Rivera, intervino, además, en dos intentonas golpistas más, estas prorrepublicanas, creo que una en 1929 y la otra en 1930.
No pasa nada por corregir párrafos erróneos y entonar el mea culpa.Somos humanos y todos nos equivocamos.