domingo, 15 de julio de 2012

El crimen de de Calvo Sotelo fue un crimen político, no un crimen de estado.

                                               ANGEL DAVID MARTÍN RUBIO 

Los escritores defensores del 18 de julio siguen empeñados en presentar el crimen de José Calvo Sotelo como crimen de estado, no como lo que verdaderamente fue, un crimen político. En la web integrista católica Tradición Digital me topé casualmente con un artículo del cura integrista Ángel David Martín Rubio,  donde afirma que el asesinato de Calvo Sotelo fue un crimen de Estado  y dice que "el asesinato de Calvo Sotelo se debe considerar crimen socialista-republicano" Su  ideología integrista le descalifica enormemente como historiador. No había ningún socialista en el Gobierno republicano de 1936. Por lo tanto es una imprecisión bastante grave afirmar que Calvo Sotelo fue asesinado por orden del Gobierno de la República 

los integristas como David Rubio  afirman  que su españolidad proviene de la voluntad divina y rechazan el liberalismo, el comunismo y la izquierda en general desde postulados políticos-religiosos. Es decir, que sólo son"autenticamente" españoles los que abrazan su doctrina política-religiosa. Podrá parecer mentira pero todavía en el año 2012 hay quien se mueve bajo estas directrices. Este cura es el responsable de la biografía de Mons. Lefèvre, el cual con su adhesión inquebrantable a la tradición, ha dado lugar a un integrismo intransigente y beligerante.

David Rubio se empeña en defender la Guerra Civil como Cruzada contra los infieles que pretendían imponer una república bolchevique. Las fuentes de donde bebe este sacerdote son totalmente franquistas en el artículo sobre Calvo Sotelo tira de historiadores como Luis Suárez del que rescata el siguiente texto:

“Comparar el asesinato del teniente Castillo con el del líder de la oposición tratando de justificar la segunda, parece incorrecto. En primer término porque la venganza nunca es un valor positivo. La muerte de Castillo carece de justificación y correspondía al Gobierno, la policía y los tribunales detener, juzgar y castigar a los culpables. Era una más en la cadena de violencias que Gil Robles denunciara y constituía negligencia e incapacidad del Gobierno el que no se corrigieran debidamente. Pero el asesinato del jefe de la oposición tenía todas las características de un crimen de Estado, ejecutado por policías de uniforme, que empleaban su poder oficial con alevosía y nocturnidad. Un Estado que consentía tales cosas y no quería o no podía castigarles había perdido, sin duda, toda legitimidad: cualquier ciudadano podía ser impunemente asesinado. Éste es un dato histórico” (Franco: Crónica de un tiempo. I. El General de la Monarquía, la República y la Guerra Civil. Desde 1892 a 1939, Actas Editorial, Madrid, 1999, 313-314).

Este historiador sigue empeñado a presentar a José Calvo Sotelo como líder de la oposición, entonces ¿qué era Gil Robles? Y..., ¡toma ya! Claro  que correspondía al Gobierno, la policía y los tribunales detener, juzgar y castigar a los culpables. Eso es una obviedad, pero..., ¿como podía el Gobierno detener la sed de venganza que se desataron por los asesinatos del capitán Faraudo y del tte. Castillo? Claro que no tiene justificación el asesinato del líder monárquico, pero es que ningún asesinato tiene justificación. No podemos culpar al Gobierno Republicano de la espiral de violencia que se desató. Como muchos sabemos, había muchos intereses para justificar el Golpe de Estado que se venía gestando desde que la izquierda ganara las elecciones de 1936.

Otra de las fuentes del cura integrista es Joaquín Arrarás del que rescata este otro texto:

“Desacreditado el sufragio, invalidado el Parlamento, asesinado por fuerzas servidoras del Estado el Jefe más representativo de la oposición, aceptada la violencia y la beligerancia como norma gubernamental, desatada la pasión sanguinaria, parecen cerrados todos los caminos a las soluciones políticas y a la esperanza. Estas son las conclusiones que se deducen del acta de la dramática sesión, que es como un responso a las instituciones democráticas muertas a mano airada por quiénes se habían erigido en sus definidores y guardianes» (Joaquín Arrarás).

No creo que haga falta explicar quien es Joaquín Arrarás y a servicio de quien estaba. Nuestro Colaborador Antonio Alfonso Hernández en mayo nos obsequió con un excelente artículo:



La historiografía franquista siempre ha mantenido que el abominable asesinato del líder del Bloque Nacional fue un crimen de Estado. Por otra parte los golpistas lo utilizaron para su propio beneficio , haciendo creer a los españoles que este hecho precipitó el estallido del golpe de Estado, cuando hay que subrayar que la conspiración se llevaba gestando desde meses antes, más bien desde el triunfo del Frente Popular, es decir, Febrero de 1936. Por mucho que se empeñen es imposible disociar este triste episodio con la espiral de violencia que se desató en España en fechas anteriores . Repasemos algunos datos sobre la conflictividad y actos de terror extremo que se dieron.


                                                 El cadáver de José Calvo Sotelo

El 14 de Abril de 1936 en un acto conmemorativo del quinto aniversario de la República un grupo de derechistas hizo estallar unos petardos cerca de la tribuna presidencial, en la cual se encontraba Manuel Azaña, desencadenándose un confuso tiroteo, a resultas del cual murió el alférez de la Guardia Civil, Anastasio de los Reyes. En su entierro se produjo un enfrentamiento entre derechistas e izquierdistas, al pretender aquellos convertir el acto en una manifestación antigubernamental, que tuvo como consecuencia la muerte del falangista, Andrés Sáenz de Heredia-primo de José Antonio Primo de Rivera- como resultado de un disparo efectuado presumíblemente por el teniente de los guardias de asalto, José Castillo. Este hecho provocó ansias de venganza hacia el teniente, que desde aquel día fue anotado en la lista negra de la ultraderecha , con el resultado que luego veremos. (LEER MÁS)

2 comentarios:

  1. Tony, te agradezco que hayas recuperado mi artículo sobre Calvo Sotelo.

    Poco nuevo puedo añadir, solamente insistir en la falta de rigor de algunos cuando dicen que fue un crimen de Estado y meten a los socialistas, que no estaban ni en el gobierno, como bien dices.

    El asesinato tiene toda la pinta de haber sido un acto claro de improvisación, de unos pocos individuos deseosos de venganza.

    Ignacio Marín se preguntaba en un comentario de mi artículo,"¿Si el gobierno está implicado porque no dejarle hablar con el Ministerio y atraerlo de forma menos sospechosa digamos?". Yo añadiría, precisamente porque el gobierno no estaba al tanto de los hechos,los verdugos de Calvo Sotelo no quisieron que éste pudiera hablar con nadie del gobierno, pues esto hubiera desbaratado el repugnante crimen.

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  2. Está claro que el crimen no lo organizó el Estado, hubiera sido más fácil contratar a unos sicarios y matarlo de forma anónima tal y como hicieron con Castillo.

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