Alberto Núñez Feijóo ha defendido el retorno del rey fugado, diciendo que los ataques a su persona erosionan la corona. Habría que decirle al Sr. Feijóo, que nadie ha hecho más que ningún grupo republicano para desprestigiar la monarquía que el propio Juan Carlos I. Todavía me acuerdo cuando en 2014, durante la abdicación del sucesor de Franco en la jefatura de Estado (no olvidemos que el dictador puso allí a el Emérito saltándose el orden de sucesión), la revista El Jueves se autocensuró una portada donde aparecía el padre pasándole al hijo una corona llena de ñorda. El grupo editorial propietario de la revista lo impidió y destruyó 60 mil ejemplares que ya estaban impresos. El artista que ideó la portada, Albert Montey, por aquella autocensura abandonó El Jueves junto a Manel Fontdevila, Paco Alcázar y Bernardo Vergara.
Y es que tenemos que reconocer que la revista satírica ya se las tuvo que ver con la justicia por otra portada donde aparecía Felipe VI y Leticia. En 2007 el juez Del Olmo ordenó el secuestro de El Jueves por unas viñetas de los Príncipes. El Régimen del 78 no es franquista, claro que no, pero algunos tics autoritarios se le han quedado incrustado como si de caspa se tratase. y lo cierto es que no hay manera de librarse de esa persistente caspa.
Pero vayamos al asunto central: las corruptelas de Juan Carlos I. Es cierto que el Emérito no tiene ninguna causa pendiente en España, en Reino Unido tiene una denuncia de su examante, pero en el solar patrio la justicia lo tiene exonerado; no porque no haya cometido ningún delito, sino porque o los delitos han prescrito o porque cuando los cometió era inviolable. Hoy contaban en La Sexta, que la Fiscalía había demostrado que Juan Carlos I había de defraudado a Hacienda 35 millones de euros, y que por otra parte había tenido que pagar en dos declaraciones complementarias casi 5 millones de euros para regular su situación fiscal. Un sinvergüenza en toda regla.
En el PSOE le están pidiendo explicaciones y en el entorno de Podemos, Alberto Garzón, lo ha tildado de ladrón. Esto en círculos monárquicos (juancarlistas se autodenominan ellos) ha ocasionado que algunos monten en cólera. Había que ver como en 13 TV, un exmimistro de la UCD defendía a Juan Carlos I, era de vergüenza ajena. La transición pasó pero la mierda se quedó
Y por si fuera poco, el viejo rey a la pregunta de una periodista de que si iba a dar explicaciones a su hijo, no ya a sus súbditos, entre risas maliciosas le respondió a la periodista: "¿Explicaciones de qué?". Él se siente que no ha hecho nada malo, que el dinero que tenía escondido en el extranjero se lo merecía por los servicios prestados a la patria. Eso mismo es lo que deben de pensar todos estos sujetos que se autodenominan juancarlistas, si no, no se entiende. Quienes primero tenían que estar pidiendo explicaciones de ese dinero que tenía escamoteado en paraisos fiscales, son los propios monárquicos, porque no hay nadie que esté haciendo tanto daño a la corona como el Emérito. Ni Podemos, ni Garzón, ni leches. Al menos Garzón es ministro porque las urnas así lo han querido. El Rey con haber conseguido que en el 78 se refrendase la Constitución, se ha pegado viviendo del cuento 50 años sin necesidad de que las urnas vuelvan a hablar. Mucha jeta tienen las monarquías.
Pero el campechano no ha regresado a España, sigue teniendo su domicilio fiscal a efectos tributarios en la dictadura de Abu Dabi, no vaya a ser que tenga que pagar impuestos a Hacienda, a la Hacienda española de la que él decía que "eramos todos", o decía que "todos eramos iguales ante la Ley": vendrá periòdicamente a España para ciscarse en todos sus súbditos. Los monárquicos juancarlistas debieran de hacer acopio de vaselina. Ungüento maravilloso para hacer más llevadera esa cruz tan dolorosa que es defender a un sinverüenza tan grande.
Escribía Esther Palomera para elDiario.es: "España se divide en este momento entre quienes pretenden blanquear la historia de Juan Carlos I y aplaudir efusivamente su regreso y quienes recuerdan que cometió hasta 13 ilícitos penales, según escrito de la Fiscalía del Supremo, que dio carpetazo al asunto no porque no incurriese en ilegalidad alguna, sino porque unas estaban prescritas y otras, consentidas por la inviolabilidad que le otorgaba la Constitución Española.
Entre unos y otros, está la desafiante actitud del protagonista, que sigue dando pocas o nulas muestras de consideración hacia los españoles, hacia su propia familia y hacia sí mismo. Alguien con un mínimo sentido de la responsabilidad institucional y del decoro no habría planteado su vuelta de este modo tan chusco como burlesco. Ni vendría a participar en una regata. Ni llegaría en avión privado. Ni se subiría a un barco de nombre Bribón. Ni habría permitido que sus palmeros jalearan una visita retransmitida en directo por todas las cadenas de televisión".
Cuando se revisan las hemerotecas dan ganas o de llorar o de vomitar. Incluso de las dos cosas juntas. Y lo peor es que hay mucha gente dispuesta a defender a este crápula (hombre que lleva una vida licenciosa y tiene unas costumbres consideradas poco morales), porque no hemos de olvidarnos de sus asuntos de "alcoba". Aunque muchos digan que no le importa con quien se acostase el Emérito, lo cierto es que esta sociedad, tan conservadora cuando le interesa, de los saltos de flor en flor del Emérito nadie decía nada negativo. Y no olvidemos que es un católico casado. La hipocresia de esta sociedad siempre ha sido muy condescendiente con ciertas figuras. Y no es de extrañar, Juan Carlos I siempre ha estado muy bien defendido por los cortesanos de los mass media. Así cualquiera puede ser un crápula. ¿Pero no le da a la gente vergüenza defender a alguien tan moralmente repochable? Judicialmente no le podemos incriminar porque la justicia y la Constitución así lo han querido, pero el juicio político y moral no debiera de quedar relegado solo a los círculos republicanos. Joder, no hay que ser de izquierdas y republicano para decir las cuatros verdades incuestionables del comportamiento de Juan Carlos I. Garzón y todos los que pensamos como él tenemos razón, por mucho que esto joda: ya saben ¡VASELINA!, vaselina aterciopelada y suave. Con este prodigioso ungüento todo se desliza mejor.
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