Con la irrupción de Podemos, al socialismo se le ha olvidado de quien es su oponente natural. Antes de que apareciera otra opción política por la izquierda del PSOE, los simpatizantes y jerifaltes de dicho partido lanzaban todas sus puyas contra contra el Partido Popular y viceversa. Ahora los simpatizantes y los mandamases de dicho partido se desgañitan contra la formación morada.
Sin necesidad de irnos a un remoto pasado, en 2011, El País hacía visible unos titulares demoledores y demarcaba flagrantemente quien era el verdadero enemigo del socialismo:
Ahora ese enemigo se ha diluido por la derecha, y reaparece firmemente por la izquierda:
Nosotros pensamos que el enemigo sigue en el mismo lugar de siempre: en la derecha. Y los últimos escándalos de los populares así lo confirman. Jorge Fernández Díaz (el Ministro del Interior supernumerario del radicalismo católico del Opus Dei, y que en marzo de 1982 como gobernador civil de Barcelona encarceló a seis independentistas catalanes por el mero hecho de portar una pancarta con el lema “Independencia”) ha hecho saltar todas las alarmas democráticas al conocérsele unas grabaciones secretas que confirmarían el juego sucio de las cloacas del Estado.
Voy a compartir un artículo de Ramón Cotarello, un profesor de la Complutense muy crítico con Podemos. Recalco lo de Podemos para que nadie lo pueda tachar de radical: hoy te plantan esa etiqueta en menos que canta un gallo.
¿Pucherazo en las elecciones?
La bomba fétida de las conversaciones de Fdez. Díaz con el pájaro de la Oficina Antifraude, Daniel de Alfonso, va a reventar hasta las más firmes resistencias de ese búnker del voto franquista y nacionalcatólico que hasta ahora ha apoyado sin vacilaciones al PP. Los innumerables casos de corrupción entre sus dirigentes y cargos públicos, la evidente incompetencia y falta de todo escrúpulo moral de su presidente, la condición de partido imputado como tal en los procesos penales de la Gürtel no habían dañado apreciablemente esa voluntad del franquismo sociológico de cerrar filas en torno a los suyos por ladrones que fueran. Pero las barbaridades que dice y escucha el ministro en su despacho mientras su propia polícía lo graba sin que él se percate (lo que prueba que es un perfecto inepto); las patadas que da a la seguridad jurídica en un Estado de derecho; el carácter presuntamente delictivo de sus intenciones; su absoluta falta de principios y de moralidad; el hecho de que acepte sin pestañear alto tan odioso, inhumano y repugnante como la afirmación de que han "destrozado el sistema catalán de salud"; todo eso es, quizá, más de lo que los sectores más correosos de la derecha española pueden soportar.
Por eso Palinuro advirtió hace unos días que la limpieza y libertad de las elecciones próximas corrían peligro en manos de este sectario del Opus, capaz de fabricar escándalos con tal de dañar a sus adversarios políticos. Esa preocupación se ha extendido y corre por las redes, con lo que el presidente Sobresueldos ha salido al paso, a afirmar que aquí no hay peligro de trampa, tongo y pucherazo y que esto no es Venezuela.
No. Es peor.
Este ministro, el autor de esa ley represiva propia de un Estado policial por la que se suprimen derechos básicos de la gente y se hostiga a los manifestantes, es el mismo que maltrata y quebranta derechos de los inmigrantes en las fronteras y también el mismo que recibió en su despacho oficial a un presunto delincuente inmerso hoy en un proceso penal que era de su partido, el amigo Rato. ¿Hay alguna duda de que un hombre con esta ejecutoria contraria a la seguridad del Estado de derecho y a las libertades públicas más elementales no es la persona más adecuada para velar por el recuento de los votos el día 26?
Tampoco es la primera vez que se pone en duda su idoneidad como garante de la limpieza de las elecciones. La adjudicación del escrutinio de las anteriores a una empresa está denunciada y sub iudice, bajo sospecha de cohecho y otras prácticas ilícitas y en esta convocatoria electoral ya media una denuncia de Unidos Podemos contra el PP ante la Junta Electoral central por emplear recursos públicos, institucionales, estatales, en pro de sus intereses.
Nos quedamos cortos poniendo en duda la integridad de Fdez. Díaz para organizar el recuento de los votos. Es más, muchos creemos que, después de sus repugnantes encuentros con el tal De Alfonso, debiera haber dimitido. Pero como, siguiendo la costumbre de estos gobernantes franquistas de no dimitir jamás por nada, no ha puesto su cargo a disposición de su jefe, estamos obligados a pedir la presencia de observadores internacionales.
La confianza, ya se sabe, es un vidrio muy fino. Cuando se rompe hay que cambiarlo. La confianza en el talante democrático de los miembros del PP no es fina; es inexistente.
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