Genocidio franquista en el sur-suroeste de España

Juan Yagüe Blanco y Antonio Castejón

La represión franquista durante la Guerra Civil y la posterior posguerra fue brutal en toda España. No hubo localidad, por pequeña que fuera esta, que se librara de la vendetta franquista. En un principio la represión cumplía dos funciones. La primera, asentar el poder mediante el terror; y la segunda, eliminar al mayor número de izquierdistas para, como decían los fascistas, limpiar el solar patrio del marxismo. La idea era si se cargaban al mayor número de "rojos", acabarían con un problema ideológico. Esto está basado en las ideas genocidas de Hitler.

Obviamente, los golpistas no podían liquidar a todos los votantes del Frente Popular porque se quedarían sin mano de obra, pero sí a una buena parte. Hitler con la Shoah no se planteaba ese problema. Por eso no tuvo inconveniente en hacer desaparecer a seis millones de judíos, que por cierto, no tienen nada que ver con el Estado de Israel que ya ha asesinado a 40.000 palestinos, la mitad de ellos niños.

Dónde la represión alcanzó el mayor número de asesinatos, insisto, guerra y posguerra, fue en el sur y el suroeste de España: Andalucía y Extremadura. 50.000 en Andalucía y 13.000 en Extremadura. ¿Por qué? Porque Andalucía y Extremadura sufrieron los rigores de las columnas africanistas, o la columna de la muerte como la rebautizó Francisco Espinosa Maestre.

Asistí a una conferencia del profesor Cayetano Rosado, organizada por la ARMHEx, donde habló de la toma de Badajoz, y con total maestría, indicó que la guerra que venía practicando Yagüe, Castejón o Asensio y demás responsables de las columnas africanas (Regulares Marroquíes y la Legión española), estaban inspiradas en las guerras coloniales del Rif, una guerra de razias.

Así lo reflejó el periodista Manuel Chaves Nogales, en la editorial del diario Ahora, del 23 de septiembre de 1936...

... Estos mejores militares son los que ahora nos han traicionado, y al hacernos la guerra traen a la península lo único que pueden traer: la mentalidad de los grandes señores del Atlas, la estrategia de los cabecillas de Yebala y el Rif, y, sobre todo, la crueldad , la ferocidad características del África. No tienen otra cosa. Nuestros militares no son capaces demás.

Estas horrendas matanzas, que por donde quieran que pasan van haciendo, son todo el caudal anímico de nuestros militares, matar por matar; crueldad y estupidez. El cuadro espantoso que se ofrecía a los ojos de los periodistas extranjeros de Badajoz horas después de llegar los militares, lo conocíamos ya los españoles. Lo habíamos visto en el monte Arruit. Es el fruto que los militares han sacado de la misión civilizadora que les encomendamos. Junto al pueblo en armas, Págs. 169 y 170

 Me contó mi amigo Eugenio García, nieto de un legionario que fue herido al entrar en Badajoz el 14 de agosto, y que era veterano de las guerras del Rif, donde los españoles teníamos "la misión civilizadora que les encomendamos", que cuando entraban en una cabila de marroquíes, los legionarios eliminaban sin miramientos a todo lo que se movía. Fueran ancianos mujeres o niños. Lo que hicieron en el monte Arruit los rifeños, es lo que aprendieron de los legionarios españoles.