Economía franquista

Durante el franquismo los millonarios corruptos no pararon de crecer en el largo túnel de la miseria y corrupción de la posguerra. De los 2.500 millonarios que existían en el periodo republicano, a finales de los cuarenta, según datos oficiales, las cifra de millonarios había ascendido a 14.0000. La contrarrevolución franquista restituyó con creces los privilegios e intereses económicos de los propietarios agrícolas e industriales y rebajo por decreto los salarios. El salario real, respecto  al año 1936, se redujo a la mitad en 1939, a una cuarto en 1942 y todavía en 1950 era un tercio más bajo.

El franquismo no le vino nada mal a los ricos pero, sobre todo, a los nuevos ricos, que aprovecharon de su proximidad con el poder y la impunidad del sistema para medrar sin escrúpulos. Mientras en la democracia la corrupción es un síntoma de la enfermedad del sistema, en la dictadura forma parte del código genético.

El franquismo fue un régimen corrupto por definición y, lo que es peor, las hornadas de nuevos ricos surgidos de la corrupción no  fueron capaces de invertir y crear nuevas empresas. La dictadura franquista hundió en la miseria al pueblo español, retrasó su modernización económica y social, aumentó la desigualdades en la participación de la renta nacional. Los ricos (y nuevos ricos) lo fueron mucho más y los pobres un poco menos.

A la muerte de Franco, el desarrollismo franquista era un gigante con pies de barro que se iba desmoronando por momentos. La economía española  estaba en pleno estado de shock con una inflación galopante, un descomunal déficit en la balanza comercial y de pagos, y un aumento de la deuda pública fruto de la insuficiente y regresiva fiscalidad. La crisis industrial se cebó en sectores como el textil, llevándose por delante a centenares de empresas y, como es natural, miles de puestos de trabajo desaparecieron ante la mala gestión del franquismo.