Artículo por Antonio Alfonso Hernández
Recientemente he leído el
interesante libro, Grupo de Cáceres: Fusilados en Medellín, cuyo autor es el
licenciado en Humanidades, el villanovense Iván García Suances, editado por la
Asociación de la Memoria Histórica en 2008.
Según la información facilitada por el diario Hoy, 31-10-2008, un abuelo
del autor fue una de los 33 fusilados en Medellín , la mayoría eran de
Villanueva de la Serena, el 9 de septiembre de 1938.
Me hago eco de este trabajo, recomendando su lectura y haciendo un pequeño resumen de la
información aparecida en el libro sobre estos tristes y lamentables sucesos
ocurridos durante la guerra civil.
Fue el 20 de julio de 1936, a eso de las once y pico
de la mañana, cuando el despiadado y cruel capitán de la Guardia Civil, Gómez
Cantos, irrumpió violentamente, en compañía de algunos de sus hombres, en el
Ayuntamiento de Villanueva de la Serena, Badajoz. A través del uso
intimidatorio de las armas ocupó la
Institución villanovense. Fueron
detenidos dos guardias municipales, algunos vecinos que se encontraban en esos
momentos realizando gestiones y algunos
miembros de la corporación municipal que se encontraban allí, entre ellos el
alcalde de Unión Republicana, Rafael
García Calderón.
Los golpistas, entre ellos, elementos
falangistas de la localidad, se hicieron con el control de la ciudad
procediendo a distintas detenciones ese mismo día y los posteriores. Como
siempre, la nota predominante de estas detenciones arbitrarías, es que no tenían justificación alguna ni
responsabilidades políticas la mayoría de los detenidos.
El 24 de julio, debido a la
debilitada situación que tenían en la población los que se sublevaron por el
uso de la fuerza contra la legalidad democrática, ya que tenían que enfrentarse
a menudo con las fuerzas republicanas que controlaban zonas próximas, la
localidad volvería s ser controlada por ellos el 30 de julio, Gómez Cantos
decidió el traslado de 54 personas
apresadas en Villanueva a la localidad
cacereña de Miajadas, zona más estable para los golpistas. A ellos se unirían
tres personas más que fueron detenidas en esta localidad. Entre estas 57 personas se encontraban 33 que
serían salvajemente fusilados en Medellín, el 9 de septiembre de 1938.
Una vez recluidos en Miajadas,
estas personas, privadas de libertad sin ningún tipo de razón que lo
justificara, habrían de afrontar un
interminable y tortuoso camino por los presidios franquistas. Un auténtico
calvario.
En el traslado mencionado
anteriormente, los falangistas que custodiaban a los presos tirotearon a estos,
resultando muerto en el acto, el vecino de Villanueva de la Serena, José Félix Lozano, herido, el alcalde, Rafael García Calderón , que falleció
como consecuencia de las heridas el 21 de agosto de ese mismo año, y otros heridos de diversa consideración. Según
declaró el alcalde en el juicio, los falangistas que los trasladaban simularon
repeler con las armas un ataque proveniente del exterior y a renglón seguido se bajaron del auto dos o tres
de ellos que comenzaron a disparar a los presos.
Un día después, 25 de julio,
serían trasladados a la cárcel
provincial de Cáceres donde se inició el auto de procesamiento contra ellos,
otra más de las muchas farsas judiciales que los golpistas protagonizarían en
esos años.
El caso es que los vecinos de
Villanueva detenidos, serían acusados sin fundamento alguno, de unos incidentes
ocurridos en esta población los días 23 y 24 de julio, es decir, varios días
después de que fueran detenidos, y en el que murieron dos guardias civiles como
consecuencia de los enfrentamientos que se producirían entre los golpistas y
fuerzas favorables a la República que intentaban hacerse nuevamente con el
control de dicha localidad. El consabido, adhesión a la rebelión, también
formaría parte, cómo no, de estas acusaciones desprovistas de lógica alguna. Ya
lo hemos comentado muchas veces, esto es lo que el cuñadísimo del sátrapa,
Serrano Suñer, llamaría la justicia al revés. Los rebeldes acusando de rebeldía
a los que defendían la legalidad.
También saldría a relucir en el
juicio, un manifiesto llamado Extremeños que circuló por la población el día
diecinueve de julio, el cual los golpistas consideraron ofensivo hacía ellos y
que habían firmado entre otros el alcalde García Calderón.
Tres de las personas detenidas quedaron
libradas de esta farsa al ser liberados en agosto del treinta y seis. Se
decretó el ingreso en prisión provisional de todos los demás acusados que aún
permanecían con vida.
El 31 de octubre del 36, 11 de
estos presos obtendrían la libertad como consecuencia de un canje entre
prisioneros que se produjo. Es el 9 de agosto de 1938 cuando los 41 que aún
quedaban fueron enviados a la cárcel de Badajoz. 8 de ellos son puestos en libertad el 3 de septiembre de ese
año y los 33 restantes son trasladados nuevamente a Villanueva de la Serena
cinco días después , antesala de los
brutales fusilamientos de los que fueron víctimas inocentes al día siguiente,
es decir el 9 de septiembre de 1938.
Como decía, el 8 de septiembre
del 38, Gómez Cantos, recién elegido Delegado de Orden Público de la provincia de Badajoz, se
personó, este grotesco individuo no estaba dispuesto a soltar la presa, en la
prisión de Badajoz para acabar macabramente lo que había iniciado dos años
atrás. Los pobres y desdichados presos que ya llevaban un montón de
sufrimientos y calamidades padecidas por las distintas cárceles franquistas
fueron conducidos a Villanueva donde Gómez Cantos se empeñó que fueran juzgados
por una especie de jurado popular.
Fueron alojados en un antiguo
cine y enviados al día siguiente a la
plaza de España de esta localidad donde habrían de sufrir otra farsa judicial,
en esta ocasión en forma de pantomima popular que en realidad se trató más bien
de una manera de dictar sentencia rápidamente en un vergonzoso simulacro de
juicio popular. Es muy difícil imaginar lo que tuvieron que padecer estas
personas y sus familiares, muchos de ellos probablemente se encontrarían allí
aunque sólo fuera para poder ver a sus seres queridos, cuando un determinado
sector de los presentes, controlado por
los nuevos mandamases , gritó
enloquecida y fanáticamente, ¡ Que los maten!
¡ Rojos! ¡ Asesinos!
No mucho después de esta desgarradora y grotesca escena, fueron vilmente ejecutados en la cerca
localidad de Medellín, el alcalde de Villanueva no estaba dispuesto a aceptar
que la masacre se produjese en su pueblo, el 9 de septiembre de 1938, treinta y
tres personas inocentes.
Paradoja cruel. Cinco años
después, en noviembre de 1943, la justicia franquista dictó el sobreseimiento
provisional a favor de los acusados por considerar que no existían pruebas de
su participación en los hechos que se les imputaban.
Según parece, los restos de estas
personas han sido localizados y se está
a la espera de proceder a su exhumación.
Estos son sus nombres que nunca, nunca, deben caer en el olvido. Manuel Alcántara Barbero, Ángel Barrantes Álvarez, Vicente Blázquez
Benítez, Antonio Calatrava Lambea,
Francisco Casado Díaz, Andrés Casillas Matamoros, Antonio Chiscano Díaz, Eusebio Diestro Sánchez, Francisco Ferrón
García, Antonio García Calderón, Francisco García Torres, José Gómez Donoso, Benito González Lambea,
José González Martínez, Fermín Guisado
Sánchez, José Hidalgo Santos, Pedro Hidalgo Santos, Félix Iglesias Rivas,
Francisco López Lozano, José Lozano González, Ramón Luengo Lozano, Manuel
Murillo Carmona, Manuel Parejo González,
Pedro Pineda Hidalgo, Antonio Rodríguez Gallego, Ramón Rodríguez González, Francisco Rodríguez Luque, Juan Salomando
Suárez, Pedro Suárez Sánchez, Antonio Varela Trigo, Augusto Vázquez Rodríguez,
Manuel Parejo Gallardo y Felipe Ramos Nieto.
A todos ellos , a las otras
víctimas mortales y a todas las demás personas que padecieron de una forma u
otra este triste episodio que comenzó en Villanueva el 20 de julio de 1936 va
dedicado este pequeño trabajo.
ANTONIO ALFONSO HERNÁNDEZ, 8 de
diciembre de 2015
Merecido homenaje. Y emotivo!!
ResponderEliminarY los hostigadores en esta cruel historia es de suponer que no recibieron ni siquiera una "reprimenda".
Ya, la conciencia de alguno de los vociferantes, si debió de resentirse...tarde, muy tarde.
Pero no es tarde para poner las cosas en su sitio, que aunque no sea devolver la vida física por imposible, sea devolverlos a la historia como les corresponde.
Gracias por tus palabras, mi único objetivo a la hora de escribir el libro fue la de recuperar la memoria de aquellos que fueron asesinados vilmente por sus ideas en una guerra injusta y terriblemente cruel. Es un homenaje a mi abuelo, Antonio García Calderón, a mi padre,Antonio García Díaz, ese hijo que jamás conoció a su padre, y a todos los muertos en las guerras en general.Un saludo
ResponderEliminarBuenos días. Estaría interesado en conseguir su publicación pero no la encuentro por ningún lado. Hay alguna posibilidad de adquirir alguno?? Un saludo.
EliminarNo las merece. Es lo menos que podemos hacer. Reivindicar la memoria, de aquellos que murieron de manera tan cruel y terrible, por el simple hecho de tener unas ideas políticas determinadas, y por supuesto, de todas las víctimas de la guerra civil. Un saludo.
ResponderEliminarQuisiera saber si se sabe algo de nuestros abuelos .
ResponderEliminarDel grupo de Caceres ,o los 33.
Mi abuelo se llama FELIX IGLESIAS
Le respondo encantado,Gene.Según los datos aparecidos en esta entrada que escribí hace cinco años, su abuelo, Feliz Iglesias Rivas, fue una de las personas que fueron vilmente asesinadas en Medellín. En la información que obtuve para hacer este trabajo se decía que al parecer, los restos de estas personas represaliados se habían encontrado y que serían exhumados próximamente. No obstante, le recomiendo que contacte con la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura para obtener datos concretos.
ResponderEliminarReciba un cordial saludo.
Antonio Alfonso Hernández
Gracias por la información
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