Pío Moa pretendía dar un giro radical a la historiografía sobre la Guerra Civil. Para eso no dudó en volver a avivar los rancios mitos del franquismo, que son muchos y que en su día ya fueron puestos en su sitio. La historiografía franquista o filofranquista -De la Cierva, Seco Serrano, etc, etc- poco se había prodigado hasta la llegada de Pío Moa, Cesar Vidal y otros escritores por el estilo.
Este falso revisionismo fue el impulso que necesitaron ciertos académicos para atreverse a escribir atacando a la II República y a la izquierda en general. Uno de lo principales valedores de Pío Moa, fue el académico de la Real Academia de la Historia, Stanley G. Payne, que acaba de publicar una sosa biografía de Franco, donde el dictador sale mejor parado que en otros lugares (otro hispanista como Julius Ruiz le sigue a la zaga).
Stanley G. Payne se ha autodegradado al avalar con su prestigio ciertas tesis, como la de que la Guerra Civil comenzó con la Revolución de octubre de 1934. Porque sencillamente eso no es cierto, tampoco podemos decir que fuera el preludio, porque ese preludio bien pudo ser en agosto del 32 con el Golpe de Estado de Sanjurjo, no olvidemos nunca que la guerra comenzó a raíz de un golpe de Estado organizado por los militares.
La izquierda revolucionaria había amenazado (antidemocráticamente) con una revuelta si la CEDA entraba en el Gobierno: el miedo al fascismo pudo ser el detonante. Gil Robles había prometido hacer desaparecer al Parlamento si éste no se sometía, y en el final de la campaña de 1933 dijo:
(...) Gobernaremos desde fuera, ya que haremos imponer nuestro criterio para que no se pueda actuar contra las derechas. Nos mantendremos a la expectativa de la disolución de nuestros adversarios y de los partidos que hoy se llaman de centro y antes fueron revolucionarios. Dejaremos que gobiernen esos antiguos revolucionarios, alguno de los cuales ha llegado a rezar hoy el Padrenuestro. Y así nos convertiremos en herederos legítimos de esas combinaciones.
En el mundo entero están fracasando el parlamentarismo y los excesos de la democracia. Por eso, nosotros no sólo atacamos a la Constitución en su parte dogmática, donde se encuentran todos los atropellos a nuestra conciencia, sino también en su parte orgánica, que contiene un exceso de democracia, el parlamentarismo que está hundiéndose en el mundo entero. Ante estas corrientes antidemocráticas que llegan a España, las próximas Cortes pueden suponer el desprestigio del Parlamento. No podemos caer envueltos en su descrédito. Las derechas deben constituir la reserva para el porvenir, cuando hayan fracasado los partidos de centro.
No queremos, además, que el país esté dando saltos de un extremo a otro, de la anarquía a la dictadura, de la violencia de las masas a la violencia de la dictadura. Aspiramos a centrar la política, con un sentido nacional inspirado en la tradición, en los principios de derecho público cristiano, que frena los excesos de la dictadura y de la democracia. Los partidos políticos se deshacen y surge un movimiento nacional amplio, sin exclusivismos ni clientelas, que busca la colaboración de todos los españoles. Acción Popular nació para esto. Por eso me dirijo con palabras de paz y de concordia a todos los españoles ( ... ).En el mundo entero no estaba fracasando el parlamentarismo, lo que ocurría era que el parlamentarismo estaba siendo borrado por el fascismo. Gil Robles era un socialcristiano con simpatías fascistas, y sus adversarios por la izquierda o centro derecha, no se fiaban ni un pelo de él. Precisamente cuando ganó la CEDA las elecciones del 33, Niceto Alcalá-Zamora le dio el Gobierno a Alejandro Lerroux, un partido moderado de centro derecha, que no supo estar a la altura y acabó vendiéndose a la extrema derecha antirrepublicana de Gil Robles y, que en materia agraria, se plegó a los intereses de los caciques y del catolicismo agrario. Además, el comandante de la Guardia Civil Lisardo Doval había sido el encargado del adiestramiento de los grupos paramilitares de la CEDA. Su participación en el Golpe de Estado de Sanjurjo lo llevó a ser condenado por rebelión militar, y más tarde el Gobierno de Alejandro Lerroux le devolvió el trabajo y los galones. Será tristemente recordado por la represión Asturias en 1934. Los acontecimientos internacionales presagiaban que el fascismo se estaba comiendo la democracia y, con esta, a la izquierda.
FUENTE: El Debate, 19 de noviembre de 1933.
En el Bienio Negro, la izquierda revolucionaria y la moderada se sintió seriamente amenazada por esa ola fascista. La CEDA, el principal partido de la oposición se dejaba seducir por las modernas corrientes europeas y la visita de Gil Robles a la Alemania Nazi acrecentó ese miedo. Sigamos a Marta Bizcairrondo:
¿Había motivos para temer que el "jefe" de la CEDA fuera el Dollfuss español, tal y como pensaron muchos socialistas? Demos la palabra a José María Gil-Robles, portavoz como Dollfuss de un catolicismo político opuesto a la democracia. El catedrático de Salamanca había sido elegido en noviembre de 1933 dentro de una "candidatura antirrepublicana" (sic) poco después de regresar de la Alemania de Hitler. Miraba con simpatía la experiencia nazi, aun sin suscribir enteramente una política cuyos supuestos "panteístas" le era imposible compartir, en buen católico. A su juicio, "en el fascismo hay mucho de aprovechable": entre otras cosas, "su neta significación antimarxista, su enemistad a la democracia liberal y parlamentaria", y un "aliento juvenil" opuesto al "desolador y enervante escepticismo de nuestros derrotistas e intelectuales". "Para mí, la necesidad del momento presente es una derrota implacable del socialismo", afirma en octubre de 1933. "Nos hallamos como un ejército en pie de guerra", añade. Objetivo tras la victoria electoral: "El hacer una España nueva, el hacer un Estado nuevo, el hacer una Nación nueva, una Patria depurada de masones, de judaizantes, de separatistas...". "En el mundo entero -juzga- están fracasando el parlamentarismo y los excesos de la democracia". "El elemento unitario para una política totalitaria lo encontramos en nuestra gloriosa tradición", concluía. Franco no lo hubiera dicho mejor, si bien hoy sabemos que el "poder fuerte" exigido por Gil-Robles, enfrentado a la Constitución de 1931 antes y después de octubre de 1934, se detenía en las puertas de la dictadura que en cambio propugnaron muchos de sus seguidores. Sin llegar a ser la CEDA "un auténtico partido fascista", estima el politólogo José Ramón Montero, "su fascistización, inseparable de sus propósitos contrarrevolucionarios, fue superior a un mero contagio ideológico fascista". Y en cuanto a sus juventudes, de nuevo según Montero, las JAP, habría sido "la organización política más fascistizada de cuantas existieron en la II República".
La cascada de citas resulta imprescindible para probar que existían poderosas razones para temer que el acceso al poder de la CEDA constituyese la antesala de la supresión del régimen democrático. Tal había sido el camino trazado por Dollfuss en Austria y las palabras de Gil-Robles eran aún más rotundas que las del canciller de bolsillo austriaco. Por ese motivo, los dirigentes socialistas confiaron hasta el último momento, el 3 de octubre de 1934, en que el presidente Alcalá-Zamora mantuviera cerrada la puerta del Gobierno a un partido tan netamente anticonstitucional. "Hasta que no lo vea en la Gaceta, no lo creo...", dijo al parecer Largo Caballero.
La Revolución de octubre fue una chapuza integral. Les pillaron desembarcando las armas del Turquesa, el cual se mantuvo varios días escondido. De todas formas, las armas compradas a Portugal no eran suficientes para derrocar a ningún ejército. El Gobierno desplegó a 17.000 soldados procedentes del norte de África y más de 3.000 agentes de seguridad. En dos semana quedó descabezada la insurrección obrera, donde la mayoría de las bajas la soportaron -como siempre- las izquierdas.
Solo en tres meses fueron torturadas 15.000 personas en Asturias.
Para llevar a cabo tantos miles de torturas habilitaron espacios o centros de detención: a estos centros de detención cuando fueron organizados por la izquierda en Madrid o Barcelona los llamaron checas. Y aquí nos encontramos por primera vez en España las tan temidas checas, solo que esta vez los promotores eran los militares bendecidos por la derecha. Las checas asturianas se contaban por decenas.
Checas militares en octubre del 34:
- Casa del Pueblo de Sama,
- el centro obrero de Laviana,
- el de cernera,
- el sótano del centro obrero de Mieres,
- el convento de Ciaño de Santa Ana,
- La iglesiona de Gijón,
- el exconvento de las adoratrices de Gijón,
- la escuela de Artes y Oficios de La Felguera,
- La cárcel de Cangas de Onís,
- el centro obrero de Cenera,
- la cárcel de Cabañaquinta,
- el cuartel de la Guardia Civil en Los Campos,
- el Ayuntamiento de Muros de Nalón,
- el de Cabañaquinta,
- la cárcel de Moreda,
- la de Avilés,
- el centro obrero La Justicia de La Felguera,
- el teatro Llaneza,
- el cuartel de Santa Clara,
- la cárcel de Coto,
- la Modelo de Oviedo,
- la provisional de los jesuitas en Gijón,
- el colegio de los Hermanos de la Doctrina Cristiana en Mieres,
- el Ayuntamiento de Infiesto,
- el de Pola de Lena,
- el de Sama,
- el cuartel de la Guardia Civil en Pumarin,
- los cuarteles de la Guardia Civil en Oviedo,
- de Trubia,
- de Infiesto,
- de Villaviciosa,
- el chalet del Campo en Grado,
- la sala de dibujo de la Fábrica de Trubia,
- la Comisaría de Vigilancia de Oviedo,
- la cárcel de Moreda,
- la cárcel provisional de Pola de Lena…
En todos estos sitios se torturó para conseguir confesiones. La tortura se ha visto como un medio poco eficaz a la hora de buscar culpables.
La Revolución de octubre no es justificable desde el punto de vista democrático, pero si hemos de medir el peligro que se cernía sobre Europa, y por ende en España, el fascismo demostró ser el claro ganador. La pruebas históricas son claras. Si bien Gil Robles no actuó contra la legalidad aparente, pensó que no hacía falta tomar medidas, pues la izquierda había quedado descabezada. Se equivocó
La Revolución obrera sirvió para demostrar que sin la ayuda del Ejército ninguna revolución era y es posible; quedó la clara la debilidad revolucionaria cuando esta se armaba; se demostró la potencia del Ejército africanista contra el "enemigo interior"; marcó una pauta a seguir por los militares golpistas (torturas y asesinatos para consolidar el poder y descabezar a la izquierda).
Por todo esto podemos afirmar que la Revolución obrera asturiana, no fue le comienzo de ninguna guerra, sino la prueba de que no había ningún peligro bolchevique, ni de que la URSS quisiera colonizarnos de algún modo. La URSS solo aparece en España gracias a que Francia y Gran Bretaña da la espalda al Gobierno Republicano, congelando cuentas de la II República y formando el Comité de No Intervención. Si de algo hemos de estar agradecidos a los franceses y a los británicos es que ayudaron a que España fuera una dictadura fascista y totalitaria.
Datos obtenidos del libro, Asturias: octubre 1934, de Paco Ignacio Taibo
Datos obtenidos del libro, Asturias: octubre 1934, de Paco Ignacio Taibo