domingo, 27 de diciembre de 2015

La derecha no quiere memoria histórica


Los nietos del general Dávila y del general Saliquet, andan cabreadísimos porque a sus respectivos abuelos el Ayuntamiento de Madrid les va a retirar los honores del callejero. Solo se está cumpliendo con la ley, ni más ni menos.

Estos dos nietos de generales sediciosos que dieron un golpe de estado, que la II República los expulsó del Ejército, y que de haber perdido la guerra  hubieran sido fusilados siguiendo el código militar, han escrito dos cartas a Manuela Carmena mostrando su peculiar enfado.

José Luis S. Saliquet en su carta a Carmena dice muy cabreado: "Usted, anciana comunista, solo tiene como "fe"  su propio egoísmo, única definición de marxismo. Su marido es la mejor prueba de esa estafa ideológica, que mientras proclama la defensa de “los parias de la tierra” los saquea". Nos maravilla enormemente la sagacidad del nieto del general Saliquet para repartir militancia a personas que desconoce totalmente. Manuela Carmena es una anciana sí, como anciano era su abuelo que a sus 59 años se sumó al golpe de Estado del 36. La diferencia es que a Carmena la han votado miles de personas y su abuelo accedió al poder mediante las armas. Y por cierto, ¿qué pinta el marido de Carmena en todo este "fregao"? ¿También él es un comunista egoísta?

La carta del nieto de Saliquet es un compendio de desatinos y de anacronismos:
En su ensalzada y democrática II República, el 28 de mayo de 1931, a solo tres semanas de inaugurarse ésta (gracias a unas elecciones municipales, también fraudulentas, que ganaron los monárquicos) ardían nada menos que 100 templos en toda España. Su concejal, Rita Maestre, hubiese gozado estando allí, ¿recuerda?:  "Arderéis como en el 36, gritaban en la complutense. El problema es que empezaron en 1931, tras inaugurar la II República. Solo se trata de tener memoria histórica, esa que tanto proclaman pero callan sesgadamente.
¿Alguien ha escuchado a Carmena alguna palabra sobre la II República?, por lo visto el nieto sí, pero de lo que no cabe duda es que la II República fue democrática, cosa que no lo fue ni el régimen anterior ni el posterior.

Claro que ardieron templos en la II República, igual que que ardieron en la Semana trágica. ¿Sabe S. Saliquet que durante la monarquía de Alfonso XIII se asesinó a todo un Cardenal y se quemaron templos? ¿Sabe S. Saliquet que el anticlericalismo no es propio de la II República? Lo que no entendemos es porque piensa que Rita Maestre "hubiese gozado estando allí", ¿a caso otros hubieran disfrutado en las tapias de los cementerios eliminando a subversivos rojos?

En fin , todas estas pataletas de nada sirven: tan solo para constatar la condescendencia de algunos medios de la derecha (todos) con la dictadura franquista. El ABC le dedicó espacio en su web al nieto de Saliquet para que descargara a gusto con quien tan solo cumple  con una ley justa y democrática.

3 comentarios:

  1. "Claro que ardieron templos en la II República, igual que que ardieron en la Semana trágica. ¿Sabe S. Saliquet que durante la monarquía de Alfonso XIII se asesinó a todo un Cardenal y se quemaron templos?" La diferencia es que durante la monarquía los incendiarios fueron castigados por los tribunales con el código penal en la mano, como debe ser. "Las izquierdas en general justificaron las tropelías atribuyéndolas "al pueblo", y culpando a las derechas por haber "provocado a los trabajadores". El Socialista amenazaba: "Si de algo han pecado los representantes de la revolución victoriosa es de excesivas contemplaciones con los vencidos" (no habían vencido a nadie, los monárquicos les habían regalado el poder).Viejo talante, que identificaba al pueblo con unas turbas de delincuentes y, lógicamente, a las mismas izquierdas con semejante "pueblo". Aún más graves que los incendios resultó esta clara inclinación de las izquierdas a vulnerar la ley y amparar las violencias so pretexto de un pretendido carácter popular.

    Ortega.La Iglesia y los católicos protestaron, pero sin violencia. Ello no aplacaría a las izquierdas, que lo interpretaron como signo de flojera y mantuvieron su agresividad. Contra toda evidencia, siguieron acusándolos de violentos e intolerantes, manifestando al mismo tiempo burla y desprecio hacia ellos y sosteniendo, con sorna contradictoria, que la misma Iglesia había provocado adrede los disturbios, para desprestigiar a la República.

    Pero la casi increíble mansedumbre de la reacción derechista, debida en parte a su desorganización, no impidió que en aquel momento se abriese una grieta profunda en la opinión pública. Quienes desconfiaban del nuevo régimen vieron confirmados sus temores, y muchos que lo habían recibido con tranquilidad, incluso con alborozo, mostraron su preocupación. Entre ellos Ortega. No cabe exagerar las consecuencias políticas, bien descritas, tardíamente, por Alcalá-Zamora: los incendios crearon a la República "enemigos que no tenía; quebrantaron la solidez compacta de su asiento; mancharon un crédito hasta entonces diáfano; motivaron reclamaciones de países tan laicos como Francia o violentas censuras de Holanda. Se envenenó la relación entre los partidos". Calla otro efecto, oculto pero no menos trascendental: su pusilánime gestión de la crisis al frente del Gobierno le hizo perder el liderazgo moral y político de la derecha, y esa frustración le llevaría a sabotear a los nuevos líderes de Acción Popular, con efectos finalmente trágicos.

    En cuanto a Maura, ministro de Gobernación, había intentado atajar a tiempo los desmanes, sin conseguirlo, por la oposición de Azaña y las izquierdas y la indecisión de Alcalá-Zamora. A partir de entonces, "dejé prácticamente de ser ministro de un Gobierno para pasar a ser cabo de vara o loquero mayor de un manicomio suelto y desbordado", empeñado en "la lucha a brazo partido con las bandas de insensatos que estaban hiriendo de muerte a un régimen recién nacido, régimen que les había devuelto las libertades y derechos".
    Ninguno observa la reacción pacífica de los católicos ante agresión tan brutal y premonitoria, ni la crisis abierta en la opinión pública, ni las consecuencias políticas generales." http://www.libertaddigital.com/opinion/libros/quema-de-conventos-y-de-bibliotecas-y-aulas-1276231283.html

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  2. ¡Vaya pataleta! Los asesinos no merecen el honor de que su nombre figure en ninguna calle. Eso. ¿Y que pinta el marido de Carmena? Como no hay argumentos para defender la permanencia de las calles de sus abuelos, atacan, como lo hicieron toda la vida. Y nombran las mismas palabras: comunismo ... marxismo ... ¡Que cansinos! Salud y República!!

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  3. Este hombre no entiende que los tiempos cambian....Que esté contento de que su abuelo haya tenido una calle por un tiempo tan largo, otros muchos que la merecen bastante más...no tienen ni sepultura digna.
    Hay mucha gente, de todo tipo, que por su aportación a la sociedad debería tener una calle y no la tiene,.....muchos.

    Y hablando de muertos, que hasta en estas fechas parece ser que hay que meter a los muertos....!! Se "mata" de diferentes maneras, de formas violentas, de formas pacíficas, de formas sigilosas, a bombo y platillo, por la espalda, por el hambre, por el robo de los recursos naturales...
    ¿Alguna de estas es mejor que otra para el muerto?....
    Morir de forma violenta es terrible, pero que te vayan matando...poco a poco es peor....cuánto más dura el sufrimiento....es peor.

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