Albert Rivera, el unionista creador de odios

En España necesitamos menos odio, menos pitidos, menos bandos,más convivencia, más educación,más unión. Queremos una España diversa y unida.

— Albert Rivera (@Albert_Rivera) May 30, 2015

Tuit de Albert Rivera en 2015 después que en la final de la Copa del Rey el himno de España fuera pitado al principio de un partido entre el Bilbao (1) y el Barça (3). Albert Rivera el "pacificador" pedía menos pitos y más convivencia.

Quién le iba a decir a Torra que hoy le amenizaría la #Diada2019 el himno nacional 😂🙌🏻🇪🇸 pic.twitter.com/bObYoFsEfh

— Albert Rivera (@Albert_Rivera) September 11, 2019

Otro tuit de Albert Rivera, este en 2019 cachondeandose de Torra porque dos españolazos interrumpieron un acto institucional el Día de Cataluña con el himno de España mientras sonaba Els Segadors: himno oficial de Cataluña desde 1993:

En 1993 fue declarado himno oficial de Cataluña. Y desde entonces, suena cada 11 de septiembre en el marco de la ofrenda floral a Rafael Casanova, en la previa a la Diada de Cataluña. 'Els Segadors' ('Los segadores'), escrito por Emil Guanyavents en 1899. El Confidencial

Como nota curiosa, decir que en 2017, durante el Festival Rock Fest de Barcelona, los míticos Deep Purple entonaron el himno de Cataluña.

@ToniAlonsoPerez @xicaxaco @salvadorcot @JosepMartBlanch Deep Purple tocant els segadors, vídeo de Carla Amado pic.twitter.com/NmLzJIevmo

— Atwuua ☭ //★\\ (@Atwuua) July 2, 2017

Según relatan en Ok Diario, dos conocidos activistas del nacionalismo casposo y ultra, alquilaron una habitación en un hotel cercano al lugar donde se rendiría el típico homenaje a Rafael Casanova durante la Diada. Mientras sonaba el himno oficial de todos los catalanes, estos dos gualtrapillas hicieron sonar el himno de España mediante dos potentes altavoces. Lo quieran o no, estos ultras estaban interrumpiendo un acto oficial de un gobierno legal y legítimo. Los Mossos d'Esquadra corrieron hasta el cercano hotel para que los nacionalistas rojigualdos cesaran su ilícita actuación. Los responsables del hotel tuvieron que cortar el flujo eléctrico para que el acto institucional siguiera su curso normal.

Si estos nacionalistas rojigualdos pretenden algo, lo que consiguen es sembrar más cizaña. Si les jode que piten la birriosa pachanga de himno que tenemos los españoles, lo que consiguen es aumentar la polarización en Cataluña.

El himno de España no es un disturbio ni un desorden público, señor Torra, es el himno de todos los españoles 🇪🇸#155YA pic.twitter.com/8xHCRHE8qP

— Albert Rivera (@Albert_Rivera) September 12, 2019

Este jueves, el pirómano Albert Rivera, el mismo que le conmina a Sánchez aplicar el jodido 155, ha cargado de nuevo diciendo que el himno de España no es un desorden público. Veamos, a ver si en esa cabeza de melón le hacemos entender una cosa. Las campanas y los silbatos tampoco son un desorden público, depende del uso que se le den. Hace poco interrumpían un acto de C's haciendo sonar ininterrumpidamente las campanas de la iglesia de Altsasu. Según informaba la prensa, por haber interrumpido aquel acto españolista las multas ascendían a 3.000 euros.

El repique de campanas puede valer para llamar a los fieles a misa, o también para mostrar el rechazo a un mitin político. Si se trata de este último caso, los autores de la protesta tienen grandes probabilidades de afrontar sanciones económicas. Así ha quedado demostrado en Altsasu, donde los cuatro jóvenes que se colaron en el campanario durante el mitin de Albert Rivera han recibido multas que suman, en total, 3.300 euros. Público.

Si en mitad de la noche mi vecino pone el himno de España a todo volumen, este estaría alterando el orden público. El himno español no tiene barra libre por mucho himno que sea y por muy español que nos resulte.

¿Alguien se imagina si se le hubiese ocurrido decir a Podemos que  ofrecerían asistencia jurídica a los que tocaron las campanas en Altsasu para interrumpir el acto españolista de C's? Los habrían llamado: batasunos, proetarras y cien tonterías más. Podemos no hizo tal cosa, quien sí la ha hecho ha sido el PP de Cataluña:

El presidente del Partido Popular en Cataluña, Alejandro Fernández, ha ofrecido “asistencia jurídica” a las personas que han puesto el himno de España durante la ofrenda del presidente de la Generalitat, Quim Torra, al monumento de Rafael Casanova en Barcelona.

A través de su cuenta de Twitter, Fernández ha criticado que cuando los populares organizan una cacerolada en Barcelona es “sana libertad de expresión” mientras que el hecho de que suene el himno español se califique de “alterar el orden público”.

Otro indocumentado como el propio Albert Rivera que mezcla las churras con las merinas. Una cacerolada en un acto del PP o de cualquier otro partido, es lo mismo que haberse puesto a tocar las campanas en aquel acto de C's que costó más de 3.000 euros. 

El españolismo rancio no deja de sorprendernos. Tanto C's como el PP están buscando votos a costa de lo que sea. Hace 10 años que los asesinos etarras cometieron su última atrocidad; también hace 8 años comunicaban el cese de su actividad terrorista, y en 2018 se disolvieron definitivamente. La ETA ya no existe, ya no crean el terror, (aunque sigan agarrándose a Bildu para recordarnos que todavía la ETA no ha sido vencida del todo), por tanto, la derecha española necesita de un enemigo donde poder fijar su estrategia política: el independentismo y la inmigración, a parte de Podemos, no podemos olvidarnos de nuestro querido amigo Pablo Iglesias.

Con la desaparición de la ETA y la aparición de Podemos, y con el aumento considerable de catalanes secesionistas, nos hemos dado cuenta de la gran masa española que vive aborregada y ensimismada mirándose el ombligo. 

Un amigo escribía en Facebook el siguiente texto, a la vez que compartía un artículo de El Mundo sobre Rafael Casanova:

BUEN ARTíCULO EN DONDE SE DESVELA LA VERDAD SOBRE LA CATALUÑA QUE CELEBRA EL DÍA DE SU DERROTA (11 de septiembre) EN LA GUERRA DE SUCESIÓN A LA CORONA DE ESPAÑA. Ni separación de España, ni deslealtad a España. Simplemente desconfianza a Felipe V, al francés. Pero, como en la actualidad, el pueblo catalán estaba dividido entre tomar partido por Felipe V y el archiduque austríaco. El falso sentimiento independentista contra el Estado español sigue siendo tan falso, en aquella época, como hoy.

El Artículo que se compartía lo firma un especialista en el tema (Henry Kamen):

 ...Los rebeldes de 1714 eran firmes partidarios de la unidad de España, que ellos entendían que representaba el reconocimiento de un rey (el austriaco Carlos III) y de una nación con comunidades autónomas que preservaban sus constituciones históricas. En las últimas fases de la defensa de Barcelona las autoridades hicieron un llamamiento al pueblo para que luchara "per son honor, per la pàtria i per la llibertat de tota Espanya". La pàtria se veía como una entidad integrada en el contexto de Espanya. Los catalanes rebeldes luchaban por una España libre, no por su independencia de España. Pero al mismo tiempo luchaban por sus propias leyes, como dejaron claro en los últimos intentos de negociación con Berwick.

De este párrafo se desprende que los catalanes no estaban interesados en deshacerse de los españoles pero sí de mantener vivas sus tradiciones, su independencia judicial y económica. Lluis Companys en el 34 tampoco quería separarse de España pero si pretendía una federación con el resto de la nación. El sentimiento secesionista es un fenómeno moderno, difícil de fechar, pero que claramente en el siglo XXI se ha convertido en un verdadero problema para el Estado español. Las diatribas españolistas como la que he traído a colación, no son otra cosa que "pajas mentales" que no se ajustan a la realidad:

El falso sentimiento independentista contra el Estado español sigue siendo tan falso, en aquella época, como hoy.

El nacionalismo catalán y a su vez el independentismo, es un sentimiento potente, algunos podrán haber manipulado la historia a su favor, esto no lo negaremos, empero no es un sentimiento falso. Es una realidad y un problema del siglo XXI que la política conservadora y el pseudoprogresismo se ha empeñado en agravarlo, y que el historicismo españolista no podrá negar, si no, en todo caso, lo que podrá hacer es entorpecer el conocimiento y las causas por las que en el siglo XXI haya más independentistas en Cataluña que en cualquier momento de su historia. 

El catalanismo independentista no desaparecerá compartiendo artículos de El Mundo, ni diciendo que todo es falso: lo único que conseguirá es el efecto contrario. Si antaño nos decían que dejásemos de nombrar a Vox porque lo único que conseguíamos era engordar a la "bicha", ¿porqué esos mismos no cejan en su empeño de descalificar el nacionalismo independentista? ¿No están ellos engordando ahora a la "bicha"?

Rafael Casanova luchó, por la identidad catalana, por sus privilegios adquiridos: ahora esa identidad y privilegios se tornan en deseos de independencia absoluta. Este es el verdadero problema, no lo que pasara hace 300 o 400 años. Españolazos, poned los pies en la tierra. Las pajas mentales, como las pajas físicas están bien, pero no solucionan los problemas.

En El Periódico, han publicado un artículo sobre los orígenes de la Diada. Comienza en el siglo XIX como acto cultural. La represión del nacionalismo español fue el que la convirtió en reivindicación política. Incluso hasta los anarquistas de la CNT se mostraron proclive a su celebración:

La Diada del 11 de Setiembre es la fiesta nacional de Catalunya. Pese a ser la fecha de una derrota -la capitulación de Barcelona ante las tropas borbónicas en 1714-, la conmemoración se ha convertido en una jornada de defensa de los derechos y las libertades del país, y en un acto de reafirmación del carácter propio de Catalunya y de su identidad como nación.

Símbolo habitual del inicio del curso político, la festividad ha acaparado aún más protagonismo a partir de las multitudinarias movilizaciones independentistas que se suceden desde el 2012.

Ofrenda a Rafael Casanova

La celebración de la Diada se remonta a 1886, año en el que diversas entidades del catalanismo cristiano organizaron una misa en recuerdo de los fallecidos en el sitio de 1714, defensores de la ciudad de Barcelona en la guerra de sucesión española. Dos años más tarde se inauguró, con ocasión de la Exposición Universal, la estatua de Rafael Casanova, que se convertiría en el epicentro de las celebraciones hasta el día de hoy.

Los actos, de carácter eminentemente cultural, prosiguieron en aquellos años no faltos de trabas gubernamentales, y ya en 1894 se inició la tradición de la ofrenda floral a la estatua de Casanova, 'conseller en cap' de Barcelona en 1714.

Nuevo siglo, mayor carga política

El cambio llegaría con la entrada en el siglo XX. La represión por parte de la policía y la imposición de fuertes multas en 1901 y 1905 dotaron de un fuerte carácter político a la Diada. También hubo choques con los lerrouxistas, quienes rehusaron siempre participar en estos actos.

Con la Mancomunitat de Catalunya, en 1914, primera recuperación de las instituciones catalanas en dos siglos, y la recuperación de la Generalitat, ya en 1931, se institucionalizó la fiesta con un formato similar al actual.

Reivindicación antifranquista en la Diada

Celebrada durante el periodo republicano, en 1937 contó incluso con la participación de la CNT. Prohibida por la dictadura franquista, se organizaron algunas acciones reivindicativas en los años 40 y 70, protagonizadas por el Front Nacional de Catalunya.

La Diada se convirtió en una fecha señalada para la oposición antifranquista, y sus reivindicaciones culminaron en el Onze de Setembre de 1976, el primero tras la muerte de Franco, convocado por la Assemblea de Catalunya. Al año siguiente, la Diada se convirtió en un clamor popular bajo el lema 'Llibertat, Amnistia i Estatut d'Autonomia', aunando a un millón de personas en el centro de Barcelona.

Posteriormente, se institucionalizó de nuevo, siendo recogida legalmente como "fiesta nacional" en 1980. Desde entonces, los homenajes a la estatua de Rafael Casanova han sido la tónica habitual de los actos institucionales hasta nuestros días, en que las movilizaciones del soberanismo han restado cierta visibilidad a la conmemoración oficial.